Opinión

Doña Crisanta y el legado hundido del Titanic

María Remedios Juanes | Domingo, 13 de Abril del 2025
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“No hay mayor mal que la desmesura: cuando el orgullo germina, da fruto en la ruina, y enseña al hombre a recoger lágrimas.” Sófocles

Todos ustedes recordarán la historia de dos personajes ilustres con dos calles dedicadas que los honran. Me estoy refiriendo a la calle doña Crisanta y la calle Don Víctor Peñasco, siendo dos de las arterias principales de Tomelloso. Bien merecido tienen su nombre puesto que Crisanta fue una gran benefactora, contribuyendo con la donación del hospital-asilo S. Víctor en el año 1892.

Doña Crisanta Moreno Martínez nació el día 28 de octubre de 1831 en Tomelloso. Sus padres eran Patricio Moreno Olmedo y Gregoria Martínez Navarro. Procedía de una familia muy humilde y numerosa. Era la quinta hija de doce hermanos. Y a la edad de 15 años decidió irse a Madrid y vivió en la calle Fuencarral, 20 con un familiar llamado Sergio Navarro. Aquí permaneció once años de su vida hasta que se casó en el año 1865 con Antonio Pardo y Borja, un hombre de negocios, viudo con dos hijas a su cargo.

Con el primer matrimonio, doña Crisanta comienza a sufrir las primeras tragedias ya que su marido fallece de cangrena al año siguiente de casarse. Y lamentablemente, el hijo que tienen en común, Antonio José, también muere de meningitis con dos años. Más tarde, las dos hijas de su primer marido, también fallecen por enfermedad. En este intervalo de años, conoce a don Víctor Peñasco con quien contrae matrimonio.

Don Víctor Peñasco y Otero nació el 7 de marzo de 1820 en Madrid. Procedía de una familia de clase media y  su abuelo paterno era de Almagro (Ciudad Real). Con su primera mujer, Ana de la Puente Alonso, tuvo a su hijo Hilario en 1857. A los pocos meses de nacer su hijo, muere Ana, la esposa de Víctor Peñasco.

Don Víctor Peñasco era un hombre de negocios bastante acaudalado económicamente. Fue  Diputado Provincial, muy activo políticamente, empresario y propietario de muchas fincas e inmuebles. En 1872 fue elegido concejal del Ayuntamiento de Madrid. Fue Comisario del colegio municipal de S. Ildefonso. Su hijo Hilario fue abogado, periodista y político. Escribió un libro sobre las calles de Madrid y tiene una calle a su nombre en el Barrio de Canillejas. Casualidades del destino, don Víctor y su hijo Hilario fallecen el mismo año, 1891.

El Titanic y un viaje de amor hacia el abismo

La historia apasionante que vengo a contarles hoy, no deja de ser historia y tragedia en aguas del Atlántico y bien merecería ser llevada a la gran pantalla en alguna de las series Netflix. Nos transporta al pasado, dos años, concretamente al año 1912 en el mes primaveral de abril con fecha 12. Por aquel entonces se construyó uno de los trasatlánticos más lujosos, el imponente Royal Mail Steam_ship Titanic, que partía desde Southampton, en Inglaterra, hasta Nueva York. Estando a punto de cumplir los 125 años de aniversario, su memoria sigue cautivándonos hasta nuestros días.

No todo el mundo es conocedor de que el nieto de don Víctor Peñasco llamado Víctor Peñasco Castellana era hijo de Purificación Castellana Lapuerta, sobrina carnal de Doña Crisanta y también nuera. Este joven madrileño ofreció su vida por salvar la de su mujer, Josefina Sartorius y Chacón, conocida coloquialmente como Josefina Soto. Eran muy jóvenes, Víctor Peñasco tenía 22 años y ella 20 años. Se casaron el día 11 de junio de 1911 en su parroquia madrileña de S. Martín. Esta documentación viene a corroborar  que parte de la información publicada en el periódico del ABC es totalmente incierta ya que no estaban celebrando la luna de miel por casi dos años como se publicó.

No deja de ser emocionante, el hecho de que esta historia haya llegado hasta el ámbito literario, donde una escritora de renombre como es Carmen Posadas, haya tenido en cuenta el contexto histórico y social de estos personajes para elaborar su último libro llamado El misterioso caso del impostor del Titanic (2024). La trama de este libro, sin llegar a desvelar muchos secretos, comienza con un presentimiento que Pura Castellana tiene sobre alguna desgracia que pueda haberle ocurrido a su hijo.

Quienes hayan leído los libros de Carmen Posadas, sabrán que algunos de sus recursos literarios consisten en utilizar ingeniosamente esa simbiosis de lo que son los elementos reales mezclados con la ficción. Otro de los personajes literarios que aparece es el de la baronesa doña Emilia Pardo Bazán junto con otros personajes políticos de aquella época como José Canalejas. Toda la historia es entrelazada con una mágica pluma, que nos adentra en la parte histórica social envuelta en una trama detectivesca.

Resulta curioso como esta pareja de enamorados estaban disfrutando de viajes por toda Europa. Una mañana, después de haber visitado Montecarlo y pasar un espléndido día en París, Víctor vio en el periódico el anuncio de un trasatlántico que se disponía a zarpar desde Inglaterra y llegar a Estados Unidos.

Esta sorpresa que quiso darle Víctor a Josefina, no sabía que se convertiría en una tragedia fatal. Aun recordando algunas de las palabras que Víctor dijo a su amada, después de ofrecerle el bote salvavidas, nos llena de espanto y hace estremecer. “Pepita, que seas muy feliz”, fue lo último que Víctor Peñasco le dijo a su joven esposa Josefa Pérez de Soto, la noche del 14 de abril de 1912 mientras el buque se hundía. 

Otras dos personas que acompañaban a los jóvenes enamorados en este idílico viaje, eran Fermina Oliva Ocaña, su doncella, y su mayordomo Eulogio. Cosas del destino, su mayordomo se quedó en Paris con la condición de que fuera enviando postales que escribiría a la madre de Víctor y así pudo salvar su vida.  Pura Castellana les había rogado que no navegaran en este “buque de los sueños”.

Al principio Pura no temió por sus vidas ya que estaba recibiendo postales que los recién casados habían dejado preparadas y que no hacían referencia, naturalmente, a su aventura en el Titanic. El día 19 de abril, el diario ABC informaba que “La compañía Cunard, según noticias de Nueva York, ha recibido un despacho por la telegrafía sin hilos diciendo que la señora de Peñasco, se halla a bordo del Carpathia; pero no su esposo, D. Víctor Peñasco», decía la nota.

Fermina Oliva Ocaña, la doncella, confesaba en una entrevista: «A mí me dejaron fuera, pero empecé a gritar y no tuvieron más remedio que llevarme». Falleció con 90 años pero jamás olvidó esa terrible noche de 1912. 

Lo más sorprendente es que la prensa mundial en aquella primavera de 1912 difundió la increíble noticia del hundimiento del Titanic, con nada menos que 2.200 muertos y poco más de 700 supervivientes. El cadáver de Víctor Peñasco no apareció. Si no existía un parte de defunción confirmada, se presentaba un problema, los herederos no podían heredar hasta pasados veinte años.  

Desafortunadamente, nunca se llegó a encontrar el cuerpo de Víctor Peñasco Castellana, lo que planteó un grave problema a su familia. Fermina, la doncella, tuvo que pasar el calvario de recorrerse las distintas morgues que supuestamente tenían cadáveres del trágico naufragio para poder identificar a Víctor, pero  esto nunca ocurrió. Purificación Castellana trató de solventar el tema legalmente desde Madrid, pero todo resultó infructuoso. Y es por este motivo que tuvieron que pagar un certificado de defunción falso que pagó a través del vicecónsul de España en Canadá. 

Sin una tumba a la que poder llevar flores, la familia de Víctor Peñasco quiso al menos recordar su pérdida con una esquela en ABC en sus necrológicas. Cada 13 de abril insertó un recordatorio en el que se rogaba por él, una costumbre que después de que Josefa se volviera a casar en 1919 con Juan Barriobero, barón del Río Tovía, aún continuó haciendo su madre, Purificación, y su hermana Ana hasta 1926. 

¿Hubo una dejación del equipo de la marinería y no avisaron con tiempo? El capitán, en un principio, pensó que era un simple roce con el hielo, pero cuando detectaron que era un iceberg, supieron que se convertiría en una gran tragedia. Se  concluyó en la investigación que los oficiales responsables del rumbo del buque no tomaron en consideración los partes meteorológicos que recibieron horas antes. Fue un varapalo a la marina mercante y una gran lección de humildad ya que este buque no era  invencible contra los fenómenos meteorológicos.

Hoy en día, se considera que estos desastres siguen siendo imprevisibles, ya que un maremoto, puede volcar al buque mejor diseñado. No hay tecnología capaz, pero sí se han diseñado satélites que están observando continuamente. Hay tecnologías que pueden evitar tragedias.

Fuentes consultadas:

Jiménez Crespo, A. (2012). La apasionante vida de Doña Crisanta. Madrid.

Periódicos del ABC y El Comercio

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