Tomelloso

Pepe Torres: «Nunca he pedido permiso para ser yo mismo»

Con la cercanía del Día del Orgullo, La Voz entrevista a un referente por la lucha de los derechos del colectivo LGTBI

Francisco Navarro | Jueves, 26 de Junio del 2025
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Pepe Torres fue un rayo de luz en los años oscuros, un huracán de libertad llegado de Ibiza, un pionero de la visibilidad LGTBI en plena Mancha profunda. Regresó a Tomelloso a principios de los 80 con melena y bigote como Freddy Mercury, camisa hawaiana y una manera de entender la vida que sacudió las costumbres del pueblo. Empresario, activista, agitador cultural, ha sido durante cuatro décadas mucho más que el dueño de un bar: un símbolo de apertura, resistencia y alegría.

Convirtió su local de la calle López Torres en un refugio diverso, libre y efervescente, al calor de la movida madrileña y del espíritu reivindicativo que aún lo acompaña. Recorremos en nuestra conversación que historia viva de Tomelloso, el difícil camino del colectivo LGTBI del que durante mucho tiempo ha sido su figura más visible. Pepe, nos cuenta, nunca ha pedido permiso para ser él mismo.

—Su vuelta a Tomelloso fue todo un revulsivo…

—Fue una sorpresa para mucha gente. Venía de Ibiza con la melena, el bigote y camisa hawaiana. En aquella época yo tenía la cabeza muy abierta, venía con toda la libertad que se respiraba tras la transición. Regresé sin intención de esconderme, seguía con mi vida, como había hecho en Madrid, en Ibiza... ¿Por qué iba a cambiar en Tomelloso?

—Debutó en la hostelería con el bar de la entonces piscina municipal, ¿no es así?

—Sí, un amigo y yo alquilamos el bar de la piscina durante el verano. Por el día vendíamos polos, cervezas, fantas, y por la noche montábamos un pequeño bar con música. Era muy divertido, no había nada parecido entonces. Nos juntábamos al aire libre, en el césped con un ambiente veraniego buenísimo.

—Después decide establecerse y montar su propio bar…

—Me quedé en Tomelloso con mi madre, como nos mudamos a la calle Don Víctor, aproveché unas habitaciones vacías de la casa familiar de la calle López Torres. Decidí montar un bar de copas, que era algo que me gustaba mucho. Con música, con ambiente, con libertad. Un lugar diferente con el quise traer a Tomelloso lo que había conocido en Madrid y en Ibiza.

—No nos poníamos de acuerdo con el nombre del local ¿Cómo se llamaba el bar de Pepe?

—(Ríe) Tuvo varios nombres: primero Rainbow, por un bar de Ibiza que me encantaba; luego Swing, cuando Manolo Buendía pintó en la fachada una pareja bailando. También se llamó O’clock, como la discoteca madrileña, y después Spermula, por una peli... Pero los “chicos graciosos” del pueblo le pintaron una “u” entre la “s” y la “p” y se leía “Supermula”. Pero lo que quedó fue La Pantera Rosa, por la pantera en la fachada con chupa de cuero. Todos lo conocían como el bar de Pepe o directamente la Pantera.

—Apostó desde el principio por la música nacional, por los grupos de la movida…

—Cuando vivía en Madrid me pilló el nacimiento de la movida. Iba a conciertos, frecuentaba los bares donde actuaban Alaska y los Pegamoides, Radio Futura, Nacha Pop… Íbamos incluso a grabaciones de La Edad de Oro, el programa de Paloma Chamorro, que fue algo mítico. A través de nuestro amigo Juanjo conseguíamos la contraseña para entrar. Allí vimos a Alphaville o La Fura dels Baus, y nos cruzábamos con gente de Glutamato Ye-Yé, Golpes Bajos, Gabinete Caligari. Aquello era la vanguardia cultural y yo quería traer parte de ese espíritu a Tomelloso.

—Y con ese espíritu promovió conciertos que son historia, cuéntenos…  

—El 21 de agosto del 81 hicimos un festival en el campo de fútbol con Radio Futura, Nacha Pop y Los Pegamoides. Fue un hito increíble. Luego repetimos en la plaza de toros, y además de Radio Futura, que nos gustaba mucho, trajimos a La Mode y a Betty Troupe, un grupo de Valencia que tenía un hit, “El vinilo”, que sonaba por todas partes. Aquello marcó a una generación.

—Además, organizaba exposiciones y eventos culturales, ¿no es así?

—Una vez, con motivo del Orgullo, montamos una exposición en La Corrala, que era la terraza de verano que se conectaba con el bar de invierno. Allí expusimos cómics, portadas de discos, cuadros, libros de literatura gay… fue una pequeña muestra cultural en un rincón manchego. Quisimos hacer ruido, mostrar como éramos.


—Como escribió Carlos Moreno, el año 1982 cambió Tomelloso…

—Sí, ese año abrimos tres bares que cambiaron el panorama nocturno de Tomelloso: en mayo, El Cafetín de Álvaro; en junio, La Pantera Rosa, el mío; y en julio, El Patio, de Rafa. Fue el nacimiento del Triángulo de las Bermudas tomellosero, como lo llamábamos en broma. La gente entraba y ya no salía hasta el amanecer.

—Pepe, usted salió del armario en una época en la que no había ni armario ni puerta, solo muros. ¿Cómo fue?

—Fue muy natural. Desde joven yo sabía que era diferente. Lo que pasaba es que no encontraba a nadie como yo aquí. Cuando, con los años, empecé a conocer gente con la misma sensibilidad, me dije: “Anda, no estoy solo”, y eso fue liberador. Yo nunca he pedido permiso para ser yo mismo. A veces he tenido apoyo, y otras veces, agresiones, insultos, desprecios. Pero he seguido. Por mí y por los que venían detrás.

—Tomelloso es un sitio más abierto que otros gracias a su bar y, sobre todo a usted. Nos ha enseñado a ser más tolerantes…

—Era un lugar donde venía gente de Argamasilla, de Alcázar, de Valdepeñas... porque sabían que allí podían ser como eran. La gente venía a divertirse, pero también a respirar, a sentirse libre.

—En el bar de Pepe se creo la primera asociación reivindicativa, ¿cómo funcionó?

—Se llamaba AMHO, Amigos Homosexuales de Castilla-La Mancha. Hacíamos fiestas, actividades… pero cuando tocaba dar la cara, pedir derechos, ya no era tan fácil. Muchos no querían que se supiera como eran. Así que, aunque fue una iniciativa pionera, no cuajó del todo. Pero al menos sembramos algo.

—Hoy hay quien dice que no hace falta Orgullo, que ya está todo conseguido. ¿Usted qué responde?

—Pues que no, que aún falta mucho. Lo primero es que los derechos no se regalan, se conquistan. Y segundo, que no todo el mundo los disfruta igual. Hay agresiones, hay discriminación… El Orgullo no es una fiesta solo, es una reivindicación. Y mientras falte algo por conseguir, hay que seguir saliendo a la calle.

—¿Cree que hay peligro de retroceso en los derechos del colectivo LGTBI?

—Me da mucho miedo porque resulta que depende de quién gobierne o no, qye la situación mejore o retroceda. Entonces tenemos que seguir luchando para que esos derechos sigan adelante. No se puede bajar la guardia.

—¿La integración pasa por la normalización?

—Exactamente. Tú eres como eres, y yo como soy. Yo te respeto a ti y tú a mí, y así con todos. Da igual si eres gay, lesbiana, trans… Ahora también se habla mucho de los binarios, los no binarios. Hay un montón de géneros diferentes. Y hay que entenderlos, aunque mucha gente no sepa lo que es. Lo que hay que hacer es respetar a todo el mundo, sea lo que sea.

—Por sus bares han pasado muchos famosos, ¿nos los recuerda?

—Rossy de Palma, por ejemplo, estuvo en la inauguración de mi bar. También vinieron Luis Antonio de Villena, Eduardo Mendicutti, Leopoldo Alas, el nieto de Clarín. Ruphert, que venía mucho al Torito. Manuel Piña, el modisto de Manzanares. Y también los de Cruz y Raya, José Mota y Juan Muñoz. Pero claro, yo estaba trabajando, poniendo música, despachando… muchas veces no me daba ni cuenta.

—¿Sigue siendo igual de reivindicativo?

— Siempre he sido activista. Estuve en la Fundación Triángulo, en Plural LGTBI+ de Alcázar, ahora también colaboro con AIRE aquí en Tomelloso. Empecé hace muchos años en COGAM, en Madrid, en la calle Carretas… siempre he estado muy metido en la lucha.

—¿Y ahora?

—Ahora ya estoy más tranquilo, estoy jubilado, no trabajo. Quiero dedicarme a mis cosas, mi cine, mi música, mis viajes, mi casa, mi hermano, mis amigos. Disfrutar de la vida.

—No sé si preguntarle si se ha sentido bien tratado por Tomelloso…

—Aunque algunas veces no, también es verdad que con el tiempo muchas cosas han cambiado. Conoces a mucha gente, hay clientes que se convierten en amigos. Me saludan por la calle personas que han ido a mis bares, o sus hijos incluso. Me dicen “mis padres iban a la Pantera” o “allí se hicieron novios mi padre y madre”. Me hablan con cariño y estoy muy orgulloso de eso.

—Usted apostó por quedarse aquí en una época en la que todo el mundo se marchaba…

—Tomelloso es mi pueblo, aquí estaba mi familia y no me iba a ir a otro sitio a montar un negocio. Empecé aquí porque tenía a mis amigos. Luego vino más gente, y genial. Pero mi sitio era este, mi casa era esta.

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