Opinión

D. Rafael Pérez Piñero…ya está en el cielo

Fermín Gassol Peco | Jueves, 20 de Marzo del 2025
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 Aún recuerdo el comienzo de la homilía pronunciada por D. Rafael durante la misa celebrada al fallecimiento de mi madre: “La muerte no es el final de la vida sino el paso a otra nueva”.  Igualmente nuestro obispo D. Gerardo se expresaba en los mismos términos ayer ante el cuerpo de D. Rafael en la misa exequial celebrada en la Catedral: “La última palabra sobre la muerte la tiene la Vida”.
Hace un mes, escribía unas líneas sobre D. Rafael que llevaban por título “D. Rafael Pérez Piñero, el epílogo de una vida sacerdotal ejemplar y fecunda”. Ayer Día del Seminario, celebrábamos su partida a la casa del Padre. El Señor ha querido que sea en este día tan significativo con su vida sacerdotal, pues la diócesis puso en sus manos y en su sabiduría la formación de seminaristas nada menos que durante medio siglo. Quien escribe fue uno de ellos.
De aquellas clases en el Seminario, D. Rafael era profesor de Teología Dogmática, recuerdo especialmente su claridad a la hora de enseñar y explicar los contenidos de las materias más profundas relacionadas con los Misterios de la Fe y que estaban compendiadas en los cinco tomos del Mysterium Salutis. “El Misterio de la Salvación”. Más tarde tuve ocasión de charlar con él sobre temas de distinta índole relacionados con la autonomía de lo temporal, la dimensión personal, el Misterio Trinitario…y he de confesar pasado el tiempo que D. Rafael ha sido la persona que he conocido entre distintas vertientes del saber (y no han sido pocas) con el pensamiento más profundo sobre las cuestiones trascendentales que dimensionan y afectan a los seres humanos, cristianos, creyentes y no creyentes.
Porque D. Rafael, teólogo consumado, tenía siempre como premisas ineludibles para su Fe, lo enseñado por el Concilio Vaticano I (1.869 -1870): “Mediante la razón natural, el ser humano puede conocer a Dios con certeza a partir de sus obras” DS 3015. Una afirmación relacionada con la teodicea o teología natural, cuyo padre fue Leibnitz (1.646- 1716). Señalo esto, porque el pensamiento cristiano, la sabiduría teológica de D. Rafael siempre tuvo connotaciones temporales y prácticas para la vida cotidiana. 
Ese ha sido su mayor y mejor legado: Explicar, dar a conocer, la “utilidad” de la Fe en la vida diaria. Y es que sus charlas, conferencias o meditaciones, siempre alcanzaron expresiones y razonamientos de mucha altura filosófica y teológica, pero tratados desde un plano existencial. De ahí que no fueran lecciones teóricamente convincentes y gratas, sino interpelantes y aplicables para la vida de quienes las escuchaban.
A la hora de escribir estas líneas, el cuerpo inerte de D. Rafael ya descansa en el cementerio de su pueblo natal, Villahermosa, del que salió cuando era un niño…pero su alma está ya contemplando en plenitud a Quien creyó, esperó y predicó con sus palabras y obras.

Gracias D. Rafael por su testimonio como cristiano y sacerdote, como un hombre de FE.

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