Opinión

La política con alma: El legado de Ramón González Martínez

Artículo de opinión escrito por Bernabé Blanco

Bernabé Blanco | Martes, 24 de Junio del 2025
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Este mes de junio se cumplen treinta años desde que Ramón González Martínez tomó posesión como Alcalde de Tomelloso. Corría el año 1995. Y aunque su etapa al frente del Ayuntamiento duró solo cuatro años, hasta 1999, fue tiempo suficiente para dejar una huella profunda, duradera y, sobre todo, ejemplar. Quienes tuvimos el privilegio de vivir aquellos años desde dentro sabemos que no fueron años cualquiera. Fueron años de una forma de gobernar que hoy, con la perspectiva que da el tiempo, cobra aún más valor.

Ramón no fue un alcalde más. Fue un alcalde distinto. Y lo fue porque entendía la política como lo que, en esencia, debería ser: un ejercicio honesto de servicio público. Llegó a la Alcaldía con una idea clara de lo que quería para Tomelloso, pero, sobre todo, con una forma muy concreta de trabajar: con serenidad, con sentido del deber, y con una voluntad real de escuchar y de construir consensos. Gobernó para todos, sin sectarismos, sin rencores, sin estridencias. Y eso, créanme, no es lo habitual.

Durante su mandato se pusieron en marcha iniciativas relevantes para la ciudad. Se acometió, por ejemplo, la reforma del Museo del Carro, se creó la Casa del Agricultor, se impulsó la Casa Francisco Carretero y muchas otras más. Infraestructuras importantes, sin duda. Pero Ramón sabía, y nos lo enseñó, que los grandes logros no son solo de ladrillo o cemento. Que lo importante no es solo lo que se hace, sino cómo se hace. Y él lo hacía desde la honestidad, el diálogo y la búsqueda permanente de acuerdos. Involucraba a todos los grupos políticos, respetaba la voz de la oposición, y nunca se dejó llevar por el interés partidista o personal. Su mirada estaba puesta siempre en el bien común.

Yo formaba parte del Gabinete de Alcaldía en aquellos años. Trabajé codo con codo con él. Y si algo puedo decir de Ramón, más allá de su impecable labor institucional, es que era, ante todo, una magnífica persona. Coherente, humilde, cercano. Con una enorme capacidad para mantener la calma incluso en momentos de tensión, y con una fe inquebrantable en la necesidad de construir desde el respeto y la palabra. Su despacho estaba siempre abierto. Su teléfono, siempre disponible. No era un político de gesto, era un político de fondo.

Pero si admirable fue su etapa como alcalde, no lo fue menos su vida después de dejar el cargo. Porque Ramón nunca entendió el compromiso con los demás como algo limitado a una responsabilidad institucional. Era parte de su manera de estar en el mundo. Volcado siempre en su maravillosa familia, que era su mayor orgullo y refugio, cuando concluyó su etapa política, siguió dedicando su tiempo y su energía a quienes más lo necesitaban. Fue presidente de Cáritas en Tomelloso, donde desplegó una labor callada pero inmensa, y fue también un miembro muy activo de la Junta Directiva de una de las asociaciones más importantes de la localidad, AFAS, dedicada a apoyar a las personas con discapacidad intelectual y a sus familias. Allí también dejó su impronta, su sensibilidad, su capacidad de escucha, su incesante iniciativa y su saber.

Treinta años después de aquel junio de 1995, creo que es el momento de recordar su figura y de rendirle el homenaje que merece. Porque, más allá de los cargos, de las obras o de los mandatos, lo que perdura es la forma de hacer las cosas. Ramón dignificó la política. Demostró que es posible gobernar con respeto, con principios, con alma. Nos enseñó que la política, no sólo la local sino también la regional y la nacional, puede ser cercana, útil, humana. Que no hace falta gritar para hacerse oír, ni imponer para avanzar.

Hoy Tomelloso sigue caminando, como debe ser, de la mano de quienes lo gobiernan en cada momento. Pero es justo, y necesario, detenernos un instante para mirar atrás y reconocer a quienes pusieron parte de los cimientos de lo que somos. Ramón fue uno de ellos. Y su legado no solo está en los edificios, ni en los proyectos, ni en las fotos de archivo. Su legado está en una forma de gobernar y de vivir que sigue siendo ejemplo para todos.

Gracias, Ramón, por lo que hiciste y, sobre todo, por cómo lo hiciste.

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