Hace casi dos décadas, una profesional de la salud mental muy conocida y apreciada en la comarca me habló de un patrón de conducta familiar un poco peculiar, que se presenta y perpetua mucho más frecuentemente de lo que pueda imaginar. Este estilo de gestión o organización familiar es conocido como familia piña, familia pegamento o familia aglutinada. Es un modelo familiar disfuncional, llegando a rozar en algunos casos tintes de toxicidad, con evidentes consecuencias en la estabilidad emocional y salud mental de quien lo vive y sobre todo sufre. 

La raíz etimológica de la palabra familia se encuentra en latín “familia”, y hacía referencia a un “patrimonio domestico”. A día de hoy se entiende por familia, un grupo de personas unidas por relaciones de parentesco o convivencia. La familia es una de las piedras angulares en la supervivencia y desarrollo de las personas. La familia es sinónimo de protección, e influye en la educación como en la formación de la identidad personal. La familia es el primer centro de aprendizaje, en seno de la familia se aprenden muchos de los valores y creencias que acompañaran a la persona a lo largo de todo su proceso vital.

No existe un modelo unitario de estructura familiar ya que los mismos siguen evolucionando, adaptándose constantemente a nuevas realidades sociales, culturales o religiosas.  Sea cual sea la estructura familiar de base, familia representa una de la columna vertebral de la sociedad.

En línea general podemos dividir las estructuras familiares en dos grandes bloques: Las individualistas y las aglutinadas.  En las individualistas la autonomía y la independencia personal representan los dogmas categóricos. Los intereses propios y personales se encuentran siempre por encima de los comunitarios y familiares. 

A las antípodas de los modelos individualistas se encuentran los prototipos aglutinados, en los cuales los intereses colectivos prevalecen sobre los particulares. Y en este característico modelo de estructura familiar vamos a centrar nuestra atención. 

El modelo de familia piña es un modelo mucho más frecuente de los que se pueda imaginar. Este peculiar estilo familiar, castra al nacer cualquier tipo de individualismo que se salga del “estatuto” tácito que se perpetua desde hace generaciones. 

El chantaje emocional es la herramienta de base que el matriarcado o patriarcado (da fachada), suele ejercer de forma explícita y a veces de forma más sutil y tacita, con el fin de mantener un marco de estabilidad y de equilibrio. Estos tipos de conductas persuasivas presentan a veces tintes manipuladores, que producen sentimientos de culpa a quien la padecen. 

La lealtad y el sentido de pertenencia a la familia son los primeros dos mandamientos, a respetar y perpetuar, contra todos y todo. Defender el honor, la respetabilidad así como la reputación y el prestigio la “imagen” hacia fuera, son los objetivos de cada componente. Entrar a hacer parte de un contexto o de un clan familiar aglutinado requiere pasar por filtros y pruebas de lealtad. Aunque el estatus de miembro “político” siempre estará relegado a un rol secundario. 

El principio básico en una  familia aglutinada es el todo por uno y uno para todos. Las familias piñas, aunque no siempre, suelen generarse alrededor de un “capital” negocio o fuente de ingresos. Defender y ampliar  el mismo, además de protegerlo de extraños es una de las prioridades irremplazables.  

Las familias piña son esquemas jerárquico y  piramidal. Los roles suelen ser preestablecido y con limitado margen de maniobra. Si eres el “listo” seguirá siendo el listo toda la vida, pero si eres el “tonto”, ya sabes, la  sentencia  está emitida.  En las familia aglutinadas ocurre con frecuencia un fenómeno que en psicología es conocido  como identidad profesionales previamente cerrada, que consiste en la limitación de las  expectativas o posibilidad de los componentes sobre todo a nivel laboral. Los componentes de familias aglutinadas, sufren una castración no propiamente física, pero igual de dolorosa y limitante. 

Pinchar la burbuja y salir de los esquemas cerrados y estables requiere de un gran esfuerzo y compromiso emocional.  Romper la cadenas emocionales con la familia es muy parecido a un proceso de duelo. Que genera sobre todo  sentimientos de culpa.

A los hijos de familias piñas le cuesta un sobre esfuerzo independizarse, y generar una familia de creación que se distancie de la familia de nacimiento.  Si este tema no es abordado de forma exhaustiva antes de independizarse puede ser uno de los motivos de fracaso de la nueva unión. 

Como repito a todos: romper las cadenas emocionales salir de sistemas tóxicos, no significa dejar de querer . Se puede ser buen hijo y buena hija sin buscar la aprobación constante de sus padres o otros miembros de la tribu. Se pueden tomar decisiones y sobre todo equivocarse  sin el permiso o el beneplácito de la familia de nacimiento. 

Ni las familias individualistas ni las aglutinadas son modelos idílicos. La virtud, como siempre, se encuentra en el medio. El ideal sería un estilo familiar que se rija por una sana comunicación bidireccional, donde  no se limiten las perspectivas, corten las alas a los sueños o  las iniciativas que se alejen de perspectivas herméticas y endogámicas. 

Un estilo de familia ideal es una familia que ofrece una cierta estabilidad en su núcleo pero al mismo tiempo proporciona radio de flexibilidad y apertura hacia fuera.