Provincia

De la pandemia salimos más individualistas y polarizados, no mejores

Cinco años después del inicio del confinamiento por la Covid-19, la sociedad parece que “ha perdido la oportunidad” para corregir errores

Nuria Tejado / Lanza | Viernes, 14 de Marzo del 2025
{{Imagen.Descripcion}} Durante los meses más duros de la pandemia, los balcones se convirtieron en vía de escape al confinamiento / Clara Manzano Durante los meses más duros de la pandemia, los balcones se convirtieron en vía de escape al confinamiento / Clara Manzano

Tal día como hoy, hace cinco años, el Gobierno de Pedro Sánchez declaraba el estado de alarma en España mediante el Real Decreto 463/2020 de 14 de marzo. La norma establecía medidas extraordinarias para contener la pandemia de Covid-19 que, desde Asia, se estaba propagando mundialmente a la velocidad del rayo. La vida, tal y como la conocíamos en ese momento, se paralizó. Llegó el confinamiento domiciliario, el cierre de comercios y centros educativos, la suspensión de eventos públicos y la limitación de la movilidad en todo el territorio español. Con la parálisis vino el análisis y la reflexión. Durante los primeros meses de encierro y hasta la llegada de la “nueva normalidad”, mascarillas, geles hidroalcohólicos y distanciamiento social de por medio, fueron muchísimos artículos, entrevistas y programas de televisión los que se centraron en ahondar en las consecuencias de lo que estaba ocurriendo y en vaticinar los aprendizajes que como sociedad sacaríamos de la mayor crisis sanitaria conocida en más de un siglo. La idea de que “saldríamos mejores” de todo aquello se propagó casi tan rápido como el propio virus. Un lustro después parece claro que el reseteo social no fue tal. De ello hemos hablado con Natalia Simón, profesora del Área de Sociología en la Facultad de Educación del Campus de Ciudad Real y decana del Colegio de Ciencias Políticas y Sociología de Castilla-La Mancha.

Para esta socióloga los valores que nos hacen mejores como sociedad, tales como la ayuda, la solidaridad o la colaboración, “están ahí”, “latentes”, “inmersos en cada uno de nosotros”, “pero van y vienen”, “no se perpetúan”. Tampoco es que la pandemia los hiciera aflorar de forma particular, sencillamente, explica, “surgen en función de la medida que se considera que se necesitan”. La sociedad, añade, “es voluntariosa, solidaria y empática, pero en casos puntuales, cuando realmente ocurre algo que se considera que es necesario, pero no per se”. Y pone como ejemplo, asuntos posteriores a la explosión del virus, como el temporal Filomena de enero de 2021 o, más recientemente, la Dana de Valencia del pasado octubre.

José Daniel Montañés / Foto: Clara Manzano

En la reflexión de cómo salimos de la pandemia, tampoco considera que se trate de olvido, de que el ser humano tenga la capacidad de pasar rápidamente a otra cosa. Es más un asunto de que “el día a día nos come”, opina, y también de algo por encima del individuo. Es una cuestión de Estado, en concreto del Estado del Bienestar, de que existen “unos representantes políticos y unas estructuras que están ahí para proteger [al individuo]” y cubrir “las necesidades que emergen en una situación de crisis como la pandemia”. Simón se muestra crítica a este respecto, cuestionando “hasta qué punto es responsabilidad del individuo, del ciudadano” hacerse cargo de estas situaciones. Aunque, como en los casos mencionados antes, reconoce que “donde esas estructuras institucionales no llegan se empieza a movilizar el individuo, el movimiento asociativo”. Con todo, considera que una de las lecciones aprendidas durante la pandemia fue la ágil respuesta de la Administración Pública. Se comprobó, apunta, “que sí se puede ser rápido”.

Evolución en tiempo real

Simón no cree que la pandemia impulsara una “revolución de los valores”. Le “chirría”, de hecho, el calificativo revolución aplicado a este entorno. Explica que lo que hizo la pandemia “fue poner sobre la mesa problemas que ya existían y a los que nadie hacía caso”. Se refiere a cuestiones como la globalización, “conceptualmente visibilizada más que nunca”, porque la pandemia fue un fenómeno que “afectó en todas partes [geográficamente] y en todos los contextos”. Pero, a la vez, lo que hizo, añade, es evidenciar “más que nunca la desigualdad, social, de clases, económica”.

Esta evidencia y la cantidad de información, accesible a través de Internet, prácticamente en tiempo real, de cómo iba afectando y evolucionando el virus es, en su opinión, uno de los aspectos más novedosos que se introducen con la pandemia de Covid respecto a otras crisis sanitarias mundiales anteriores. Esta gran visibilidad nos enseñó, dice Simón, que “todos somos vulnerables”. Más allá de los colectivos que tradicionalmente se catalogan bajo esta denominación, la pandemia mostró que todos estamos expuestos a que “pueda venir algo inesperado para lo que no estamos preparados”.

La pandemia ha empujado la polarización

Sin embargo, hay cosas que han sucedido después de la pandemia, como la guerra de Ucrania o la de Gaza, que no resultan tan repentinas e inesperada y que, claramente, ponen sobre la mesa lo poco que el ser humano parece aprender de sus errores. La profesora de la Universidad de Castilla-La Mancha reconoce, a este respecto, que “el hombre es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra y que la historia es cíclica”, pero remite también en estos casos a “intereses políticos y económicos” que escapan al día a día del común de los mortales y a contextos en los que el individuo, como tal, tiene escaso poder de maniobra. Unos intereses, no obstante, que no sólo no se ausentaron durante la pandemia, sino que estuvieron muy presentes y que fueron el caldo de cultivo de muchos de los cambios y giros políticos que se han producido a raíz de ello en los últimos años. Porque si hay un vuelco claro que impulsó la pandemia, subraya la socióloga, “son las polarizaciones políticas”, sustentadas en gran medida sobre las ideas de privilegios, de beneficios, que se pueden perder en favor de otros más vulnerables.

La información como protección

El aumento de la digitalización aparejado a la crisis del covid, ya que durante meses internet, las redes sociales, las aplicaciones de mensajería y las plataformas de contenidos audiovisuales fueron las únicas vías de entretenimiento para la población, en general, fue otro de los grandes cambios sociales introducidos por la irrupción del virus. Vías de entretenimiento, pero también de información, porque el acceso a esta se entendía como una forma “de estar protegido”.

De pronto, comenta Simón, se produjo una situación en la que mucha gente, que hasta entonces no había tenido una relación fluida con las tecnologías, internet o las redes sociales se encontraba inmersa en corrientes informativas de toda índole, con un “acceso facilísimo” a todo tipo de informaciones, pero “sin estar formados o sensibilizados para entender que hay noticias falsas”. Y “sin formación suficiente en pensamiento crítico, para a partir de la información que nos llega contrastarla y discernir qué puede ser verdad o no” se está abocado a “seguir la tendencia de creer, sobre todo, lo que nos tranquiliza o nos dice algo que queremos oír”, más aún “si viene de la mano de alguien” que se conoce o en quien se tiene cierta confianza.

Oportunismo político, ideológico

Y es aquí donde aparece “el oportunismo político, ideológico, de utilizar la potencialidad de las redes para influenciar en los pensamientos y opiniones de la población”, dice Simón. Porque, “ahora mismo todo el mundo puede lanzar una información y tener más o menos eco dependiendo de su poder de influencia, o de los followers que compre, pero esto alcanza unas cuotas. Lo que tiene realmente muchísimo más peligro es a nivel político, de polarización y ascenso de la ultraderecha”, indica. En este sentido, la profesora de Sociología subraya, que “la pandemia fue un momento clave para atraer miradas, sobre todo de la población joven (…), que no tenía el imaginario ideológico de generaciones mayores y esa capacidad de contrastar y comparar lo que están diciendo, con lo que hemos tenido históricamente años anteriores con otras situaciones políticas e ideológicas”.

Por su profesión, Simón es capaz de apreciar la “falta de identidad social” que sufren los jóvenes, los constantes mensajes negativos, desalentadores y desprestigiadores que reciben, el sentimiento de desamparo y de que nadie cuenta con ellos, e intuye “que los discursos de ultraderecha sí están sabiendo dirigirse a esas necesidades y les confunden porque no tienen modelos de comparación”.

La pandemia trajo más individualidad

Y junto a la desinformación, la polarización y el aumento de discursos excluyentes llega el individualismo. Porque “la pandemia, aunque creíamos que nos iba a hacer mejores, nos ha convertido todavía es en más individualistas que antes”, asegura la decana del Colegio de Ciencias Políticas y Sociología de Castilla-La Mancha. En especial en situaciones de mayor privilegio, “se vio perfectamente que, aunque podía afectar a cualquiera, se vivió mejor en aquellos contextos en los que más tenías o mejor estabas”. Y esto lo vincula con el tema de la vivienda y como mucha gente luego ha ido buscando “algo que sea mejor” y, principalmente, con el tema del trabajo. “A no ser que tengas familia con dinero y respaldo económico, lo único que te da independencia y libertad es el dinero y el dinero te lo da el trabajo. Está todo íntimamente relacionado”, sentencia.

La trampa del teletrabajo

Y hablando de trabajo llegamos al teletrabajo, la otra “trampa” que trajo la pandemia, y que, entre otras cosas, evidenció cuestiones como que las cargas familiares y de cuidados seguían estando mayoritariamente de lado de las mujeres, y que la mayoría de las empresas no se fían lo suficiente de sus trabajadores y necesitan la presencialidad para controlar la asistencia, aunque no tanto la productividad.

El teletrabajo, en gran medida, se ha esfumado con el virus, junto a las continuas videollamadas, el horneado de pan o la práctica de ejercicio físico en el salón. Al igual que la “gran escusa” que la crisis sanitaria supuso para las personas “a las que no le gustaba relacionarse y que estaban felices, porque no eran juzgados, ya que somos seres sociales y lo raro es que alguien se aísle”. Una “escusa” que entronca a su vez con otro de los grandes temas que puso sobre la mesa la pandemia, los problemas de salud mental. “Que es algo que existe antes de la pandemia, pero que se dispara y hace visible en ella”, dice Simón. Y no sólo por el proceso de pandemia, en sí, y “el miedo a morir, sino por todo lo que conllevó aparejado, la perdida de trabajo, familiares…”, que aún persiste. Una problemática a la que, en su opinión, “no se está dando la respuesta que la sociedad espera y que es muy importante”.

El teletrabajo se convirtió en una normalidad que, poco apoco, ha ido remitiendo en muchos sectores / Clara Manzano

El teletrabajo se convirtió en una normalidad que, poco apoco, ha ido remitiendo en muchos sectores / Clara Manzano

1325 usuarios han visto esta noticia
Comentarios

Debe Iniciar Sesión para comentar

{{userSocial.nombreUsuario}}
{{comentario.usuario.nombreUsuario}} - {{comentario.fechaAmigable}}

{{comentario.contenido}}

Eliminar Comentario

{{comentariohijo.usuario.nombreUsuario}} - {{comentariohijo.fechaAmigable}}

"{{comentariohijo.contenido}}"

Eliminar Comentario

Haga click para iniciar sesion con

facebook
Instagram
Google+
Twitter

Haga click para iniciar sesion con

facebook
Instagram
Google+
Twitter
  • {{obligatorio}}