Opinión

D. Rafael Pérez Piñero, el epílogo de una vida sacerdotal ejemplar y fecunda

Fermín Gassol Peco | Miércoles, 19 de Febrero del 2025
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He ido a visitar a D. Rafael. La última vez fue para felicitarlo tras cumplir cien años; entonces no me reconoció. Quedé algo decepcionado, pero enseguida sus palabras, pronunciadas con alguna dificultad, pero vertidas sin solución de continuidad, al escucharlas, me parecieron que estaba leyéndome un libro, el libro de su vida. Su capacidad de recepción hacia las ideas y comentarios que yo le hacía se encontraba ya muy deteriorada; sin embargo, hablaba, repasaba una y otra vez pasajes y vivencias de su vida sacerdotal.

Empezó comentando el día que vino a Ciudad Real desde su Villahermosa natal para ingresar en el Seminario ubicado en la calle Alarcos a la edad de trece años. Su estancia en Comillas, donde fue ordenado sacerdote en julio de mil novecientos cincuenta y obtuvo la Licenciatura en Teología; sus años como profesor, formador y vicerrector del Seminario, su dedicación a la dirección espiritual de seglares; me hizo mucho hincapié en los kilómetros y tiempo empleados en recorrer la diócesis visitando a sus hermanos sacerdotes, su prolongada y fecunda relación con los movimientos apostólicos…

Prosiguió con la referencia a sus libros escritos sobre distintas materias entre las que figura su insistente defensa de la autonomía de lo temporal, su sólido discurso sobre el conocimiento natural de Dios…Temas no abordados entonces sobre la dimensión particular de la mujer…todo ello lo iba desgranando, como un repaso vital pronunciado ante quien compartió con él muchos días, y de quién aprendió los fundamentos de la Fe. Porque D. Rafael fue profesor, pero ante todo siempre vi en él a un cristiano y a un sacerdote convencido de su vocación y entregado a los demás sin un día de descanso en su quehacer sacerdotal.

Después de desgranar a modo de síntesis, su labor sacerdotal, se detuvo un momento y dijo: no me explico cómo he podido hacer tantas cosas. Yo le respondí…porque se daban en usted dos virtudes: una cabeza privilegiada que no paraba de pensar de tal manera que ello facilitaba decirlo o escribirlo y más importante aún, una vocación sacerdotal vivida con la vehemencia de quien está convencido de aquello que cree y trasmite. Porque D. Rafael al hablar siempre lo hacía desde la contundencia, la seguridad y el convencimiento.

D. Rafael ha escrito muchos libros, ha pronunciado infinidad de charlas y conferencias dirigidas a multitud de laicos, ha servido a la Diócesis durante tres cuartos de siglo…ha aconsejado a sus hermanos sacerdotes, ha sido formador de cientos de seminaristas, un ejemplo de la vida de un sacerdote secular.

Y a esta hora, ya anocheciendo, D. Rafael está escribiendo en la residencia hogar Santa Teresa Jornet, donde ha celebrado a diario la Eucaristía durante casi cincuenta años, el epílogo de su libro más hermoso, el libro de su ejemplar y fecunda vida sacerdotal.

 Gracias D. Rafael por habernos dado tanto. 

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