Feria 2024

Economía y humanismo. El pensamiento de Francisco Martínez Ramírez “El Obrero de Tomelloso” (1870-1949)

En 1999, Jesús Rincón consiguió el accésit al Premio Periodístico “Juan Torres Grueso” con este gran trabajo sobre la figura del Obrero

La Voz | Lunes, 19 de Agosto del 2024
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En un año como 1998, en el que se conmemora el centenario de una generación de intelectuales interesados por la proyección europeista de España y a menos de doce meses de la entrada en vigor de la nueva moneda europea, , no está de más hacer una reflexión sobre el sentido humanista que debe guiar a la economía  en todos sus niveles. Lo particular de nuestra reflexión no se deberá al difícil equilibrio que desgraciadamente guardan entre sí los planteamientos de tipo económico y los de carácter ético, ni tampoco a nuestra propuesta de una democratización de la economía, sino que viene dado por el hecho de que hemos pedido a Don Francisco Ramírez que nos guie en este ejercicio de pensamiento.

De Don Francisco, nos dice Javier María de Padilla, su nieto, en “Una historia de entonces”, cuadernillo publicado por el Ayuntamiento de Tomelloso en 1941, que  era un economista consumado e intuitivo y que en algunos de sus libros: La peseta (1923), Moneda Nueva (1930), Reforma monetaria (1933), estaba llegando, por los años veinte, a fundamentos tan precursores como los de la actual Comunidad Económica Europea, atormentándole especialmente los problemas que impedían el logro de la tardía unidad monetaria europea.

Hemos acudido a la última de sus obras de economía, la de 1933, para rescatar algunas ideas que consideramos de principal interés en un momento de reforma económica como el actual. En realidad, el contenido general de la obra quedó ya expresado en los dos últimos capítulos de su anterior libro Moneda Nueva, pero la prudencia del autor le llevó, nos dice en el prólogo, a esperar diez años para atreverse a desarrollarlo por completo. De todos es sabido que el periodo evolutivo de la vida social en algunos momentos de la Historia no es el más propicioi para que las mentes que van adelantadas a su tiempo puedan expresarse con toda su naturalidad.

Para El Obrero hay dos ideas fundamentales que son las bases del sistema social: el trabajo humano y el Estado político. Con respecto al primero nos dice que si bien “la abolición de la esclavitud hizo libre a la personalidad, sin embargo no pudo redimir sus más excelsas prerrogativas”. Para El Obrero el hombre puede trabajar de tres modos distintos, a saber: como se manda, como se puede y como se quiere. Los dos primeros modos son los más cercanos a la esclavitud y el tercer corresponde “a un amplio sentido de la libertad individual”, la cual, por su parte, sólo tendrá su expresión real cuando la inteligencia sea capaz de hacer de ella el medio más eficaz para producir la distribución equitativa de la riqueza.

En lo que se refiere al Estado, éste también está necesitado de mejora, continúa Don Francisco, porque nunca deberían contemplarse las fronteras políticas cuando todo lo que se pone en juego es la comunicación intensa entre los hombres y la fusión de las distintas razas.

Mientras que estos dos pilares fundamentales de la sociedad no se enderecen no será posible crear los valores económicos y morales indispensables para el orden social justo. Y El Obrero nos ha indicado el camino a seguir para esa mejora en términos de teoría económica: la equitativa redistribución de la riqueza y la apertura internacional de las fronteras políticas desde el parti pris del orden social humanista; dos soluciones en la que el concepto de valor económico no solo no entra en liza, sino que está acrecentado por el concepto de valor ético.

Don Francisco era un hombre profundamente democrático que se enorgullecía relatando los avatares que durante siglos había sufrido la sociedad en la lucha por establecer las normas de una democracia llamada a imponer la soberanía popular. Por ello precisamente se lamentaba de que tras el triunfo de la democracia nos encontremos, al practicarla, con que no se puede convivir con un colectivismo devenido en despotismo y tiranía. ¿Dónde queda la bandera del sufragio universal con sus anhelos de justicia y libertad frente a los gritos de violencia y la declaración del derecho a la fuerza?

La democratización de la economía

La economía necesita un viraje humanista. Y como últimamente se llama humanismo a cualquier cosa, creo que es necesario concretar la expresión. Principalmente, la visión humanista de la economía se caracteriza por la adscripción de ésta a una rama de la ética que postula como principio la democratización de la economía. Desde esta posición, la liberalización del mercado y la erradicación de la pobreza son monedas de cambio al uso en el planteamiento económico del deber ser propio de El Obrero.

La Unión Económica de Europa a la que asistimos necesita igualmente de este posicionamiento humanista. De nada sirve proponer una unidad monetaria que no contemple la integración social, el respeto y la comunicación entre las razas y el intento de hacer del orden político democrático interno el valor de cambio de la unión. A esta unidad se le llama económica, pero la prioridad entre todos los países del viejo continente ha de ser ética. Queremos recoger esta idea de Don Francisco para nuestra actualidad y quisiéramos que se cumpliese.

Pero El Obrero también conocía el corazón de los hombres y los motivos principales de las disputas entre éstos. Por ello, señala que las perturbaciones sociales que sufre el mundo son la forma en que se manifiesta la lucha de los hombres por el dinero como único medio para conseguir el bienestar. Primero se empieza por el aumento constante de satisfacciones aparentes y luego se sigue fatalmente por la creciente ansiedad por participar de ellas. En el ritmo acelerado de esta progresión el hombre va dejando atrás en su concepto del Bien todo lo que va creciendo su egoísmo, y ello unido, nos dice el autor, a un extraño y típico sentimiento de desprecio al derecho de gentes. Don Francisco también acertaba en esto. El desarrollo actual de la economía capitalista olvida a menudo que no es posible crear una dualidad irresoluble entre el ser y el tener, que es necesario mantenerse dentro del humanismo que propugnaba Machado cuando decía en Campos de Castilla que nadie es más que nadie, evitando con ello la cosificación y cuantificación de los seres humanos, que la organización del capital, en definitiva, ha de contemplar los logros de la democracia para respetar los postulados de una ética elemental.

Una vez más, don Francisco  nos presta su pluma cuando dice: “cualquier persona de mediano entendimiento concibe perfectamente que no es imposible distribuir, de modo equitativo, entre todos los hombres, el fruto de la tierra; y cuando esta idea de imposibilidad es de tal modo general, es que puede ser realizada. Lo imposible es consentir impunemente que millones de seres humanos pidan pan y no lo obtengan, habiendo de sobra”.

Predominio del ser sobre el tener en la esfera de la organización económica, equidad en la distribución de la riqueza, erradicación de la pobreza y democratización de la economía son los rasgos del humanismo que hemos querido rescatar en esta ocasión de la obra de un hombre, cuyo talante eminentemente ético le forzó a romper el silencio a través de sus escritos. Hoy, a un año del cincuentenario de su muerte, queremos hacerle nuestro particular homenaje sacándolo del olvido en que se halla su memoria histórica para recordarnos que la vigencia de un pensamiento lúcido y firme va más allá de las fronteras del espacio y el tiempo.


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