Opinión

Día de la Enseñanza: una jornada para hacernos meditar en lo que queremos para las futuras generaciones

María Victoria García Olmedo | Viernes, 15 de Noviembre del 2024
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Cierren los ojos. Elijan a cualquier persona de su entorno, de su familia, de sus amistades. Piensen en su vida, en su trayectoria, ¿pueden verla? ¿la tienen?

Ahora, háganlo eliminando a los médicos y a los maestros que han formado parte ella.

Con esta reflexión nos recibió mi profesor de Lingüística española, José Sánchez Robles, en mi primera clase en la Escuela Universitaria de Magisterio en Albacete, allá por el mes de septiembre de 1996.

Yo, como alumna obediente, cerré los ojos y traje a mi mente a mi padre. Una vez oída la pregunta de mi profesor, recuerdo que mi rostro esbozó una sonrisa, y supe, en ese mismo instante y a mis 18 años, que estaba en el lugar exacto e idóneo para ser en la vida lo que deseaba ser con todas mis fuerzas: maestra. Y aunque lo había dado por hecho en muchas ocasiones, fue en ese preciso segundo cuando entendí la importancia de la profesión a la que deseaba dedicarme el resto de mi vida. Porque creo, que tanto un médico, como un maestro, al igual que otras muchas profesiones, son imprescindibles para la vida de cualquier persona, y uno lo es, para toda la vida.

Ahí comenzó mi pasión por enseñar, y a la vez, por aprender. Porque lo de transmitir conocimientos a los alumnos y alumnas se da por hecho, pero puedo asegurar que no hay día que en mi maletín de maestra no me lleve nuevas enseñanzas de educandos y compañeros educadores.

A lo largo de mi infancia y adolescencia pude experimentar lo que sentía un profesor al ver evolucionar a un alumno o alumna, comprobar que conseguía metas y sumaba logros uno tras otro, aunque hubiera dificultades en el camino. Pero también, pude sentir el orgullo de percibir el agradecimiento perpetuo de pupilos hacia un profesor, y no solo por enseñarles contabilidad, cálculo mercantil o acompañarlos en unas prácticas de oficina, sino por transmitir valores y un saber estar que, por desgracia, se echa mucho de menos hoy en día.

Yo lo tuve fácil. Mamé la vocación docente desde la cuna, pero fue al convertirme en educadora cuando realmente entendí su significado. Comencé como maestra de adultos, por primera vez sentí que mi trabajo tenía un impacto real en aquellos agradecidos estudiantes, pero no sabía que una llamada me obligaría a dejar atrás todo lo conocido:

—Mañana te esperan en el CEIP Badiel de Guadalajara. Se te ha otorgado una sustitución para 15 días.

Y que, en ese momento exacto, tengas que hacer la maleta y dejar todo lo que tienes entre manos porque comienza una nueva etapa en tu vida… Todo ello, y tras

los 19 años que han transcurrido desde entonces, no ha cambiado la idea que tuve en aquel ya lejano 1996: tengo la profesión vocacional más bonita y gratificante del mundo.

Un mundo que necesita maestros y maestras que tengan en su pensamiento la idea de mejorar cada día. Tenemos en nuestras manos trozos de arcilla por moldear deseosos de coger forma. Una forma que los prepare para un mundo duro, ambicioso, deseoso de valores y buenas personas. Personas que sean capaces de ver la hermosura de un cuadro de Degas o de sentir la pasión de Gustavo Adolfo Bécquer con la vuelta de sus golondrinas. Seres humanos deseosos de aprender, de esforzarse, de ser buenos compañeros, de conocer la cultura del esfuerzo, para lograr ser excelentes profesionales en lo que les atraiga y, sobre todo, que les haga feliz.

Hoy celebramos el Día de la Enseñanza. Un día para hacernos meditar a educadores y familias qué es lo que queremos para las futuras generaciones. Pero no para el mañana, sino para el hoy. Porque esos pequeños ya están en nuestras manos, y en sus pequeñas manos está el presente y el futuro de un planeta que nos necesita a todos. Con buena formación, con valores férreos y con valentía, mucha valentía, para enfrentarse como David a Goliat ante las adversidades que el devenir traerá.

A mi padre. A mi hermano. A Antonio. Docentes de vocación y corazón.

MARÍA VICTORIA GARCÍA OLMEDO

15 DE NOVIEMBRE DE 2024. DÍA DE LA ENSEÑANZA EN CASTILL

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