Hace un par de días vi un “spot publicitario” sobre el Ciberacoso y lo cierto es que me quedé impactada. El escenario era el siguiente, unos padres y madres se encuentran a la salida del colegio para ir a recoger a sus hijos, uno de los padres le comenta a otro que si sabía que se ha producido un ciberacoso en el colegio. El otro padre le responde que no tenía conocimiento de ello. En la conversión destaca el punto de que el agresor le amenaza a la víctima con clavarle una estrella en la garganta si se lo cuenta a alguien. Bien, una vez que cada uno de los progenitores recogen a sus hijos y se despiden, uno de ellos se monta en su vehículo y su hijo va detrás, el niño le dice a su padre que quiere ser sheriff y le muestra la estrella. Así termina el video. De alguna manera nos abre esa ventana para reflexionar a nivel de familia ya que muchas veces no sabemos donde puede estar el agresor, quizá lo tengamos en nuestra propia casa y no seamos conscientes de ello.
En los preámbulos de este
maravilloso inicio de curso, en todos los colegios e institutos, nuestros adolescentes
comienzan a enfrentarse con situaciones que quizá no sean las más propicias y
algunas de ellas se deriven de meses anteriores en los que han sido sometidos a
algún tipo de “acoso físico” o “ciberacoso” por parte de alguna persona que lo
único que pretende es hostigar y denigrar de forma vejatoria a alguna de sus
víctimas con el objetivo de convertirse en un buen líder dentro de su grupo,
mostrando sus habilidades sociales para gobernar a sus paniaguados que le
siguen “el rollo”.
Este problema es más
serio de lo que muchos de nosotros podamos imaginar y las consecuencias pueden
ser terribles. De hecho las estadísticas encontradas en los últimos años desde
2018 hasta 2023 lo corroboran. Desde el periodo de la Pandemia hasta hoy el
índice de ciberacoso se ha incrementado considerablemente. EE.UU sigue siendo
uno de los países donde mayor índice de ciberacoso se produce entre los
adolescentes e incluso en los adultos hasta las edades de los 30 años.
El porcentaje de ciberacoso
más significativo se atribuye a Letonia, donde el 25% declaró haberlo sufrido.
Le siguen de cerca Estonia, Hungría, Irlanda y Reino Unido, con un 20% de los adolescentes
que son víctimas de esta conducta. Sorprendentemente y según la Organización
para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), Grecia es uno de los países donde se encuentra
un índice mucho más bajo de “ciberacoso”, solo un 5% de los adolescentes
declara haber sido víctima de acoso online. Actualmente, en el Reino Unido se están
desarrollando unas leyes que lo único que pretenden es disminuir el número de
ciberbullying que se produce entre los adolescentes.
Indudablemente, ni que
decir tiene que el “ciberacoso” como su propia palabra indica “ciber” se deriva
del uso de las RR.SS (redes sociales) donde se suele producir. Es un medio que
si me apuran es incluso mejor para los ciberacosadores ya que tiene una
resonancia mucho más impactante que el “acoso físico”, el cual se produce en un
momento determinado cuando la víctima y el acosador se encuentran, mientras que
el “ciberacoso” afecta a la persona durante las veinticuatro horas.
El ciberacoso a través
del internet se caracteriza por ser totalmente anónimo, adquiriendo tintes virales
y así llegar a una mayor audiencia y tener mayor repercusión: en definitiva
hace más daño.
Por parte del agresor existe
falta de empatía y al mismo tiempo desinhibición ya que se atreve a decir cosas
muy denigrantes e hirientes que seguramente no sería capaz de decir a la cara.
Por supuesto que existe ese componente de fácil acceso a las TIC (tecnologías
de la información y la comunicación), a edades cada vez más tempranas y ese es
el grave problema. Es por ello que las familias deben proteger a sus hijos e
hijas, observando muy de cerca y haciendo un seguimiento de las páginas web que
consultan, lo que suben o no suben a las redes sociales, las fotografías y
también advertirles de los peligros de contactar con personas de forma virtual
que quizá estén suplantando la identidad de personas que piensan que ya conocen. El hilo rojo que separa la frontera entre el
mundo real y virtual es muy fino y muchas veces difícil de distinguirlo, esos
mundos terminan por mezclarse y afectar a la ciber-víctima de tal manera que
comienza a sentirse aislada, con bajo rendimiento académico, depresión,
exclusión y marginación.
La víctima realmente
sufre ese acoso a nivel emocional, físico y social. Los tres elementos que
entran en juego son el agresor, la víctima y los observadores. Este último
elemento, el de la presencia de los observadores es determinante ya que saben
lo que está ocurriendo pero no quieren ser unos “chivatos”, lo toman a broma y
no se sienten parte de ese problema. De alguna forma, también son cómplices y
deberían de denunciar esa situación y no permitir que esto vaya más adelante. El
silencio los hace partícipes y cómplices de esa agresión.
La forma de actuar
Las víctimas deben
informar a padres y profesores, guardar las pruebas para no perderlas y por
supuesto no responder ante esos ataques y reportarlos al administrador de la
red. Los padres deben educar en el uso
responsable de las TIC, promoviendo en sus hijos valores éticos y poniendo en
juego estrategias orientadas a la propia inteligencia emocional: Explicar los
límites, dialogar con sus hijos para que tengan la plena confianza a la hora de
expresar sus emociones. No permitir que nadie los juzgue por su físico, su
forma de vestir, su nacionalidad, raza, cultura, religión. Esto es un hecho
delictivo.
En cuanto al papel del profesorado
es muy importante que se formalicen sus actuaciones bajo los protocolos que se
registran en el Plan Director para la Convivencia del centro educativo. La colaboración
de la policía Nacional, policía Local y Guardia Civil, es muy importante en
aquellos casos que revistan mayor gravedad y se vean vulnerados los derechos al
honor y la intimidad de las personas. Es fundamental, en cualquier caso, reforzar la autoridad de los docentes y
seguir los protocolos concretos sobre un protocolo de acoso y ciberacoso. Es
muy interesante el hecho de que exista una o varias personas en el ámbito
escolar con un mayor conocimiento sobre el tema, que pueda encargarse de actuar
como mediador o arbitro en los conflictos.
Los centros tienen la
responsabilidad de intervenir siempre aun cuando un hecho puntual de acoso se
lleve a cabo fuera del perímetro escolar, hablamos siempre de una intervención
educativa, pedagógica, pues no es otro
el ámbito competencial del docente.
Ante casos de acoso
graves es evidente que los profesores y educadores deben colaborar con las
autoridades en las diversas acciones policiales o judiciales que pudieran
producirse. Conviene no olvidar y dejar claro que, cuando se trata de menores
de edad, las responsabilidades jurídicas y/o penales se atribuyen a los padres
o tutores del acosador. Conviene, por tanto, distinguir entre los menores de 14
años exentos de responsabilidad penal en los que los padres serían responsables
civiles de la conducta de sus hijos y los menores entre 14 y 18 años que
podrían ser encausados por el procedimiento correspondiente, las multas, en
estos casos, las asumirían los padres. En definitiva las competencias jurídicas
están en los tribunales de menores y en las fiscalías propias que en el ámbito
territorial donde se produce el delito puedan ejercer su papel de vigilancia y
denuncia de hechos.
Consecuencias
Una importante dimensión
de las consecuencias del ciberacoso y el acoso, son los trastornos que se
producen en el niño o la niña acosados. Tales pueden ser: Sobre los hábitos del
sueño, la relación con sus compañeros y la familia, los problemas relacionados
con la autoestima, el refuerzo de los trastornos de la alimentación, el
aislamiento y en general la pérdida de las capacidades de relación del acosado.
Es en este marco en el que debe intervenir de manera necesaria los psicólogos,
psicoterapeutas y si es el caso los propios psiquiatras. No olviden que un niño
o niña acosado será un adulto candidato a tener serios problemas de
personalidad en su vida de adulto.
¿Cuál es el papel de la
sociedad? Desde mi punto de vista y en gran medida, se están desnaturalizando los
roles en la sociedad, a la hora de valorar un caso de ciberbullying. La primera
estrategia es proteger a la víctima y sacarla del centro donde está. Sin
embargo, en la mayoría de los casos esa víctima aún se siente más culpable por
su situación y por la injusta separación de su grupo de compañeros y su centro
educativo. Pero ¿qué pasa con los agresores? ¿Qué se les hace a ellos o ellas? ¿Acaso
no deberían ser ellos quienes se marchasen del centro antes que la víctima?
¿Qué papel real ejercen los jueces y de qué manera se trata a los delincuentes
acosadores en las sentencias judiciales?
Niño o joven acosador o
acosadora debería ser quienes se marchen inmediatamente del centro y ser
integrado en un proceso de reeducación, por parte de los Departamentos de
Orientación Escolar y los Asistentes Sociales que colaboran con el centro
educativo. Seria bueno que al acosador o acosadora se le mostrasen videos y
noticias sobre las consecuencias de una situación de esta índole tratando de
hacerles conscientes de cómo se sienten sus víctimas y lo que están pasando
muchas de esas criaturas. Desarrollar empatía y sensibilidad y desde luego
fomentar valores, afectividad y ponerse en manos de un psicólogo para hacerles
entender su mal comportamiento. Es como si se tratara de reinsertarlos en la
sociedad, que sean conscientes de que están cometiendo un ciber delito y quizá
en un futuro si siguen con este comportamiento podrían terminar en la cárcel.
No debemos olvidar que
los propios acosadores pueden ser victimas de problemas familiares o sociales
que les abocan a esos comportamientos, o lo que es lo mismo, el maltratador o
acosador no nace, se hace, por lo tanto también requiere de una especial atención
por parte de la sociedad.
Propuestas y reflexión
Valoren ustedes mismos y
pongan atención a los mensajes que nos llegan. La situación se está escapando
de las manos, estamos ante una involución de los auténticos valores de la
sociedad. Lo más sencillo es culpar a las tecnologías y pensar que ellas tienen
la culpa pero no es así, la culpa en cualquier caso es del mal uso que hacemos
de ellas. Les propongo que tratemos de hacer una especie de contrato con
nuestros hijos e hijas: No regalar el teléfono móvil por su cumpleaños,
comunión o fechas señaladas y así los padres tendrán más potestad para
confiscar el móvil cuando sea necesario. Otra propuesta podría ser que los
padres fijen unas normas de uso y de empleo del móvil para estar regidas por un
horario. Necesitan tener un contrato consigo mismos en el que se establezca lo
que queremos y lo que no queremos hacer en internet, por ejemplo: “no diré
nada, ni por mensaje, ni por correo electrónico, ni por teléfono a un compañero
o amigo que pueda herirle. No lo emplearé para mentir, burlarme o
engañar a otros”.
Los padres no deberían
ser tan ingenuos y por supuesto mantener su autoridad. El criterio lo tienen
que mantener los padres, aunque no sepan tanto de Tik Tok o de Twitch cómo su
hijo. En definitiva, los jóvenes deberían tener estas normas y respetarlas. En
ningún caso debemos cargar las culpas a los medios de comunicación. La
educación de las personas no puede eludir la tecnología, sería equivocado
pensarlo. La tecnología, es decir todas las tecnologías, requieren ser acogidas
a unos códigos éticos en su uso y es tarea de la sociedad darse a sí misma
estas reglas y valores, en lugar de eludir responsabilidades.
¿Cómo se sentiría usted
si alguien le estuviera acosando e interviniendo en su vida privada? El acoso
no es exclusivo de los niños y adolescentes, el acoso, como el maltrato es,
lamentablemente, un problema trasversal a todas las edades y estratos de la
sociedad. El maltratador y su víctima los tenemos más cerca de lo que creemos,
a veces ni siquiera somos capaces de detectar el maltrato que infringimos o nos
infringen los demás. La violencia es una seña de identidad en nuestra sociedad.
La vulneración de los derechos humanos está lamentablemente presente en nuestro
mundo y quizá la solución está en el comienzo, en las fases tempranas de la
vida, en definitiva en la educación. No es una broma, piénsenlo por favor.
¿Y si fuesen nuestros
hijos los maltratadores? Bien es cierto que a menos que hallamos vivido en
nuestras propias carnes estas situaciones, muchas veces resulta difícil de
imaginar. Los adultos estamos para proteger a los menores. Desafortunadamente, sigue
existiendo mucha hipocresía respecto a este tema y son muchos los menores a
quienes les preguntas si han sido testigos de una situación de ciberbullying y
la mayoría no se atreven a reconocerlo. Sin embargo, los números de las
estadísticas hablan por sí solos. Otro hecho es que siete de cada diez niños
consumen pornografía y se reproduce el mismo número de padres y madres que no
reconocen que este hecho exista.
Para terminar volvamos al primer párrafo de este artículo. Pensemos en ese spot televisivo del que les hablaba. Les pido que lo vean en familia y lo comenten con sus hijos. Esa es una forma de comenzar la lucha contra la libertad y la intimidad de los seres humanos.
María
Remedios Juanes Silvestre
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