Ciento setenta y cinco años, se dice pronto, contemplan la historia de la cueva de los herederos de Juan de Mata Molinero en la calle doña Crisanta, esquina con Carboneros. Una joya de 1850 que reúne todo el encanto y esencia de aquellas primeras cuevas que contribuyeron al imparable despegue de la viticultura de Tomelloso. Mari Carmen y Jesús Lara nos enseñan con suma amabilidad la construcción que ha pasado ya por cuatro eslabones de la familia, aunque curiosamente ninguno de ellos elaboró vino en ella porque tenían una bodega en otro lugar. “La cueva pertenece a mi madre, Carmen Molinero, pero antes fue de mi bisabuela, Carmen García y después de mi abuelo, Juan de Mata, que tuvo un comercio al lado y llegó a utilizar la cueva como trastienda”, explica Mari Carmen que antes de bajar a la cueva nos muestra las dependencias de la vivienda, una de esas casas señoriales de la ciudad de techos altos, suelos hidráulicos y espectaculares chapados que daría para otro reportaje.
Toca bajar a la cueva y lo hacemos por una escalera que en su primer tramo es estrecha, con peldaños revestidos de un suelo rústico y que doblará en un ángulo de noventa grados en varias ocasiones. Pasamos por ese descansillo que sirvió de trastienda del comercio de ultramarinos y al final la escalera ensancha con peldaños redondeados por el paso de tiempo y con resto de cal.
El suelo de la cueva también está enlosado en algunas zonas y lo primero que nos llama la atención es un pocillo con brocal que recogía el mosto que pudiera derramarse en caso de que alguna tinaja se rompiera. De hecho, la que está junto a la escalera está reparada con lañas. La cueva, que tiene un techo en la pura tosca y muy baja altura, alberga 16 tinajas de unas 120 arrobas de capacidad cada una. Presentan formas desiguales, algunas son más panzudas, otras son más estrechas y también hay diferencias en cuanto a la altura. En cualquier caso, sí tienen un elemento decorativo común en la parte de arriba, muy cerca de la boca. En el suelo, aparecen volcadas, las tinajas del vinagre y del gasto, de menor tamaño.
La propietaria explica que la cueva era de mayor tamaño, pero fue dividida. También observamos el inicio de una excavación para construir una cueva mayor en la que nunca llegó a haber tinajas. El techo está horadado por una lumbrera con desgarre muy estrecho.El desgarre muestra la distintas capas del terreno, entre ellas una tosca de bastante grosor. Curiosamente, un antiguo pozo le sirve también de lumbrera a la cueva. Hay restos de otro pozo en la parte del fondo.
El periodista, nuestro experto tinajero, José María Díaz y la arquitecta, Ana Palacios, hemos disfrutado de una cueva que rezuma autenticidad por todos sus poros, una de esas construcciones en las que el tiempo parece haberse detenido.
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Sábado, 26 de Octubre del 2024
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