En la calle Garcilaso encontramos la cueva de la hermanas Lara, otro tesoro del subsuelo tomellosero que se encuentra en perfecto estado de conservación. Una cueva inacabada, como recalcan las propietarias, pero maravillosa por la autenticidad y belleza de muchos de sus elementos. En realidad son dos cuevas, una primitiva con tinajas de barro y otra que se hizo posteriormente con tinajas de cemento que obligaría a rebajar el terreno. “Mis abuelos compraron aquí el terreno en una zona que eran huertas, aunque luego vendieron varios trozos. Ellos elaboraron vino aquí y también en el campo, donde tenían una bodega. Pero acabaron dejando la cueva a medias porque tenían que hacer vino en las cuevas de varios vecinos y decidieron cambiarse a la cooperativa”, explica Antonia que recibe con amabilidad a José María Díaz, Ana Palacios y este periodista al que hoy acompaña también el filmmaker, Sergio Moreno.
Accedemos por una escalera revestida con baldosas rústicas y un agradecido pasamanos que hace más segura nuestra bajada. El techo de la escalera describe un arco de medio punto, mientras que las paredes están reforzadas. La cueva mayor contiene 16 tinajas de cemento de 500 arrobas de capacidad, además de una más pequeña que era la del vinagre. Llaman la atención el balaustre y tres puentes que cruzan la cueva de lado a lado. Están impecables, pintados en blanco y verde, mientras que el empotrado, decorado con una bonita moldura, presenta una tonalidad burdeos.
Las tinajas de barro de la cueva primitiva son de 350 arrobas y otras más pequeñas que dan fe de su antigüedad. Antonia recuerda en sus tiempos de niña ver a las terreras trabajando en la cueva. La cueva tiene dos lumbreras con desgarre trapezoidad, que no dan a la calle y un techo en la pura tosca, en un tono terroso que le proporciona todavía mayor encanto. El suelo llegar a estar recubierto por una fina capa de cemento, pero se fue desgastando y ahora está en tierra compactada La buena iluminación propicia la existencia de esos claro-oscuros tan mágicos y está muy lograda la bóveda achaparrada que se curva ligeramente en los extremos y que nos recuerda a la cueva que visitamos años atrás en Vinumar.
Alguna zona ha sido reforzada con un pilar. Cuando deambulamos por la parte de arriba disfrutamos viendo el buen estado de las tinajas que, en algunos casos, tienen las bocas tapadas con plásticos. Concluye una visita muy agradable, aunque todavía hay tiempo para admirar un bombo en miniatura que ha elaborado otro miembro de la familia.La gente de Tomelloso sigue cuidando las tradiciones a base de bien
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