La parroquia de la Asunción de Nuestra Señora de Tomelloso
cumple este martes 450 años. Lo va a conmemorar con una eucaristía presidida
por el obispo de Ciudad Real, Gerardo Melgar, a las 7 de la tarde. Pero —a
pesar de la insistencia de que los tomelloseros no tenemos pasado— a la celebración
la respalda una historia rica y reveladora. La Asunción ha sido testigo de la
evolución de Tomelloso y también es uno de sus pilares fundacionales.
Así lo sostiene Vicente Morales Becerra, jefe del Archivo
del Ayuntamiento y uno de los mayores estudiosos de la historia local. En esta
entrevista, reflexiona sobre los orígenes de la parroquia, el peso de la
religiosidad en la configuración del pueblo y el modo en que, desde sus
primeros días, la iglesia se convirtió en columna vertebral de la vida
tomellosera.
Cuatro siglos y medio de historia
El aniversario que se celebra este 22 de abril no es uno más
para Vicente Morales, «es impresionante que una institución en Tomelloso
haya permanecido durante cuatro siglos y medio». La fecha conmemora la
independencia eclesiástica de Tomelloso respecto a Socuéllamos, un proceso que
culminó en 1575 tras un largo y tenso litigio. El conflicto, explica Morales,
surgió a raíz «de las desavenencias con el párroco de Socuéllamos, de quien
dependíamos, que llegó a retirar los sacramentos a los vecinos tomelloseros.
Fue la gota que colmó el vaso. Quienes vivían entonces aquí dijeron hasta aquí
hemos llegado».
La disputa acabó elevándose primero ante el prior de Uclés
y, más tarde, ante el Consejo de Órdenes Militares. No en vano, explica Morales,
«Tomelloso pertenecía desde su origen a la Orden de Santiago, bajo la
jurisdicción del priorato de Uclés», una especie de diócesis paralela a las
convencionales. Por tanto, «toda licencia para levantar una iglesia o tener
un teniente de cura se tramitaba a través de Uclés», recuerda el archivero.
Más allá del litigio, Morales sostiene una idea central, «sin
la iglesia, Tomelloso difícilmente habría alcanzado categoría de población. La
existencia de un templo propio, aunque modesto, fue uno de los elementos que
consolidó el asentamiento. Fue un catalizador», afirma. La instalación de una
pila bautismal —cedida por Argamasilla— y la presencia de un teniente de cura,
permitieron celebrar bautizos, bodas y velaciones. «Todo ello contribuyó a
demostrar ante los tribunales que Tomelloso no era una mera agrupación de
labradores dispersos, sino un lugar habitado, con vida y estructura propia».
«Aquellos primeros vecinos no querían vivir ‘como moros
sin rey’, como decían los testigos del pleito. Querían tener sus propios
sacramentos, su identidad», señala Morales. Por eso, cuando en el juicio se
apeló a la existencia de la iglesia, se hizo «con una fuerza tremenda».
Entre la fe y la necesidad
¿Fue solo una cuestión de fe? Vicente Morales cree que no, «era un poco de todo. En aquella época había mucha religiosidad, sí, pero también estaba el miedo a morir sin sacramentos o que un niño muriera sin ser bautizado. La Iglesia no solo satisfacía una necesidad espiritual, sino también legal, social y hasta estratégica».
Reconoce el historiador que la religiosidad de Tomelloso ha
sido siempre particular «a finales del siglo XIX y principios del XX ya se
decía que los tomelloseros no eran muy dados a ir a misa. Pero es que no tenían
tiempo, estaban siempre trabajando en el campo. No obstante, cuando llegaban
los momentos importantes de la vida —bautizos, matrimonios, entierros— la
parroquia siempre estaba presente. Era, y es, algo nuestro».
El edificio crece con el pueblo
Desde que en 1541 se solicitó al prior de Uclés la primera
licencia para construir una iglesia en Tomelloso, el templo ha pasado por
varias transformaciones «se ha rehecho por completo varias veces, siempre en
el mismo espacio», relata Morales. La primera capilla dio paso a otra mayor
tras la independencia eclesiástica, y esta fue ampliada sucesivamente en los
siglos XVII y XVIII conforme la población aumentaba. «Lo curioso es que
quienes vienen de fuera se sorprenden de que sea una iglesia pequeña. Pero
claro, esto nació como una aldea».
Algunas partes de la antigua capilla aún se conservan, como
ciertos muros del siglo XVI, lo que convierte a la Iglesia de la Asunción en el
edificio más antiguo de Tomelloso. Su apariencia modesta por fuera contrasta,
según Morales, con su riqueza interior.
Simbiosis entre pueblo e Iglesia
A lo largo de la historia, «la iglesia no solo ha
ofrecido consuelo espiritual, sino también apoyo material». Morales destaca
el caso de María López de la Parra, «una mujer del siglo XVI que legó una
parte importante de su patrimonio a la Iglesia. Circunstancia que permitió que
tras su muerte, muchos tomelloseros obtuvieran solares, para poder edificar su
vivienda, o terrenos de cultivo, con rentas muy bajas. Ya que esa donación fue administrada
por el párroco de la época. Si el clérigo hubiera mirado solo por los intereses
de la Iglesia, eso no habría pasado. Pero miró por los vecinos», resalta nuestro
interlocutor.
Esa simbiosis se ha repetido una y otra vez. «Tras la
quema de imágenes durante la guerra civil, familias tomelloseras pagaron de su
bolsillo retablos e imágenes nuevas. Muchos lo hicieron de forma anónima.
Porque la iglesia no es solo un edificio: es una institución profundamente
imbricada en la vida de Tomelloso».
Una columna vertebral firme
La primera la advocación del templo fue a la Concepción de
Nuestra Señora, aunque «el cambio llegó pronto. Hoy, la Asunción sigue
siendo la gran referencia espiritual y simbólica del pueblo». Tomelloso ha
tenido cofradías «desde el primer momento, con sus mayordomos y libros de
cuentas. La primera fue la de Nuestra Señora de la Asunción, en 1565, y a
continuación la de la Veracruz».
Vicente Morales tiene claro que «la parroquia de la
Asunción es la columna vertebral de Tomelloso. Aunque no la veamos, la tenemos
todos dentro. Y si algún día nos fallara, el pueblo entero se vendría abajo».
Cuatrocientos cincuenta años después, la historia le da la razón.
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Martes, 22 de Abril del 2025
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