Opinión

Pasado, presente y futuro laboral

Fermín Gassol Peco | Viernes, 25 de Julio del 2025
{{Imagen.Descripcion}}

(Escribo estas líneas desde un lugar del campo de Calatrava en el que no hace mucho tiempo existió una bodega y almazara, donde se araba con mulas, se sembraba y segaba a mano formando haces de mies que se trasportaban a la era para trillarlas, ensacarlas y llevarlas al granero; en un lugar donde años más tarde, esta forma de cultivo dejó paso a los tractores, sembradoras, abonadoras y cosechadoras, alguna de estas máquinas equipadas con mando a distancia para realizar las distintas labores de cultivo. En un lugar donde hoy, esta mañana, cuatro familiares teletrabajan hablando en inglés con distintas empresas situadas fuera de España).

No creo descubrir nada nuevo al decir que estamos asistiendo a un cambio de dirección, único hasta ahora, en la historia de la humanidad. Da la sensación de que su futuro no va a ser una prolongación modernizada del pasado, una civilización enganchada con el ayer, sino que se va a convertir en una humanidad de nuevo cuño…en la que se va a hablar un lenguaje hasta ahora desconocido. Preguntarse cómo va a pensar, se va a comportar, cómo seremos las personas dentro de cien años, no más, supone asomarse a un precipicio del que desconocemos su final; y hablo de precipicio no por el miedo a algo peor…sino por el vértigo y la inseguridad que produce el desconocimiento de lo que ese futuro presenta.

El avance intelectual basado en la tecnología, como una filosofía que alimente la mente del ser humano en el futuro, corre el riesgo de llegar a convertirse en una mera aplicación inmediata y directa de las posibilidades que ofrecen las cosas inventadas por él. El mayor riesgo que amenaza a la humanidad para su avance posterior consiste en quedar a merced de sus propias creaciones. Que la máquina se convierta en la auténtica madre de la filosofía para su futuro. En ese caso, la capacidad de abstracción quedaría sepultada y con ello la posibilidad de que las personas pudiéramos reflexionar sobre nuestra propia identidad. Nuestros ideales quedarían atrapados por el techo de nuestras conquistas. El horizonte despejado para encajar lo imprevisible dejaría de ser un referente en nuestras vidas.

Estaríamos así ante una nueva civilización: la de seres humanos mecanizados o robotizados. Pasaríamos de haber creado robots que parecen humanos, a convertirnos en personas que parecen robots. Estaríamos hablando de algo apocalíptico par la especie humana,…su extinción.

Pero la crisis actual no es cosa nueva, aunque sea hija de su tiempo y circunstancias, que son quienes la hacen distinta a las anteriores. La crisis que hoy padecemos tiene un antepasado al que teníamos olvidado o al menos eso parece. Ese bisabuelo tuvo un nombre, tecnificación y un apellido, maquinaria. Un elemento desestabilizador del sistema de trabajo basado en lo puramente artesanal, sistema que confería la necesidad de mano de obra masiva para realizar cualquier trabajo.

Y es que todo cambia necesaria y afortunadamente. El mundo laboral también ha modificado su aspecto a través de la historia a base de la superación de etapas que se han ido cubriendo para atacar después modelos más actuales y en concordancia con la forma exigida para vivir de los hombres y mujeres. Somos los seres humanos con nuestros avances intelectuales quienes desestabilizamos el equilibrio anterior. Y esa circunstancia repercute de una manera determinante en el estilo y en la filosofía de enfocar la vida, entre las que influyen de manera importante los descubrimientos científicos, técnicos y los conceptos ideológicos…quizá en gran parte consecuencia de los dos primeros.

La civilización actual no solamente es distinta de las anteriores por los tipos y maneras de realizar unos trabajos que antes no existían, sino por el estilo que esos avances han conferido a la humanidad. El trabajo es pues, hijo de su tiempo y de la mentalidad de quienes lo utiliza. Al igual que sucediera en el siglo XVIII, con el inicio en Gran Bretaña de la gran revolución tecnológica que dio paso a la posibilidad de realizar trabajos novedosos y así modernizar al mercado laboral, el gran reto de hoy está en encontrar otros que devuelvan la estabilidad laboral al grueso de la sociedad.

Si la primera gran revolución acaeció hace doce mil años, cuando se empezó a sacar partido del suelo, sembrando y cultivando semillas productivas; si la segunda comenzó hace doscientos cincuenta años con la mecanización y que de alguna manera, al igual que la primera también sigue influyendo en el modelo productivo,…la tercera gran revolución laboral de hoy, la informatización, es la que va determinar los sistemas y cauces productivos del futuro con la posibilidad de estar presentes y comunicados de forma virtual…pero realizando trabajos reales y útiles para el funcionamiento de la sociedad. La tercera revolución tiene un nombre. Internet. Una manera de trabajar en la que no hace falta la presencia física y en la que no existen intermediarios, almacenes, locales, desplazamientos, ni mobiliario para poder realizar el trabajo, ni el negocio.

1102 usuarios han visto esta noticia
Comentarios

Debe Iniciar Sesión para comentar

{{userSocial.nombreUsuario}}
{{comentario.usuario.nombreUsuario}} - {{comentario.fechaAmigable}}

{{comentario.contenido}}

Eliminar Comentario

{{comentariohijo.usuario.nombreUsuario}} - {{comentariohijo.fechaAmigable}}

"{{comentariohijo.contenido}}"

Eliminar Comentario

Haga click para iniciar sesion con

facebook
Instagram
Google+
Twitter

Haga click para iniciar sesion con

facebook
Instagram
Google+
Twitter
  • {{obligatorio}}