Esta tarde de viernes se está empleando bien con el frío. En cuanto he llegado a la cafetería, he pasado dentro, sin esperar, como de costumbre, en la puerta al amigo.
No tarda en presentarse. Lo he conocido por los años que llevo tratándolo, pero viene como empaquetado y como dicen algunos “de incógnito”. Sombrero de fieltro color marengo bien calado, bufanda ancha que le cubre toda la cara y la parte de cabeza, que no tapa el abrigo de paño, también color gris oscuro, los ojos la única parte de su cuerpo que lleva al desnudo.
Saluda con una expresión parecida a “uf qué frío” o por lo menos es lo que he entendido. Necesita una silla para colocar meticulosamente todas las prendas de las que se desprende. Concluye frotándose las manos deseando restablecer la circulación sanguínea. Ya sabéis, queridos lector y lectora, que Ciri es muy aprensivo y el frío incendia su termómetro de cuidados anti afecciones.
Puedes comprender que en el entretanto me mantengo en silencio, sin quitar ojo a sus maniobras. Justamente al terminar llegan los cafés y la magdalenas, éstos haciendo bailar al vapor y al perfume en una danza silenciosa atravesada por un rayo invernal de sol tardío.
Los ojos de mi amigo festejan la visión y están cerca de un arrebato místico. Ni un segundo necesita para volver a la realidad material y disponerse a degustar los manjares presentes.
Apenas ha hablado en todo este tiempo, por eso aprovecho para colocarle una “banderilla” sobre un comentario que me había transmitido su señora. Pretendiendo disimulo apostillo:
—Estamos muy cerca de la Navidad, más de mediado el Adviento. A propósito, amigo, sabes lo que significa Adviento ¿no?
La mirada que me echa Ciri podría situarse en los instantes previos al asesinato.
—Me voy a “c… en to”. Ya te ha comentado mi mujer la trifulca que montamos el otro día con dos de mis nietos —responde Ciri realizando un esfuerzo sobrehumano por no seguir vomitando palabras insensatas, que no son propias de él—. Te cuento, llegaron los dos niños a casa para merendar, después de la catequesis en la parroquia y a la pregunta de la abuela por lo que habían aprendido esa tarde, se desató la tormenta. Cada uno de los niños querían preguntar cientos de dudas, pisándose el turno el uno al otro, que les habían quedado sin aclarar por la catequista; de modo que no terminaba de responder a una cuestión cuando ya tenía el otro niño dos más preparadas. No daba abasto a responder. A mi señora no se le ocurrió otra cosa que las preguntaran al abuelo que sabía más que ella sobre esa cuestión.
—¿Cuál era la causa de tanta algarabía? —lo corto para regodearme un poco con la situación.
—Pues eso que me has preguntado, el Adviento.
—Tampoco es tan difícil aclararles a los niños tal asunto, Ciri —le añado, echando más leña al fuego de su desasosiego.
—¡Que va…, facilísimo! Ponte en situación y verás. Los niños saben, porque así se lo hemos enseñado, que el día 25 de diciembre nació Jesús el Señor y lo celebrábamos en Navidad, que quiere decir Natividad, o sea, el día del nacimiento. Para decirlo con una palabra celebramos el “cumpleaños” de Jesús, de este modo es comprensible a la mentalidad de los niños. Pero he te aquí que les han dicho en catequesis, que las cuatro semanas anteriores a tal fecha reciben el nombre de Adviento y durante ese tiempo debemos prepararnos los cristianos, para celebrar la venida de Jesús. En sus cabecitas hay una dificultad grande, celebramos el nacimiento de Jesús o el de Dios. ¿Es que Dios nace cada año? Si nace cada año un Dios ¿cuántos Dioses hay? Pero el catecismo dice que hay un solo Dios.
—¡Válgame Dios! Ahora entiendo tu exaltación primera, compañero y ¿cuál fue la conclusión?
—Si te la cuento no vas a creerme. Estuvimos hablando y discutiendo mientras que duró la merienda. Al terminar, el mayor después de beber el último trago de leche, poniéndose muy serio me dice: «Abuelo no te enteras, vas a venirte con nosotros el próximo día a catequesis, para que te aclares un poquito». ¿Te da o te raspea?, puedes comprender que me quedé boquiabierto, sin poder articular palabra alguna. Menos mal que al irse, me dieron un beso y me dijo al oído: «Aunque no te enteres te queremos mucho».
—Pero, hombre Ciri, con unos nietos así da gusto enfrentarse y contrastar preguntas y respuestas —lo apoyo sin cesar de reírme, pero con moderados aspavientos—. Debo añadirte que, en lo que se refiere a las celebraciones de estos días hay millones de preguntas que hacerse y encontrar respuestas. Por ejemplo, sobre qué fecha está datado el nacimiento de Jesús. La historia la temporalizamos con antes de Cristo (a C) y después de Cristo (d C).
—Eso es una evidencia aplastante —responde mi amigo.
—El problema es, que no se puede determinar con la exactitud que nos gustaría a los habitantes del siglo XXI la fecha justa; hay una oscilación de unos cuatro años. Se sabe que en Roma (imperio invasor de Palestina en aquel tiempo) reinaba Cesar Augusto y en Judea el rey Herodes el Grande. Determinar el día 25 de diciembre como fecha del nacimiento de Jesús es otro reto de gran calado. En aquel tiempo se data con el “dies natalis” haciendo mención al día de la muerte de la persona, porque era cuando nacía a la vida eterna con Dios, no el día del nacimiento natural, de ahí la fecha de la celebración de los santos en el Calendario Católico.
—Este dato también lo conocía, siendo sincero he de decirte que me parece acertado. Pero con el asunto del nacimiento de Jesús oscilaríamos unos treinta y tres años.
—Así es. Vamos a dejar la investigación de fechas históricas para otro momento. Y revisamos una anécdota que casi nadie conoce. En estas fechas, querido Ciri, ya habéis puesto el belén en casa.
—Cierto. Tenemos costumbre, mi señora y yo, de ponerlo el mismo día de la Inmaculada.
—¿Acierto si afirmo que junto al Misterio habéis colocado las figuras de la mula y el buey?
—Aciertas plenamente, ojalá y yo atinara así el número de la lotería —responde Ciri con una carcajada de las suyas.
—Escucha que te vas a asombrar. Relacionando el conjunto de leyes judías del tiempo de Jesús con las Ciencias Naturales, nos da un resultado interesante. Una mula nace del cruce de un burro con una yegua, y por otra parte la Torah prohíbe poseer, trabajar o negociar con animales resultados de cruces entre especies. Por lo tanto, en la cueva de Belén, donde dicen los evangelistas, que nació Jesús nunca pudo haber mulas, sí burros, ovejas, perros, etc.
—Me has dejado helado, compañero, más que cuando llegué a nuestra reunión, —reacciona Ciri después de repensar mis últimas palabras— pues a mí me gusta que la mula haga compañía al resto de figuras.
—Me parece extraordinario. En tu casa puedes hacer lo que quieras, siempre que lo negocies con tu señora. Sin embargo, hay que estar muy al día de los avances de las ciencias foráneas, para entender todos los asuntos relacionados con la religión.
Salimos de la cafetería limpiándonos los restos azucarados del mantecado con que hemos puesto fin a la charla de este viernes.
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Jueves, 13 de Marzo del 2025
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