La política persigue trasladar un mensaje interesado hacia
las masas con el fin de inducirlas a creerlo a pies juntillas, en oposición a
los diferentes. Para ello, utiliza acólitos como eslabones de una cadena que
transmita las ideas, ya convertidas en dogmas excluyentes. Los debates se han
espaciado en el tiempo lo suficiente como para permitir que las trincheras se
conviertan en sepulcros inexpugnables para el raciocinio. Para cuando se
celebran, ya nos odiamos entre nosotros y, por eso, gritamos en defensa de la
verdad, la libertad y la democracia, una en la que no cabéis el resto pues sois
sus enemigos. Yo no debato con quien no se deja la piel trabajando por los
demás, con quien no siente un profundo dolor por los desfavorecidos, con quien
niega mis axiomas, justos y necesarios, los cuales defiendo a capa y espada,
con lealtad hacia la verdad.
La política, que era un arte, se asemeja a una falsa
religión, pues no toca el alma, ni trasciende de lo mundano, ni posee espíritu
al que confiar nuestro destino. Por el contrario, muestra una fe ciega en la
aversión al prójimo, no perdona sino condena, persiguiendo su destrucción para
erradicar el mal, asegurando, de una vez por todas, la paz en la galaxia.
Demasiados Jedi y un vacío en el lado oscuro haber parece, sin que reclamado
sea.
{{comentario.contenido}}
"{{comentariohijo.contenido}}"
Miércoles, 5 de Febrero del 2025
Miércoles, 5 de Febrero del 2025