Opinión

El asno de Diógenes con Ciri

Joaquín Patón Pardina | Sábado, 20 de Septiembre del 2025
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—Hasta aquí. Vengo hasta aquí. ¿Cuándo aprenderán?

Con la mano derecha tocándose la cabeza me señala Ciri gesticulando sorpresa;  aquel gesto tan conocido de las madres de antes cuando las teníamos hartas de nuestras travesuras. Lo que me extraña es que no viene enfadado, más bien sonriente. Pronto saldré de dudas.

Se ha tranquilizado, como es de suponer, con los preliminares de la merienda, lo que me lleva al interrogatorio aclarativo de sus gestos y comentario.

—¿Conoces a Emmanuel Macrón?

Esta vez no me la va a colar, llevo varias reuniones en las que me hace pasar un rato muy desagradable para plantear un tema interesante.

—Sí, el Presidente de la República Francesa.

—Y a su mujer.

—También. Se llama Brigitte, —creo que ya sé por dónde va mi amigo, quiere comentar o recordar el último chiste sobre la escasez de belleza de la dama, por este flanco estoy alerta.

—El viernes pasado —alterna Ciri— charlamos sobre la sexualidad de la gente y el respeto imperativo a cada opción de las personas. Pues hete aquí que me he encontrado con titulares de periódicos como estos: «Emmanuel y Brigitte Macron demandan a una influencer por afirmar que la primera dama nació hombre»  O la BBC NEWS MUNDO, haciéndose eco de la misma noticia dice:  «Emmanuel Macron presentará “pruebas científicas” ante un tribunal de EE.UU. para demostrar que su esposa, Brigitte, es mujer.»

Pido que mi compañero me demuestre fehacientemente lo que dice mostrando en el “móvil” tales páginas de los periódicos que cita. La evidencia de la noticia no tiene dudas.

—Todo eso porque una activista americana ha afirmado que tal esposa nació varón y posteriormente, pasando por el quirófano, se transformó en mujer. Como estos señores u otros cualesquiera tengan y tengamos que desmentir lo que dicen de nosotros “vamos apañaos”, se necesitará un tribunal en cada calle para dirimir causas.

—Querido Ciri, con tu comentario estás recordándome una frase muy famosa de un filósofo, del que me considero admirador e ilustrado para muchas circunstancias, que habiendo existido hace 2400 años ya solucionó, Diógenes de Sinope.

—Sí, lo recuerdo bien, perteneció a la Escuela Cínica. De él se cuentan muchas anécdotas muy interesantes y educativas, aunque de algunas pongo en duda su credibilidad. Elevó la escasez de posesiones a modo existencial de vida, casi como virtud, —añade el compañero recordando, como otras veces, sus estudios.

—Me viene a la cabeza para comentar tu noticia una de sus frases lapidarias que dice: «Probablemente los asnos se rían de ti, pero no te importa. Así, a mí no me importa que los demás se rían de mí»

—Si quieres que te comprenda tendrás que explicármela un poco, así tal cual me queda módicamente incomprensible  —interviene Ciri con la sonrisa pícara, mientras mastica parte de la magdalena que contiene su plato.

—Con todo el gusto del mundo la desmenuzo para tu total comprensión, querido discípulo —esta expresión no ha gustado a mi amigo, vista la expresión y sorpresa; la he cargado con una pequeña porción de guindilla irónica y se ha dado cuenta—. La primera parte de la proposición “Probablemente los asnos se rían de ti, pero no te importa”. No es preciso explicar que está llamando asno o borrico, que tiene más enjundia la expresión manchega, a la persona que intenta reírse de ti, con lo que ya lo menosprecia; tal animal por tener poco seso, poco puede pensar y menos puede emitir juico, si los emite serán tan inútiles como un chorizo vacío sin tripa, por lo tanto, no te importa.

—Muy cierto, querido profesor —responde Ciri devolviendo la puya que le coloqué antes.

—La segunda parte de la frase: “Así, a mí no me importa que los demás se rían de mí”. Afirma la personalidad del que habla, situándola por encima de la persona que se  ríe y así mismo por encima de  críticas, maledicencias, falsos testimonios y demás “sapos y culebras que echen por sus bocas” aquellos que se mofan de mí y de mi comportamiento.

—Te digo muy en serio, cuánta verdad contiene el dicho de Diógenes. Cuantos males de cabeza nos evitaríamos situándonos así, por encima del qué dirán, qué me criticarán, de qué se reirán.

—Así es, Ciri, no debemos sentirnos superiores a las personas que nos rodean, pero sí menospreciar lo que puedan utilizar de nosotros para sus entretenimientos, risas, ultrajes, humillaciones… etc.

La apariencia del compañero es de total comprensión de la frase  y también de la necesaria conclusión imprescindible en nuestro mundo, en el que cada uno tenemos “un altavoz” en la mano, entiéndase el mundo digital, tan importante y con tantos beneficios en la evolución humana, y a la vez eco para los miles de usuarios. 

Un “pensador rural” me dijo un día que los medios tan avanzados de comunicación y al alcance de cualquier se parece a una navaja.  Al preguntarle por qué, su respuesta fue: Una navaja vale para cortar, comer, cocinar, arreglar un objeto de madera, retocar las plantillas del zapato…, para cientos de cosas útiles y necesarias para las personas, pero también los desalmados las utilizan para matar.

Hemos conseguido una reunión con cierto nivel intelectual y eso es extraordinario, pagamos la consumición y nos dirigimos a la heladería aprovechando el calor reinante nos aguardan los helados de turrón con sombra y temiendo que ya dure poco.

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