Opinión

Un gobierno dislocado

Fermín Gassol Peco | Lunes, 17 de Febrero del 2025
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 Según la Real Academia Española, el verbo transitivo dislocar significa sacar algo de su lugar, bien referido a un hueso o articulación y también a un argumento.
Si algún predicado define el comportamiento del gobierno de Pedro Sánchez considero que es precisamente su permanente disloque, es decir, el desplazamiento del lugar donde un gobierno debería estar entre las que se encuentra articular y procurar el correcto funcionamiento del organismo en el que está ubicado. La etiología de esta descolocación natural que el ejecutivo está procurando de manera machaconamente voluntaria tiene que ver con el deseo de contentar a partidos radicalmente opuestos en su ideología a los que para más inri, lo único que les une es el objetivo de la independencia. Más claro, dejar de ser españoles.
Esta dependencia permanente para la toma de decisiones, no puede considerarse una política de entendimiento sino de claudicación al existir intereses minoritarios, contrapuestos e imposibles dentro de la Constitución. Esto lo entiende la persona más lega. De ahí los continuos cambios de opinión, según dicten los socios, hecho que se traduce en una permanente dislocación del argumento y ejercicio político, no digamos ya del ideológico, extremo que resulta inexistente.
Un disloque que tuvo su inicio en el apoyo de BILDU, esto no lo podemos olvidar. Un partido que no ha condenado los ochocientos asesinatos cometidos por ETA. (Este hecho creo que descalifica a un gobierno para criticar cualquier otra alianza que pueda darse entre otros partidos; la razón: las muertes de inocentes).
Un disloque que tiene su continuación en la amnistía concedida a los golpistas catalanes y que a esta misma hora son los que levantan o dejan caer el dedo en las decisiones del ejecutivo. Un disloque que ha tenido su más reciente y dolorosa consecuencia al aceptar el presidente del gobierno la comparecencia de un asesino terrorista en el Congreso de los Diputados, sede de la soberanía nacional, para acusar sin pruebas al CNI y todo ello para satisfacer los deseos de un partido que se declara antiespañol. Es este caso el disloque  ha llegado a un nivel donde hace pensar de manera legítima qué interés tiene el propio presidente en mantener la dignidad de la nación a la que representa. (Quien escribe lleva ya pensando bastante tiempo que el único objetivo que mueve a nuestro presidente es una venganza. La confluencia de hechos así me lo hace creer.)
Un disloque que afecta radicalmente al valor más importante y tradicional que ha venido esgrimiendo el partido socialista cual es la igualdad de derechos de todos los españoles.
Un disloque que presenta además una profunda fisura entre los dos partidos del gobierno. El rifirrafe mantenido hace unos días entre la vicepresidenta segunda y la portavoz gubernamental, así parece que debe ser diagnosticado por mucho que quieran aparentar a posteriori su inexistente entendimiento. La rotura, la ruptura política formal entre ellos y entre los demás socios independentistas, sin embargo, no se llevará a cabo aunque el organismo esté sufriendo sus consecuencias en cuento a su normal funcionamiento.

Pero lo tratado en estas líneas debe acabar con una pregunta: ¿ A cuántos españoles y en qué grado les duelen en carne propia este disloque y estas fisuras?

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