"La felicidad es tener alguien a quien amar y algo que esperar". Eugenio Varch.
La búsqueda de la felicidad es algo inherente al ser humano. Que todos deseamos ser felices es algo que resulta irrefutable. Sin embargo, a la hora de matizar en qué consiste la felicidad, qué cosas, elementos, situaciones o valores son aquellos que nos hacen felices...las divergencias parecen existir de manera notable.
Para unos, la felicidad es gozar de un estado anímico perfecto, para otros consiste en lograr una situación de confort económico o reconocimiento social, bastantes la cifran en su seguridad, en el placer, en la tranquilidad, incluso en la paz; y así podríamos ir enumerando los múltiples extremos que la causan. Sin embargo, analizando lo que encierran, creo que todas ellas se quedan en simples sucedáneos de felicidad o al menos en felicidades parciales que resultan pasajeras o efímeras. Buscar la felicidad en la posesión de cosas y bienes crea una dinámica de dependencia, nunca de liberación; produce el mismo efecto que el agua salada para intentar apagar la sed, cuanto más la bebes, más sed se tiene.
Si la felicidad es una, deberíamos en consecuencia encontrar aquello que hace felices a todos los seres humanos. Es entonces cuando nos veríamos determinados a modificar la perspectiva de lo cósico para adentrarnos en el terreno de lo personal. Porque ese admirable elemento que nos pone a todos de acuerdo tiene un nombre y apellido: la generosidad en sus distintos grados, el amor a los demás. Un amor definido hacia alguien en concreto. El amor como agua que calma la sed.
Si la felicidad se presenta de antemano como algo muy indeterminado, si la felicidad no se conoce mientras no se experimenta...y cuando sucede exclamamos eureka, la encontré...el encuentro personal con un ser amado, produce ipso facto la apertura de una enorme espita y una luz que ilumina de otra manera nuestras vidas. La felicidad marca de manera experiencial la plenitud de nuestro ser. Como si toda nuestra maquinaria vital funcionara de una manera tan bella y grata que encontráramos sentido a todo lo que existe. Es la armonía que el amor produce en el interior del ser humano. Pero la frase que encabeza estas líneas añade otra condición a la de amar para ser feliz; es la de esperar algo.
¿Se puede alcanzar la felicidad sin necesidad de mantener una espera? Para Varch parece ser que no y para quienes han alcanzado la felicidad profunda, trascendente, no el mero placer por poseer cuanto más cosas mejor, tampoco.
Este domingo da comienzo el Año Litúrgico con el Adviento, un tiempo éste, eliminado socialmente, que no para los creyentes, por la celebración de una Navidad anticipada atendiendo a razones lúdicas y comerciales, que ofrece esa oportunidad, un tiempo para dar reflexionar de forma sosegada sobre el origen, sobre el porqué y para qué de lo que somos, un tiempo en el que esperar. El Adviento es un tiempo propicio para realizar ese viaje admirable que tiene como meta, como final conocer el auténtico sentido de nuestras vidas. El Adviento es un tiempo de búsqueda, de preparación para la "venida del Redentor", que ese es precisamente su significado.
¡Feliz Adviento!
{{comentario.contenido}}
"{{comentariohijo.contenido}}"
Viernes, 6 de Junio del 2025