A sus 90 años, Adoración
Mendoza es un ejemplo de vitalidad y generosidad. Plena Inclusión
Castilla-La Mancha acaba de concederle su I Premio Voluntariado, reconociendo a
la voluntaria más longeva de la región y de España, con una trayectoria
entregada a entidades como AFAS —la Asociación de Familiares y Amigos de las Personas con Discapacidad—, Cruz Roja, la Asociación Española Contra el
Cáncer o ARBA, el colectivo que promueve la recuperación del bosque autóctono. Convaleciente en casa tras una neumonía, atiende a La Voz de
Tomelloso por teléfono. Su voz transmite gratitud, alegría y una firme convicción:
ayudar a los demás la ha hecho feliz.
—Adoración, ¿cómo
recibió la noticia de este reconocimiento?
—Estoy muy agradecida. Soy
la voluntaria activa más mayor de Castilla-La Mancha y quizá de España. No
sé si lo merezco más o menos, pero me siento muy orgullosa. Estoy muy
agradecida a Plena Inclusión, al pueblo de Tomelloso y a toda la región, porque
se han volcado conmigo. Y yo lo único que pienso es que mientras tenga un
soplo de vida, si puedo hacer algo por alguien, lo voy a hacer.
—¿Dónde ha
desarrollado su labor de voluntariado?
—He estado en Cruz Roja,
en la Asociación Contra el Cáncer, en ARBA y sobre todo en AFAS. He
preferido estar donde hacía más falta. Y en Cruz Roja o en el cáncer
siempre han faltado manos. Y en AFAS ni te cuento. Allí, por muchos que seamos,
siempre hacen falta más, porque los chicos necesitan atención, salir, compartir
actividades… y eso requiere mucha dedicación.
—¿Qué tareas realiza
actualmente?
—Antes hacía más cosas,
pero ahora me centro sobre todo en acompañar. Los domingos voy a por los
chicos de la vivienda de Garcilaso, los llevo a misa, luego tomamos una caña en
el bar —que les encanta porque se sienten como uno más—, y después los llevo de
vuelta a casa. También, los miércoles, con mi compañera María José, sacamos
a tres o cuatro chicas a dar un paseo, a merendar, a celebrar los cumpleaños.
Para ellas y ellos es una fiesta, se sienten felices, y nosotras también
disfrutamos mucho. A veces les hacemos un pequeño obsequio y lo celebramos como
se merecen.
—Y ahora está malita,
¿no?
—Hace poco cogí un
catarro fuerte, que acabó en neumonía, porque estuve con ellos en un
espectáculo de los 80 en la feria. Pasé frío y me puse mala, pero ¿qué iba a
hacer? Yo estaba con ellos, estaban disfrutando y yo disfrutando con ellos,
y eso para mí vale más que nada.
—Dice que el
voluntariado le da vida…
—Sí, es lo que me
mantiene. Creo que sigo tan activa con 90 años gracias a ello. Estoy
deseando que llegue el día en que tengo que salir con ellos. Los quiero mucho,
ellos me quieren a mí, y son tan cariñosos que es imposible no quererlos. Me
siento útil, feliz, acompañada.
—¿Cuándo decidió
entregarse al voluntariado?
—Fue al quedarme viuda.
No tengo hijos, y me quedé sola. Sabía que no podía encerrarme en casa, como
hacen algunas personas. Yo no valgo para quedarme sola mirando las paredes.
Entonces me hablaron del voluntariado y pensé: “Voy a probar. Si no valgo, lo
dejo, pero si me gusta, sigo”. Y mira, me gustó tanto que cada vez me fui
metiendo más, más y más. He compartido experiencias muy bonitas. Y hasta
hoy.
—En estos años también
ha vivido experiencias únicas a nivel personal…
—Sí, la verdad es que sí.
A los 90 monté en globo, que era un sueño que tenía desde hacía tiempo, y lo
disfruté muchísimo. También hice un crucero con mis amigas, gracias a mis
compañeros que se juntaron para regalarme el viaje. Fue precioso, no lo
olvidaré nunca. Y lo último, el Camino de Santiago. Iba en silla Joelette,
porque ya no puedo hacerlo andando, me fatigo mucho, pero lo viví con muchísima
ilusión. Mis compañeros tiraban de la silla, ellos hicieron el esfuerzo y yo lo
pasé fenomenal. Ya no me queda ningún sueño por cumplir, porque los he
realizado todos.
—Plena Inclusión le
considera un ejemplo para la juventud. ¿Qué les diría a los más jóvenes?
— Que lo intenten,
que prueben. El voluntariado es una experiencia grandísima. No todo el mundo
vale, porque hay personas que lo han intentado y lo dejan, pero quien vale y le
gusta, ya no lo puede dejar. A los jóvenes les digo que no tengan miedo,
que prueben, porque te llena por dentro. Y yo estaré allí para animarlos
siempre que haga falta.
—¿Cómo lleva la edad y
la soledad?
—Estoy muy bien, gracias
a Dios. Tengo mucha vitalidad y muchas ganas de vivir. No me quiero morir.
Soy muy positiva. Hay gente que se queda sola y se encierra en su casa, pero yo
no sirvo para eso. Prefiero salir, acompañar y disfrutar de la vida. Es cierto
que ya me cuesta más hacer algunas cosas, porque tengo artrosis y me fatigo
antes, pero sigo resolviendo mi vida poco a poco. Voy al centro de día, hago
mis cosas y me mantengo activa. Soy muy positiva, siempre lo he sido. Quiero
salir, quiero hacer cosas, quiero seguir disfrutando de la vida.
Adoración Mendoza es un
soplo de optimismo. En cada palabra deja claro que su secreto está en vivir
para los demás. Como ella misma resume: “Mientras tenga vida,
seguiré siendo voluntaria”.
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Lunes, 22 de Septiembre del 2025
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