En estos días de una lluviosa y destemplada primavera las musas están
indolentes, desaparecidas o se las lleva el viento. Por eso, ante el reto
propuesto por mis compañeros del Globosonda y la ausencia de ideas, se me
ocurrió solicitar ayuda a mi amiga Irene.
Ella es una persona sensata, discreta, juiciosa y prudente, aunque si me
apuran, un poco reservada, sin embargo, reconozco que te desarma con un abrazo.
Pero por todos los condicionantes referidos desistí al momento y, además,
sospecho que no tiene tiempo para fruslerías y, tras el arrebato inicial,
definitivamente abandoné el empeño.
Pero no me resigno, y aunque me da reparo recurrir a Ramona, creo que mi
vecina, a pesar de su frivolidad, puede sacarme del atolladero. Porque ella es
más locuela, dicharachera, desenfadada y algo cotilla. Vamos, la antítesis de
Irene, pero como tampoco pretendo escribir un ensayo, con un par de ocurrencias
que me sugiera quizás pueda salir del apuro. Por otra parte, seguro que dispone
de más tiempo.
Como es habitual, nos hemos citado en el bar del Mercadito para tomarnos
un café. Y así, aprovechando que ya hemos pedido, le digo por lo bajinis que me
sugiera ideas sobre pereza.
Ramona se muestra sorprendida y me dice que ella no sabe mucho de música
y no le gusta mucho ese cantante flaco que siempre lleva sombrero y barba y que
presume de ser amigo de Sabina. No, no, le digo, la cosa no va de Leiva y su
pasado con Pereza, me refiero a la pereza como pecado capital.
Jolines chico, me dice, me habías asustado. Aunque no sé qué decirte
pues como todo está tan secularizado, esto de los pecados ya no se lleva y,
aunque esté incluido entre los capitales como pone en el catecismo, la cosa no
creo que sea para tanto; y me aclara, no te diría lo mismo sobre la envidia.
Sin embargo, Ramona acepta el reto y la noto que busca alguna historia o
chascarrillo tratando de ayudarme. Ella, que también es manchega y de un pueblo
cercano al mío, comparte tradiciones, costumbres y conductas más propias del
pasado siglo.
Mira, a ver si te sirve esto que te voy a contar: De pequeña nunca
entendí que a muchos varones de mi entorno le disculpasen ciertos
comportamientos malsanos solo porque fuesen capaces de llevar un sueldo a casa.
Podías ser un golfo, pendenciero o borracho, pero lo que no se perdonaba es que
fueses un vago o poco trabajador. Vamos, un gandul de toda la vida. Todo se
disculpaba si al final del mes o la semana entregabas el salario a la parienta.
Sin embargo, no había la misma condescendencia con las mujeres, porque a
pesar de ser hacendosa y decente, a poco que salieses a comprar el pan
desaliñada, con la bata guateada y los rulos, o no habías barrido la puerta a
primera hora, enseguida eras el cotilleo del barrio y te tildaban de guarra.
Vamos, que siempre me ha indignado ese comportamiento tan machista e
intransigente como injusto. Menos mal que hemos evolucionado, al menos por
estos lares donde todos somos más anónimos.
Asiento, y le comento que tiene toda la razón, que esa fea costumbre
también la he conocido en aquellos años y nunca la entendí ni la acepté por
maniática y parcial.
El razonamiento de Ramona es oportuno e interesante, pero le sugiero que
continuemos con otros sinónimos de pereza para ver si puedo ampliar el punto de
vista. Y así, apurando el café, le comento que me preocupan la desidia, la
dejadez y la apatía social que nos envuelve últimamente, sobre todo a nivel
reivindicativo.
Le cuento que, si mal no recuerdo, la última gran manifestación en nuestra ciudad fue cuando demandábamos la construcción de un hospital, y ya ha llovido desde entonces. También le aclaro a Ramona que el propósito y la planificación de la reivindicación estuvo liderado principalmente por los dirigentes locales, eso sí, arropados por las entidades sociales de la villa. En fin, que los vecinos solo tuvimos que poner las pancartas en los balcones, asistir a las concentraciones y agitar las banderolas en la Puerta del Sol.
Apurando la taza, ambos compartimos la idea de que poco a poco nos han
ido desactivando o desmovilizando socialmente, y que ya apenas nos queda
espíritu crítico y los pocos que aún perseveran son mayores y están al borde de
la desgana. Mira si no las últimas convocatorias para exigir una sanidad o
educación pública de calidad, apenas cuatro gatos y eso que nos va el futuro en
ello.
No obstante, y para relajar el tema, le refiero a mi vecina que, aunque
"descuido" también equivale a
pereza según el diccionario, no estoy muy de acuerdo, porque un despiste lo
puede tener cualquiera, a no ser que esa distracción sea intencionada.
Despidiéndonos hacemos bromas sobre el asunto y ella me dice que le dan
pereza muchas cosas, pero sobre todo ponerse a planchar. Yo le cuento que mi
asignatura pendiente es quitar el polvo cada día, que en eso mi santa es muy
maniática y siempre está dándome la brasa.
Espero haberte ayudado, me dice. Asiento con la cabeza y le aseguro que
al menos tengo para rellenar una página y media. Y, por favor, no te olvides
recalcar que evitamos enfrentarnos a
tanta arbitrariedad refugiándonos en la apatía, en la desidia y la dejadez.
Ramona enfatiza que eso es más lamentable y desolador que la desgana personal o
doméstica.
Salimos a la calle y compruebo que otra vez vuelve a llover, menos mal que esta primavera no es perezosa en lluvias, que luego el verano se hace eterno y, ante el calor y la galbana, uno no tiene ganas de nada, ni siquiera de escribir.
El Globosonda: Texto para la Caja Negra de mayo del 2025.
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Viernes, 2 de Mayo del 2025
Viernes, 2 de Mayo del 2025