Cada
15 de octubre celebramos el Día Internacional de las Mujeres Rurales.
La Asamblea General de las Naciones Unidas quiso fijar esta efeméride,
un día antes de la conmemoración del día Mundial de la Alimentación,
precisamente para destacar el importante papel que desempeñan las
mujeres rurales en la producción de alimentos, así como en el desarrollo
agrícola y económico.
Así
es, las mujeres participamos, desde el nacimiento, en ese primer
vínculo entre la vida y la alimentación de los seres humanos. A través
de la lactancia materna, proporcionamos la primera y más esencial fuente
primaria de alimentación nutritiva y cargada de anticuerpos, que
refuerza el sistema inmunológico de los bebés, en sus primeros momentos
de vida.
De
manera similar, en muchas comunidades rurales alrededor del mundo, las
mujeres desempeñan un papel central en la producción, preparación y
distribución de alimentos.
Son
responsables de la siembra, el cuidado del ganado, la recolección, la
transformación e incluso de la comercialización. Todo esto lo hacen
mientras compaginan las tareas domésticas y la crianza familiar.
Desde
la antigüedad, en muchas sociedades agrícolas el rol de las mujeres ha
estado vinculado a la fertilidad de la tierra. El acto de sembrar, era
visto como una actividad que requería cuidado, paciencia y una relación
cercana con la naturaleza. Las mujeres también eran las encargadas de
transmitir el conocimiento sobre las semillas, los ciclos de cultivo y
las prácticas agrícolas. En muchas comunidades rurales, eran quienes
garantizaban la seguridad alimentaria de la familia, actuando como
administradoras de los huertos y desarrollando habilidades en el manejo
de la tierra y los cultivos.
Sin
embargo, el rol de las mujeres en la producción alimentaria comenzó a
ser relegado por los hombres durante la Revolución Agrícola y se
consolidó más claramente en la Revolución Industrial. Con el desarrollo
de la agricultura a gran escala y la introducción de herramientas y
tecnologías más pesadas para el trabajo en el campo, el trabajo agrícola
comenzó a asociarse más con la fuerza física, un rasgo tradicionalmente
atribuido a los hombres. Esto marcó el inicio de la marginación de las
mujeres en los trabajos productivos del campo, concentrándose más en
tareas domésticas o agrícolas menores, mientras los hombres asumían
roles más visibles y decisivos en la producción.
Además,
a medida que las sociedades avanzaban hacia estructuras económicas más
formalizadas, la propiedad de la tierra se convirtió en un factor
crucial. El derecho a poseer y administrar tierras quedó, en su mayoría,
limitado a los hombres, lo que relegó a las mujeres a roles
subordinados en la producción agrícola. Esto también fue reforzado por
sistemas patriarcales que otorgaban a los hombres el control sobre los
recursos productivos, incluidos las tierras y otros bienes inmuebles.
A
pesar de esto, las mujeres rurales, aunque invisibilizadas, nunca han
dejado de ser esenciales. La Organización de las Naciones Unidas para la
Alimentación y la Agricultura (FAO) estima que las mujeres representan
el 43% de la fuerza laboral agrícola a nivel mundial. En algunas
regiones, como el Sur de Asia y África, la proporción es aún mayor. Sin
embargo, su contribución sigue siendo subestimada y, a menudo, no
reconocida formalmente. A nivel mundial, las mujeres solo poseen el 13%
de la propiedad de las tierras agrícolas. Sin acceso a la tierra, las
mujeres encuentran serios obstáculos en el acceso a recursos
financieros, como los créditos, lo que a su vez dificulta el acceso a
recursos tecnológicos y formativos. La FAO calcula que, si las mujeres
tuvieran el mismo acceso a los recursos productivos que los hombres, se
podría aumentar el rendimiento agrícola entre un 20% y un 30%, lo que
contribuiría significativamente a reducir el hambre en el mundo.
Habrá
quien cometa el error de pensar que esta realidad solo ocurre en las
zonas más empobrecidas del mundo, pero incluso en los países
desarrollados, sigue existiendo una clara infravaloración del papel de
las mujeres en las zonas rurales y agrícolas. En España, las mujeres
constituyen en torno al 30% de la población agrícola activa y menos del
25% de las explotaciones agrarias están registradas a nombre de mujeres,
a pesar del impuso que se dio a la Ley 35/2011 de Titularidad
Compartida del Gobierno de España.
En
el ámbito autonómico el desarrollo normativo ha sido bastante raquítico.
De hecho, la única Región de España en legislar para promover la
titularidad compartida de la tierra es Castilla- La Mancha, que desde
2015 ha multiplicado por ocho el número de explotaciones compartidas.
Siendo un dato extraordinario, queda mucho por avanzar. Es necesario un
mayor esfuerzo en la difusión de estas normativas y los beneficios que
conlleva esta regularización, como el acceso a las subvenciones
agrícolas y a prestaciones de desempleo y jubilación. Esto ayudaría a
reducir la brecha económica y de pensiones del 30% que existe entre
hombres y mujeres del medio rural.
Además
de la falta de difusión, otro obstáculo para el avance de las mujeres
en la titularidad de tierras es la sobrecarga que enfrentan. Las mujeres
rurales combinan las tareas agrícolas con las de cuidadoras informales,
históricamente atribuidas en exclusividad a nosotras, en zonas con
altas tasas de envejecimiento demográfico y donde no siempre es fácil el
acceso a los cuidados formales.
En
la Unión Europea, hemos abordado este problema durante la elaboración
del Pacto Rural Europeo, enmarcado en la Visión a Largo Plazo para las
Zonas Rurales, que busca empoderar a las mujeres rurales y reconocer su
papel esencial en las economías rurales. Este instrumento aboga por
mejorar el acceso a la financiación, a la formación y el fomento del
emprendimiento femenino, facilitando la creación de redes y proyectos
empresariales sostenibles y generar ingresos autónomos.
La
PAC (Política Agrícola Comunitaria) y el FEADER (Fondo Europeo Agrícola
de Desarrollo Rural) también han incluido medidas clave para apoyar la
titularidad compartida e incorporar mujeres jóvenes en el sector
agrícola. El Plan Estratégico 2023-2027 presentado por el Gobierno de
España desarrolla estas importantes medidas, y otras más, en
coordinación con las Comunidades Autónomas.
Por
último, conviene significar la enorme importancia de promover la
diversificación económica y el emprendimiento rural, fomentando la
creación de empresas rurales lideradas por mujeres en sectores como el
turismo rural, la agroindustria y otros servicios rurales.
El
camino se está construyendo, ladrillo a ladrillo, en lo que es uno de
los retos más importantes y necesarios para el desarrollo humano, la
seguridad alimentaria y la competitividad de nuestro territorio.
Feliz día Internacional de las Mujeres Rurales.
Cristina Maestre Martín de Almagro.
Diputada en el Parlamento Europeo por el Grupo de Socialistas y Demócratas.
Miembro de la Comisión de Agricultura.