Opinión

Ecología

Joaquín Patón Ponce | Domingo, 26 de Enero del 2025
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Están de moda las formas de vivir respetando los valores ecológicos y medioambientales. Nosotros añadiríamos también otra circunstancia muy importante como es la de aprovechar los recursos naturales sin agotarlos.

“Mirando en el baúl de los recuerdos”, como dice una conocida canción muy popular de hace unos años, hemos visto un caso que seguro se acopla a todos los sellos ecológicos que podamos a ponerle a una forma de vivir: Se trata de la vida y la forma de trabajar de un agricultor tomellosero hace cien años.

En primer lugar diremos que nos hemos fijado en uno de los que se llaman por aquí pichuleros”, gente que trabaja sus tierras, y no le falta de nada, pero tampoco le sobra.

Hace cien años, para que un hombre en buena edad trabajase todo el año en lo suyo necesitaba tener al menos diez hectáreas de tierra, una o dos mulas, un remolque para traer la mies y la uva, una casa grande y una bodega-cueva para elaborar el vino y conservarlo todo el año.

En las fechas de que estamos hablando había en Tomelloso miles de “pichuleros”. Esta población manchega ya tenía una potentísima economía basada en las uvas, el vino y la destilación de éste. También se sembraban cereal y melones.

El cultivo más importante eran las diez hectáreas de viña de la variedad airén, de secano, en las que cosechaba nuestro pichulero sobre cincuenta mil kilos de uva de una graduación de entre once y doce grados de glucosa.

Hace cien años prácticamente todas viñas de La Mancha eran del país. La cantidad de uva mencionada le permitía obtener sobre cuarenta mil litros de vino blanco con un grado de alcohol entre doce y trece, de una extraordinaria calidad.

Todo el proceso de la elaboración y conservación del vino lo hacía en su bodega-cueva. Lo dejaba allí y lo vendía durante todo el año.

Las diez hectáreas estaban plantadas de viña. Cuando alguna de las viñas con más edad de las que tenía nuestro “pichulero” se hacía muy vieja y había que sacarla y plantarla de nuevo, el plazo en que estaba sin cepas era solo de un año.

La tierra propiedad de un agricultor tomellosero nunca estaba baldía. El año que estaba libre de cepas sembraba lentejas o trigo. Al año siguiente plantaba vina joven.

En los dos, tres o cuatro primeros años de vida de una viña joven, como esta no producía nada o producía poco se sembraban melones o sandías. Los cuales se criaban perfectamente entre las cepas de unja viña joven El único abonado que les echaba a los melones y sandías era 2 kg. de estiércol del que producían sus mulas. 

Los sarmientos de las cepas, una vez hecha la poda se recogían y se ataban formando pequeños haces llamados por aquí “gavillas”. Entre las gavillas y cepas secas arrancadas de años anteriores por pertenecer a viñas ya viejas y poco productivas, propias o de algún vecino, la calefacción estaba resuelta.

Unas gallinas ponedoras aportaban huevos y algún caldo alimenticio. Un cerdo aportaba carne a la dieta.

Podemos imaginar la factura de la luz con siete u ocho bombillas en toda la casa.

Nosotros creemos que esta forma de vida y trabajo es  natural , ecológica, sana,… Y ya no se nos ocurren más etiquetas que ponerle. Cada uno que lea esta descripción aproximada sobre la forma de vida y trabajo de un agricultor tomellosero hace cien años le pondrá una etiqueta distinta. O quizá coincida con las nuestras.

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