Opinión

Ciri de comunión por Madrid

Joaquín Patón Pardina | Sábado, 31 de Mayo del 2025
{{Imagen.Descripcion}}

Me ha traído mi amigo un cuadernito beige de notas, sujeta las  hojas  una goma del mismo color y lo acompaña un lapicero diminuto, finito, casi un hilo y me imagino que es de adorno, porque no le veo trazas de poder usarlo para escribir. 

Mi educación y respeto a Ciri me obligan a dar las gracias y alabar las cualidades, imaginadas, de aquel objeto “candorro” hasta la saciedad. Se me olvidaba que en la portada trae el retrato realizado con IA de un niño vestido de marinero, como hace un siglo vestían a los infantes comulgantes.

El viernes pasado nos pusieron falta en la cafetería por “ausencia justificada”, así lo hemos hecho saber al camarero para su tranquilidad, no imaginase un traslado nuestro a la competencia. 

—Es un detallito que he querido traerte como recuerdo de la primera comunión de mi nieto Enzo (no se le ocurrió a su madre otro nombre más adecuado). Este regalo era para los hombres, de ahí que pidiera uno para ti; a las mujeres las obsequiaban con bolsitas de virutas deshidratadas de aloe vera, «excelente medicina para las noches de insomnio», decían las enteradas en herbología.

He notado en Ciri un cierto tono sarcástico desde que me entregó el “regalito” hasta la explicación herbológica. Ha disimulado correctamente salvo en un par de resoplidos antecesores de carcajada. No se ha perdido mi gesto de asombro al intentar abrir la libretita, hojear, agarrar el lápiz… 

¡No tenía hojas, era toda un bloque simulando un elegante cuadernito! Al final no ha aguantado más y a mandíbula batiente me ha tomado del brazo y pedido disculpas por “aquello”.

—No me pegues por haberte traído esto —me repetía sin poder contener la risa— pero quería que vieras las “chorradas” que se gastan por los “madriles”, no me negarás que es una “obra de chinos” —y vuelta el ataque de risa.

La causa del apagón, en este caso de la risa, ha sido obra y gracia de nuestro admirado camarero trayendo los manjares del café y magdalenas; de inmediato se sumerge, como es su costumbre, en el deleite de paladearlos y olfatearlos.

Nos silenciamos unos instantes. Tan importante es hablar y reírnos de nuestras cosas, como disfrutar de estar juntos compartiendo unas delicias. No hay prisa ni urgencias entre amigos, Es buena idea dejar pasar lentamente el tiempo cuando se está a gusto. Me surge una aportación que necesito compartir.

—Querido amigo, la libretita de aspecto  interesante me ha traído la siguiente reflexión: Cuánta gente es y tiene  solo apariencia agradable, deslumbrante, si quieres, pero totalmente falsas en sí mismas y en sus comportamientos, fingen posturas, amistades, cariños, amores, cercanías, necesidad de tenerte a su lado…, pero cuando te acercas descubres el pelo de la dehesa (como en la comedia del mismo nombre de Manuel Bretón de los Herreros), es decir lo que parecía lana suave de cordero lechal, en verdad son cerdas espinosas y rudas de jabalí. Las movía un egocentrismo arrogante, maridado con la falsedad más farisaica. Se acercan a ti para extraerte tu buen hacer, a semejanza de las enredaderas que trepan por  las encinas o chopos para sorber y vivir de su savia. 

El compañero escucha silencioso saboreando un sorbo de café. Mientras hablo lo miro y no pierde ripio, intuyo que mi afirmación le hace pensar.

—Es muy duro lo que comentas —responde Ciri pasado un tiempo de reflexión—, sin embargo, muy a pesar mío, he de darte la razón. Pienso en el grupo que hacía la primera comunión con mi nieto, asistieron padres y familiares a los que la ceremonia no les importaba lo más mínimo, asistían solo como a un acto protocolario, con desprecio completo hacia el Sacramento de la Eucaristía, como hacia los niños y niñas protagonistas.

Nosotros, a los que nos gusta reflexionar sobre cualquier asunto, hoy nos sentimos apenados con tal apreciación, nuestro diálogo no termina de ser fluido. Preferimos pensar y menos hablar en esta tarde de calor que comienza a ser intenso.

—No quiero importunar nuestra reunión, apreciado Ciri, pero como la cabeza no para de rebinar, me ha surgido esta reflexión con la que posiblemente te incomodo.

—Pero ¿qué dices? No me incomodas en absoluto. No se puede ser cándido y tragar con cualquier actitud. Recuerda el refrán: “Hay que conocer el terreno que se pisa”. El terreno que pisamos tú y yo es una buena amistad fundada en la confianza sincera de ambos. Lo que no me gustaría es tener amigos falsos, egoísta, aprovechados, idólatras de sí mismos.

Razón no le falta a Ciri. 

—Te invito a un helado de turrón con sombra —por estos lares poner sombra a un helado es espolvorearlo con trocitos de chocolate.

—Ni quinientas palabras más. Te acepto la iniciativa. ¡Vamos! —responde mi amigo poniendo su mano en mi hombro, lo que me manifiesta la sinceridad de nuestra amistad de años.


1340 usuarios han visto esta noticia
Comentarios

Debe Iniciar Sesión para comentar

{{userSocial.nombreUsuario}}
{{comentario.usuario.nombreUsuario}} - {{comentario.fechaAmigable}}

{{comentario.contenido}}

Eliminar Comentario

{{comentariohijo.usuario.nombreUsuario}} - {{comentariohijo.fechaAmigable}}

"{{comentariohijo.contenido}}"

Eliminar Comentario

Haga click para iniciar sesion con

facebook
Instagram
Google+
Twitter

Haga click para iniciar sesion con

facebook
Instagram
Google+
Twitter
  • {{obligatorio}}