Vuelve José Pozo a ganar un premio de poesía en la Fiesta de
las Letras de Tomelloso. En esta ocasión el Ángel López Martínez con “Para
llegar a ser”. Una gran obra compuesta por una docena de poemas que, justificó
el jurado en la concesión del galardón, “recoge el fondo emocional de ese
Tomelloso real, muy bien pintado poéticamente”.
Y de nuevo nos volvemos a encontrar con este tranquilo
orfebre de la palabra. Lo hacemos en uno de los bares más emblemáticos de Tomelloso,
el Avenida, el único que permanece como testigo del antiguo esplendor hostelero
de la calle de la Feria. Hay trajín por la principal arteria tomellosera, se
nota la proximidad de la feria y el considerable aumento de las vacaciones. La
gente camina sin prisa, saludando, parándose en corrillos. Pepe nos despacha
con una sonrisa y poeta y periodista nos ponemos a hablar. De poesía, Tomelloso
y la existencia, tan enfrascados que uno no cae en hacerle una foto a Pozo para
ilustrar la entrevista. Echaremos mano del archivo.
—Vuelve a ganar un premio de poesía en su ciudad, ¿se
sigue emocionando?
—Y cómo no me iba a emocionar. Ganar en casa siempre
conlleva una ración doble de emoción: el reconocimiento en sí y la satisfacción
de estar con los tuyos.
—Y lo ha hecho con “Para llegar a ser”, un sorprendente canto
a Tomelloso, ¿no es así?
—Pues sí, esta es mi canción y con ella he querido hacer un
recorrido por las escenas que a mi entender fueron decisivas para que Tomelloso
llegara a ser. Sin pretender seguir una línea documental, ni mucho menos, los
derroteros que tomo discurren por un terreno más personal que intenta conectar emocionalmente
con el lector, como no podría ser de otra manera en poesía. También es mi
pequeño homenaje a este pueblo nuestro al que tengo tantas cosas que agradecer.
—¿Le ha costado mucho componer este trabajo?
—Por lo general me lleva mucho tiempo escribir. Soy lento, repaso
mucho, corrijo, vuelvo a corregir, borro y empiezo de nuevo. Es por eso que
avanzo a pasos diminutos con la intención de no hacer demasiado el ridículo. Alguna
vez, las menos, hay cosas que salen de un tirón y me sorprendo. Con este trabajo
he disfrutado y el esfuerzo se ha hecho llevadero. Cuando se escribe sobre algo
que de verdad amas es todo más fácil.
—Salvando las distancias, me ha recordado “Para los
fundadores de Tomelloso”, de Eladio Cabañero, ¿qué tiene de eladiano “Para
llegar a ser”?
—Pues me temo que no mucho, pero me alegra que esta pequeña
obra le haya llevado a la inmensidad del poema de Eladio, aunque, salvo en la
temática de la primera parte (“Preludio de contexto”, “Precepto de plantado”), no
soy capaz de encontrar similitud entre ambas. El tratamiento, el estilo, el lenguaje,
difieren mucho desde mi punto de vista, aunque es posible que yo no sea el más
indicado para hacer estas valoraciones que siempre son más acertadas si vienen
desde fuera. En todo caso, para mi es un honor cualquier acercamiento que se
haga de mi obra a la de nuestro querido poeta y maestro.
—Traza una epopeya de la normalidad, o eso nos parece…
—Puede ser, pero no sé si llegará a tanto. Yo lo clasificaría
dentro de un género menos pretencioso si revisamos los antecedentes de epopeyas
que tenemos. Digamos que podría quedarse ahí, en una traza, en un intento.
—Une un montón de estilos en la obra, casi tantos como
poemas….
—El hecho de no tener voz propia y ningunas ganas de
encontrarla me permite adoptar la forma del ventrílocuo (Léase “Función de
ilusionismo”) y experimentar con los estilos. Por eso hay unos cuantos que son
más narrativos: “Razón de semejanza”, “Tratado de acogida”, “Estado de abandono”…;
quizá otros más reivindicativos: “Valores nutritivos”, “Principio de igualdad”…;
alguno más descriptivo: “Lección de altanería”. Hay algún haiku con tintes
surrealistas y hasta una jota manchega con ritmo de “rabiosa”, pero de todos me
interesa más el mensaje velado que asoma la patita entre renglones avanzando paralelo
al discurso y un poco más allá del estilo, el ritmo o la estructura.
—¿Qué tiene de autobiográfico “Para llegar a ser”?
—Solo dos poemas: “Señales de Inocencia”, un poema breve dedicado
a mi madre y que cuenta un hecho estrictamente autobiográfico encabezado con
una cita de Güido en la película “La vida es bella” de Roberto Benigni, que
para mí es lo mejor del poema; y “Diversidad patriótica”, un poema que enumera de
manera concisa algunos pasajes queridos de la infancia.
—“Yo no sé de otra patria más grande que esta calle”,
dice en el poema final. Al final lleva razón Rilke, ¿no?
—Este verso viene dispuesto a discrepar con la devaluación del
término (tácito en el poema) “patria chica” en contraposición con la otra
patria supuestamente más grande y verdadera. El poema reivindica el derecho a la
subjetividad de la definición de “patria” reivindica la diversidad del sentimiento
libre. Y sí, estoy con Rilke, quizá no tanto en la razón como en el corazón,
porque en esta ocasión y con la patria, sí, yo creo que el tamaño importa.
—¿En qué está metido José Pozo? ¿Prepara algún poemario?
—Nada concreto. Mi proyecto diario es buscar algo sobre lo
que escribir y hacerlo cada día, sin prisas, sin compromiso, sin ambición, honestamente
y sin otro objetivo que intentar mejorar. El destino final tampoco importa tanto. Si el resultado es satisfactorio, irá hacia
un sitio u otro, pero irá.
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Lunes, 2 de Septiembre del 2024
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Martes, 8 de Octubre del 2024
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