A sus 27 años —a punto de
cumplir 28—, el guitarrista y cantaor flamenco Adrián Lomas (Tomelloso, 1997)
se prepara para una experiencia única, representar el arte jondo español en la
Exposición Universal de Osaka. Desde este sábado, formará parte del elenco de
“Sublime Flamenco”, un espectáculo que se ofrecerá durante dos meses en el
pabellón español. Hemos conversado con él sobre este viaje y el camino que le
ha llevado desde la Peña Flamenca de Tomelloso hasta los tablaos de Córdoba y,
ahora, a Japón.
—Nada menos que a
Japón. ¿Qué va hacer exactamente en Osaka?
—El sábado sale el avión
y me voy dos meses a la Expo Universal de Osaka. Estaré en el Pabellón de
España cantando en un cuadro flamenco dentro del espectáculo “Sublime
Flamenco”. En el cuadro estamos una bailaora, un bailaor, un guitarrista, un
percusionista y yo al cante. Vamos a actuar allí todos los días durante esos
dos meses.
—Tiene que ser
importante participar en una Expo Universal…
—Hombre, claro. Es la
Exposición Universal de 2025, que este año se celebra en Osaka. Es un evento
muy grande y es una suerte poder estar allí representando el flamenco.
—Y encima en Japón, un
país con una gran afición al flamenco.
—Sí, es curioso. No sé
exactamente por qué, pero creo que hay estudios que dicen que las escalas
musicales que ellos usan se parecen a las nuestras, con los semitonos y todo
eso. Pero el caso es que allí valoran mucho el flamenco, lo respetan y lo viven
con mucha intensidad.
—Curiosamente le
conocemos más como guitarrista, pero a Osaka va como cantaor…
—Yo siempre he cantado,
pero es verdad que allí en La Mancha he trabajado más como guitarrista. En
Córdoba, en los tablaos, me llaman para ambas cosas, y en esta ocasión me han
llamado como cantaor. Estoy terminando los estudios de guitarra flamenca en el
conservatorio, pero conozco el oficio de cantar para baile, que no es lo mismo
que cantar “para adelante”, y por eso me han llamado.
—¿Cómo llega al
flamenco? Porque usted no viene de una familia flamenca, ¿no?
—No, para nada, en mi
casa no se escuchaba flamenco. Empecé por internet, oyendo rumbas y sevillanas,
lo más comercial, y poco a poco fui descubriendo el flamenco más hondo. El
Capullo de Jerez fue el primero que me atrapó. A partir de ahí empecé a
investigar y descubrí que en Tomelloso estaba la Peña Flamenca Los de Montoya y
Chacón. Me acerqué, me acogieron muy bien, me hice socio y ahí empecé a
aprender.
—¿Y en qué momento
decide dedicarse a esto profesionalmente?
—Por entonces yo
trabajaba en el campo, pero me dio fuerte el flamenco. No tenía ni la ESO ni el
Bachillerato, así que me preparé la prueba de madurez para mayores de 25 y la
de acceso al conservatorio. Estuve dos años preparando temarios de teoría y
práctica, porque claro, son diez años de formación condensados. Al final superé
las pruebas y me vine a Córdoba.
—Y accede al
Conservatorio Rafael Orozco, uno de los más prestigiosos en guitarra flamenca...
—Eso es. Aquí en Córdoba
he podido ir haciéndome un huequito, trabajando y terminando los estudios.
—Y en Tomelloso, ¿con
quién aprendió?
—Una vez que entré en la
Peña, empecé a juntarme con gente que me fue explicando cómo iba esto. Al
principio era autodidacta, por internet. Luego tomé clases con el Niño de la
Era, de Argamasilla de Alba, y después con Manuel Martín del Campo, de Daimiel,
que es catedrático de guitarra flamenca en Córdoba. Con él me preparé durante
dos años para las pruebas.
—El mundo del flamenco
es muy exigente. ¿Cómo es ganarse la vida en esto?
—Es muy complicado, el mundo del arte es duro y la música más, sobre todo en España, donde no se dan muchas facilidades. Ahora me tengo que hacer autónomo para poder ir a Japón y probablemente ya me quede como tal. No hay horarios ni estabilidad geográfica ni económica. Hay que estar al pie del cañón, estudiar mucho y adaptarse. Pero con ilusión y pasión se va viendo el fruto.
—¿Sigue viniendo mucho
por Tomelloso?
—Últimamente no tanto,
por trabajo. Pero siempre que me llaman y tengo la fecha libre, voy encantado.
Y si voy de vacaciones, me gusta juntarme con mi gente, con mi peña, y echar el
ratito.
—Tomelloso tiene una
afición flamenca muy viva. ¿A qué cree que se debe eso?
—Es verdad, Tomelloso, Alcázar, Valdepeñas... hay mucha afición. Creo que
influye el estar entre Andalucía y Madrid, un lugar de paso. También el trabajo
en el campo, que conecta con muchos cantes. Y luego está la Peña Flamenca Los
de Montoya y Chacón, que tiene más de 50 años. Hay mucha tradición y mucho
conocimiento.
—El flamenco siempre
ha evolucionado y se ha mezclado con otras músicas. ¿Eso es bueno o es un
riesgo?
—Yo creo que es bueno. Yo
mismo he hecho alguna cosilla mezclando flamenco con rap. No considero que sea
flamenco como tal, pero era una fusión simpática. Soy una persona inquieta. Los
concursos y las peñas han hecho que se conserve mucho el flamenco puro, pero yo
creo en la fusión bien hecha, con buena música. Y en el crecimiento del
flamenco sin perder las raíces, por supuesto. Para eso hay que escuchar mucho
flamenco antiguo y tener claro el concepto.
—¿Tiene otros
proyectos a corto o medio plazo? ¿Alguna grabación o gira en mente?
—A ver, ahora mismo a
corto plazo lo que tengo es esto de Osaka. Proyecto, sí, claro. Actualmente
estoy viviendo en Córdoba y, como te digo, estoy trabajando en los tablaos.
También hago espectáculos con artistas que me llaman. Pero el proyecto que yo
tengo es irme a Madrid en un año o dos. Córdoba está muy bien, me ha dado mucho
y le estoy muy agradecido. Pero yo soy una persona que quiere más, y Madrid es
el centro, el siguiente escalón.
Oportunidades para irme
fuera de España me han salido muchas, China —pero vino el COVID—, Roma —pero
tenía actuaciones ya cerradas en La Mancha—, Abu Dabi, Dubái… Siempre pasaba
algo, exámenes, compromisos. Y ahora, por fin, ha salido esto de Japón, me ha
cuadrado y me puedo ir. Así que eso, y Madrid como próximo paso importante.
—¿En quién se fija
como referentes, tanto en el cante como en la guitarra?
—A la guitarra, indudablemente Paco de Lucía, del que he mamado mucho. Luego me gusta mucho la escuela de Caño Roto, ese barrio marginal de Madrid. De allí admiro a Gerónimo Maya, David Cerreduela, Jhonny Jiménez… En el cante me gustan tanto antiguos como actuales, pero últimamente consumo mucho cante “para atrás”, el que acompaña al baile, porque es donde más estoy trabajando. Me gustan Alfredo Tejada, José Valencia, Antonio Campos… Son números uno en ese arte. Yo antes escuchaba más cante “para adelante”, pero ahora, por necesidad y por gusto, valoro muchísimo el cante que sostiene el baile.
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