Opinión

El (sutil) engaño

Ramón Castro Pérez | Jueves, 12 de Diciembre del 2024
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Son tres los demonios que habitan en mí. Uno es violento, otro ejerce la manipulación con maestría y el último no es más que un alcohólico simplón. Con el paso de los años, han ido envejeciendo con distinto resultado. El primero de ellos, muy activo, ya en la niñez, dormita, ahora, durante la mayor parte del tiempo, evitando la confrontación. También al segundo le ha ido ganando terreno la pereza y, cada vez, emplea menos la inteligencia y más la lengua. Sin embargo, la decadencia que describo no se corresponde con el último de ellos, quien aprovecha la profunda depresión en la que se hallan sumidos sus congéneres para enfrentarse, en solitario, a mí. He de confesar que ha tenido éxito, pues desbarata mis rutinas, arrastra mi trabajo por el suelo y ha devastado mi vida privada, convirtiéndome en una caricatura de él mismo. Ha convencido a sus hermanos para que no protesten y ha conseguido que yo sea, ahora, alguien incapaz de rebelarse contra lo que me está matando. Me gustaría pegarle o, mejor aún, manipularle, pero no encuentro quien me ayude. De todos los demonios que poseo dentro, me abandonaron los que podrían haberme sacado del pozo en el que tú, sí, tú, acabaste hundiéndome. Y eso que parecías el más simplón. Con el que más me reía.

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