Opinión

Los verdaderos gladiadores de Roma

Daniel Cuadrado Morales | Viernes, 22 de Noviembre del 2024
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Aprovechando que el estreno de la segunda parte de la aclamada Gladiator de Ridley Scott ha vuelto a poner la antigua Roma y los gladiadores de moda, vamos a contar un poco cómo eran realmente estos espectáculos.

Los primeros combates de gladiadores de los que se tiene noticia se celebraron —según Tito Livio— en Roma, en el año 264 a.C, en plena Segunda Guerra Púnica y en un marco que poco tenía que ver con los juegos; en el funeral de un noble en el Foro Boario. De hecho, tanto es así, que el carácter sagrado de los combates gladiatorios se mantuvo en su denominación, siendo conocidos como munera en lugar de ludis que es el término latino para referirse a los juegos. 

Con el paso del tiempo, los combates gladiadores fueron perdiendo paulatinamente su significado sacro para convertirse, hacia los últimos tiempos de la república, en una poderosa herramienta política. Aquellos aristócratas que alcanzasen el poder, o que pretendieran presentarse a alguno de los cargos públicos, solían financiar una serie de espectáculos para el pueblo con el fin de ganarse su favor. Es durante esta fase final de la república donde se produce la famosa rebelión del gladiador Espartaco, en el año 73 a.C que fue aplastada por las legiones de Craso y Pompeyo.

Será en época imperial cuando los combates gladiatorios alcancen su máximo apogeo, siendo utilizados por los emperadores para conmemorar sus triunfos o durante las festividades. 

Los gladiadores luchaban, por lo general, en los edificios conocidos como anfiteatros, siendo el más famoso el anfiteatro Flavio, llamado popularmente Coliseo. Esta impresionante construcción situada en Roma, fue iniciada por el emperador Vespasiano e inaugurado por su hijo y sucesor, Tito. Se tardó diez años en construir, entre el 70 y el 80 d.C. Los juegos inaugurales se extendieron por 100 días, y famoso fue el episodio del combate entre los gladiadores Prisco y Vero. 

En el anfiteatro no solo luchaban los gladiadores, de hecho, una jornada de juegos comenzaba por la mañana, con las cacerías de animales y luchas entre ellos. Estos espectáculos eran conocidos como venationes. Hacia el mediodía se llevaban a cabo las ejecuciones de condenados, a los que a veces se les hacía pelear con yelmos cegados que les impedían la visión. Se llamaba a estos luchadores andabatae. Es durante las horas de las tarde cuando se celebran los verdaderos combates de gladiadores, y en contra de la creencia popular, estos enfrentamientos no siempre acababan con la muerte del rival. De hecho, era habitual que un gladiador derrotado sobreviviese a la pelea si había demostrado luchar con arrojo y valor. Debemos tener en cuenta que aunque los gladiadores fuesen esclavos o pertenecientes a clases sociales muy pobres, su dueño —el lanista— debía invertir mucho dinero en adiestrarle en las diferentes formas de lucha, alimentarlo, mantenerlo… Por tanto, perder a un gladiador en cada combate no era en absoluto rentable. 

En la gladiatura podemos encontrarnos con distintos tipos de luchadores, armados según especialidad. Por ejemplo, el retiarius combate armado con una red combate armado con una red y un tridente o un puñal, el mirmillo es un tipo de gladiador pesado equipado con protecciones en brazos y piernas, una espada corta, un escudo rectangular parecido al usado por las legiones y un llamativo y gran casco con aleta. Había otros muchos, el secutor, provocator, tracio…existieron incluso mujeres gladiadoras, gladiadores a caballo, arqueros (sagitarii). Cada uno de estos combatientes se entrenaba en los llamados ludus por instructores. 

Una vez en la arena, los gladiadores saludaban e iniciaban el combate, que era vigilado en todo momento por un juez para asegurarse de que ambos contendientes respetaban las normas establecidas (como sucede hoy en día con los boxeadores). Todo estaba muy teatralizado, golpes, movimientos… Se trataba de dar un buen espectáculo. El choque terminaba cuando uno de los dos gladiadores se rendía y pedía la clemencia del público, que podía pedir su perdón o su ejecución. La decisión la tomaba el emperador o el llamado editor, que solían plegarse a los deseados del público del graderío. 

Con el paso del tiempo, en especial hacia el siglo III que trajo una grave crisis al Imperio romano, los espectáculos gladiatorios fueron disminuyendo y los combates entre personas fueron abolidos en el siglo IV, ya cuando el Imperio estaba cristianizado. 


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