Opinión

Una etapa que se cierra, una nueva que comienza

Artículo de Ana Belén Navarro, presidenta de TEAcompaño CLM y madre de un niño con autismo

Ana Belén Navarro | Lunes, 23 de Junio del 2025
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Con mucha alegría y con un poco de tristeza, cerramos una etapa. Mi hijo, Carlos, que tiene un trastorno del espectro autista (TEA) de grado 2, ha terminado la Educación Primaria. Han sido años de lucha, de logros compartidos, de lágrimas y también de muchas sonrisas. Hoy quiero dar las gracias y contar mi experiencia, no solo como madre, sino también como activista, como compañera de camino de muchas otras familias que atraviesan lo mismo.

Durante todo este tiempo, mi hijo ha cursado en el Colegio Almirante Topete. Recuerdo perfectamente el día en que fui a echar la matrícula. Le pregunté a la directora si el centro estaba preparado para un niño con autismo. Me respondió con sinceridad: “No, pero se prepara”. Y vaya si lo hicieron.

Agradezco profundamente a la directora, que ha sido para mí como una hermana dentro del colegio. Su apoyo, su escucha y sus consejos han sido un pilar. También a los tutores y profesionales que nos han acompañado. En el autismo, la comunicación a veces no es directa entre los niños y sus profesores, y entonces entramos las familias. Es esencial que el equipo docente y las familias vayamos de la mano, como iguales. Esa es la verdadera inclusión: trabajar juntos por el bienestar de los chicos.

Mi hijo ha contado con Pedagogía Terapéutica, PT; Audición y Lenguaje, AL, y Auxiliar Técnico Educativo, ATE. Algunos profesionales estuvieron desde el principio, otros se fueron incorporando con el tiempo. Todos han hecho una labor increíble. Recuerdo conversaciones un domingo por la tarde con el PT para planificar los objetivos de la semana. Buscar estrategias para reducir su ansiedad, que en un principio le llevaba a morder lapiceros, ropa o cualquier cosa que tuviera cerca. El aula era un espacio en construcción constante, y todos remamos para adaptarla a sus necesidades.

Y no me quiero olvidar del papel de la ATE. Han sido sombra y luz para mi hijo. Gracias a una ATE maravillosa, Gema Cepeda, empezó a comer pavo —algo que parecía imposible—, y hoy casi sabe montar en bicicleta gracias a otra profesional, Inma Rodrigo, igual de dedicada. Cada pequeño logro ha sido una gran victoria.

Pero el camino no ha sido fácil. Cuando empezó en el colegio llevaba pañal, no hablaba y no se comunicaba. Se pidió el ATE, pero no llegó en septiembre. Hubo que reunirse con un inspector, justificar lo evidente: que mi hijo necesitaba ese apoyo. Solo entonces se consiguió media jornada, con la condición de que las terapias se hicieran por la tarde. Y así lo hicimos. Coordinamos con AFAS Atención Temprana para cambiar los horarios y mantener su escolarización sin interrupciones. Más tarde, con mucho esfuerzo, conseguimos jornada completa de ATE. Hubo que ir al delegado, explicarlo todo otra vez, hacer equipo con el centro y seguir insistiendo.

Ahora comienza otra etapa: el instituto. Una aventura enorme, porque, aunque nos digan que sí, que va a tener apoyos, aún no están garantizados. Carlos ha actualizado el diagnóstico TEA, que es un conjunto de pruebas muy completo para conocer su estado actual. Para mí es fundamental saber cómo está ahora mi hijo, si su perfil cognitivo ha cambiado desde que se le diagnóstico a los dos años. Quería tomar decisiones con toda la información posible. ¿Debía llevarlo a un instituto ordinario o a uno específico como el Ponce León? Y todo el mundo insistía en que debía ir al instituto, pero yo necesitaba estar segura.

El informe del Pro-TEA ha sido muy completo, y gracias a él vamos a comenzar un nuevo perfil sensorial con una terapeuta en septiembre. Ya hemos mandado todo a la consejería de Educación, y ahora estamos esperando los apoyos. Pero como ya me pasó en Primaria, si no llegan, tocará volver a insistir, volver a reunirnos con inspectores, con delegados, con quien haga falta. Incluso he bromeado —aunque no tanto— con que haré huelga encadenada a un árbol si no llegan los recursos que mi hijo necesita.

Lo que quiero con este testimonio es visibilizar. Que se sepa que detrás de cada niño o niña con TEA hay una familia que lucha, que organiza, que coordina, que no se rinde. Que la inclusión real no es solo una palabra bonita en un papel: es un compromiso de toda la comunidad educativa, desde los altos cargos hasta quien acompaña en el día a día.

Gracias, de corazón, al Colegio Almirante Topete. Gracias por prepararse. Gracias por creer. Gracias por caminar con nosotros.

Ahora empieza una nueva etapa, y la enfrentamos con esperanza, con fuerza… y con la convicción de que no estamos solos.

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