Cuando los periodistas y
colaboradores de este medio nos propusimos elegir un personaje del año para
hacerle una entrevista y publicarla el último día del 2024, pronto supimos que
la tarea no será fácil. En el año que acaba fueron muchos los tomelloseros que
destacaron en diversos ámbitos y había que quedarse solo con uno. Al final, el
elegido fue el poeta y artista, Dionisio Cañas, nombrado Hijo Predilecto de
Tomelloso y protagonista en diversos foros sobre su obra, cada vez más
apreciada y reconocida. Enriquecido y curtido por su vida cosmopolita, capaz de
engarzar la poesía con los nuevos formatos tecnológicos, empedernido amante de
su pueblo, muy amigo de sus amigos, comprometido con los débiles, sencillo,
humilde a pesar de su grandeza, hablar con Dionisio Cañas es siempre una
inyección de vida fresca
—Termina un 2024 que
ha sido especialmente fructífero para usted ¿no cree?
—La verdad es que ha sido
un año especial, primero, porque no es fácil ser profeta en tu tierra. Lo
entiendo como un reconocimiento, porque ahora hace justamente veinte años que
dejé Nueva York por Tomelloso, algo no muy frecuente en la historia de la
literatura o el arte. Creo que se ha valorado esa fidelidad al pueblo de
Tomelloso y a un trabajo de más de cincuenta años. Le digo a la gente que a mí
no me han hecho Hijo Predilecto, se lo han hecho a mi currículum y agradezco
profundamente que reconozcan mi trabajo. Estoy muy agradecido a la ciudadanía y
a las autoridades de Tomelloso. Además,
me produce mucha alegría que este reconocimiento haya venido de los dos partidos
principales.
—Dionisio Cañas
siempre ha estado bien avenido con Tomelloso y viceversa…
—Cuando me preguntaban
cómo me sentía tras dejar Nueva York y volver a Tomelloso, les contaba que
venía todos los veranos, siempre estaba yendo y viniendo, por tanto no tenía
esa sensación de ir a lo desconocido. Cuando me prejubilé a los 55 años, muy
conscientemente decidí volver al pueblo donde nací. Desde Tomelloso también he
viajado a otros lugares. La época que me tocó vivir en Nueva York era la época
de lo analógico y cuando regresé aquí ya estaba implantado internet,
aparecieron los teléfonos inteligentes, unas herramientas que te permitían
estar en contacto con todo el mundo, podía ver una exposición en Nueva York o
en París, Berlín o Londres. No era esa idea de “se va al pueblo”, no, se va al
pueblo, pero con acceso a todo el universo. Ya no se puede hablar de la misma
manera que hablábamos en los años ochenta. He vivido estos cambios en carne
propia e insisto en la idea: uno no vuelve ahora al pueblo como podía hacerlo
en el siglo pasado.
—Llama la atención su
capacidad de trabajo y de reinventarse para estar cincuenta años en el ojo del
huracán ¿cómo lo ha logrado?
—En mis primeros años de
estancia en Nueva York hice el doctorado y tuve que realizar mucho trabajo
académico, aunque paralelamente tenía una vida bastante bohemia y creativa.
Cuando ya dejé la universidad, aparqué también el trabajo más académico, de
clases, conferencias, artículos…y me pude entregar mucho más a proyectos
propios. Siempre me han gustado los retos, me los impongo yo mismo, y todavía
siento que tengo energía para afrontar otros nuevos. Ahora estoy metido en
nuevos proyectos; una ópera, un documental y posiblemente un nuevo libro de
poemas, sin que nadie me lo pida. Es una suerte no depender mercantilmente de
nadie, ni tampoco académicamente.
—¿Cuál es el secreto
de esa permanente vitalidad que acompaña a Dionisio Cañas?
—Mentalmente me siento
muy vivo, físicamente con 75 años ya es otra historia, aunque tampoco estoy
mal. Siempre he tenido un afán por aprender. En mi infancia tuve la suerte de
rodearme de personas lectoras como mi madre o mi hermana y siempre sentí esa
necesidad de aprender. Creo que la mejor manera de sentirse joven es saber que
sabemos poco, que siempre hay algo por
descubrir y plantearse nuevos retos.
—¿Se siente cómodo en
Tomelloso siendo simplemente Dionisio y no con ese rol de poeta conocidísimo
que puede dar una conferencia en cualquier universidad del mundo?
—Me ha gustado compartir
mi vida y experiencia con personas que no tienen nada que ver con el mundo de
la creatividad o el ámbito intelectual. Me siento más cómodo con personas que
me enseñan la filosofía de la vida desde una existencia sencilla y corriente.
Suelo ser una persona muy gregaria y con esto no quiero decir que no me sienta
bien al lado de amigos que tengo con gran talla intelectual. Pero me gusta la gente trabajadora porque
también me inspiran y me aportan mucho.
—¿Cuándo se cumplen 75
años se siente una mayor necesidad de crear o hacer cosas a un ritmo más
rápido?
—Nunca he tenido prisa, y
mucho menos la urgencia del reconocimiento. Lo que ocurre es que ahora tengo
más tiempo y por eso hago más cosas. Desde que me jubilé, y deje esa actividad
académica que tanto absorbe, tengo más tiempo. No es que tenga prisa porque
tenga la sensación de que me quede poco tiempo. Yo no sé hacer otra cosa que no sea estar ocupado.
—¿Cómo ve Tomelloso
desde el punto de vista del arte?
—La ciudad tiene cada vez
más actividad y potencia creativa e intelectual. No conozco todo lo que se
hace, pero sí me llega esa hiperactividad con propuestas muy buenas. Conozco
poetas, algunos y algunas, como Ágata Navalón que me parece extraordinaria. Me
produce mucha alegría que haya gente mucho más joven que asegure el futuro de
la creatividad en Tomelloso.
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Viernes, 3 de Enero del 2025
Jueves, 2 de Enero del 2025
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