Como tantas otras veces lo hemos hecho casi en familia y sin dar ruido. Hemos sido una veintena de personas con ganas de seguir transformando este paraje hace unos años olvidado. Y lo bonito es que vamos viendo los resultados del esfuerzo realizado en otras campañas y de la eficiencia de los riegos que hemos llevado a cabo este mismo verano. Los plantones puestos hace 2 años progresan adecuadamente. Lo hacen también un buen número de los árboles de más savias y hasta se pueden ver desde el satélite los pinos piñoneros plantados hace 2 años. En un territorio tan desarbolado como el que nos ocupa, saber que estamos creando la sombra que disfrutarán las generaciones futuras nos llena el alma. Nosotros no esperamos otra cosa que no sea dejar una huella amable en nuestro rincón del mundo.

Como un grupo humilde y escaso en recursos que somos no hacemos grandes cosas. ¿O tal vez, sí? Decía Eduardo Galeano que "mucha gente pequeña, en lugares pequeños, haciendo cosas pequeñas, pueden cambiar el mundo". Nosotros nos lo creemos.

Esta vez nos hemos volcado en devolver a la vida una hectárea sobre la que se han puesto en torno a 150 plantones. Allí se ha quedado nuestro sudor y nuestro aliento, pero eso no durará mucho. También hemos dejado ese puñado de árboles y matorrales que darán origen a un paisaje menos monótono. Esperamos que eso dure mucho más, incluso siglos. Nuestra esperanza es que algún día alguien se siente a la sombra de alguna de nuestras encinas, que también son ya vuestras, y se pregunten qué sería de la vida de aquellos que las plantaron. Nosotros ya no estaremos, pero aquí quedará el espíritu de un grupo de personas que se vuelca en la restauración de unos entornos que son de todos porque creemos en ello.

 El próximo fin de semana nos toca recoger semillas para que esta cadena no se pare. Seguro que cada vez seremos más.