Ya
sé que la Tierra es plana, aunque a mí me gusta pensar que se parece a una
pelota. Esto lo mantengo casi en secreto, pues solamente lo he compartido con
mi enfermero de celda, Alberto, quien me cuida, lava mis partes y me lleva de
una consulta a otra, donde médicos terraplanistas aplican corrientes a mi
córtex cerebral, dañado, según ellos, por años de adoctrinamiento en los cuales
se nos presentó, a toda la población mundial, la idea de una esfera achatada
por los polos.
Como
el tratamiento de choque no cesa, he pensado que Alberto me traiciona,
revelando a la dirección del sanatorio que aún creo en la curvatura y que
sostengo que los mares no se desbordan por el efecto de la rotación y la
gravedad. Que existe un manto y un núcleo y que tengo amigos al otro lado del
mundo, a los que podría acceder trazando un túnel que atravesara el mismo
centro de la Tierra. Me hicieron quitar los dibujos de la celda y destruyeron
lo poco que quedaba de las enciclopedias de los ochenta que mis padres habían
comprado a plazos.
Me
cancelaron, al igual que silenciaron, antes, a los primeros críticos,
comenzando por aquellos que ocupaban trincheras enemigas y terminando con la
purga del treinta y tres, en la que no quedó títere con cabeza. La Tierra es
plana y la gravedad una ficción a la cual se la ha despojado de la categoría de
ley. A la ciencia se la desterró por cuestionar lo que nuestros dirigentes
habían establecido por nuestro bien. Yo tenía un buen trabajo como profesor en
una escuela secundaria hasta que muchos de mis compañeros denunciaron mi fe en
la ciencia.
Alberto
ya no me traicionará más. Aprovechando un traslado, he hundido la barra del
toallero en su cuello, apreciando cómo la sangre que brotaba de su garganta, se
desparramaba por el suelo, sin que esta tomara una dirección en concreto, sino
todo lo contrario, estancándose a escasos centímetros de su cadáver, sin que la
maldita curvatura la haga fluir hacia abajo. Durante el interrogatorio, les he
dicho a los doctores que la Tierra es plana y que me hallo convencido de ello,
gracias al experimento llevado a cabo con la sangre de Alberto. Han quedado
satisfechos y he recuperado mi trabajo.
Al
volver al aula laboratorio, no hay ni rastro de los viejos mapas del globo
terráqueo. Además, se han llevado mis apuntes sobre Newton y han colocado, en
su lugar, una cámara con micrófono incluido. No estoy seguro de mantener mi
empleo de por vida, pues, en algún momento, miraré de frente al objetivo y
gritaré que la Tierra es redonda, exigiendo que me devuelvan al sanatorio, de
donde nunca debí salir.
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Domingo, 9 de Febrero del 2025
Lunes, 10 de Febrero del 2025
Lunes, 10 de Febrero del 2025