Tomelloso

Marconi Buendía: “En la provincia quedamos ya muy pocos bobinadores”

Este gran profesional nos descubre los secretos y particularidades de un oficio esencial para las empresas que cuentan con maquinaria

Carlos Moreno | Martes, 23 de Septiembre del 2025
{{Imagen.Descripcion}} Marconi Buendía en su puesto de trabajo. Foto de Francisco Navarro Marconi Buendía en su puesto de trabajo. Foto de Francisco Navarro

Nacido en Pedro Muñoz, pero afincado en Tomelloso desde los siete años, Marconi Buendía Pliego es uno de los pocos supervivientes que el oficio de bobinador tiene en la provincia. Su padre, Mariano Buendía, le enseñó bien un trabajo que pudo perfeccionar matriculándose en el turno nocturno de Formación Profesional, clases que aprovechó bien y que compaginó con su labor diaria que ha realizado desde los 14 años.  Tras trabajar primero en la empresa familiar, acabaría recalando en la empresa de montajes eléctricos de Jacinto Pardo donde lleva ya 31 años. Y no es extraña la larga permanencia de este gran profesional y excelente persona que asegura disfrutar mucho con lo que hace.

Lo del nombre  de pila es también una historia curiosa. A su padre mucha gente le llamaba Marconi y decidió ponerle este nombre a su hijo. “Por la Iglesia aparece Marco Antonio porque le dijeron que un apellido italiano no podía utilizarse como nombre, pero él se fue al Juzgado y me puso Marconi y en todos los documentos legales, empezando por el DNI, aparece Marconi. En realidad, mi padre quiso que llevara el nombre del inventor de la radio como le gustaba tanto este mundo”.

Explica Buendía que un bobinador “es un oficio importante porque casi todas las empresas disponen de maquinaria con motores eléctricos. Estos motores se averían a veces y ahí aparecemos los bobinadores para quitarle el hilo de cobre que lleva y volver a ponérselo de nuevo, con su sección, sus vueltas…Cuando el motor está limpio, se ponen las bobinas, que yo las hago manualmente en una devanadora. Son seis grupos de bobinas por motor. El cobre lo que genera es una inducción, un campo magnético que es lo que acaba generando el movimiento del motor. Luego ya depende de los polos y las revoluciones de cada motor ya sean de bomba, de piscinas, de pozos, motores de bodegas y otros muchos para distintos tipos de industria. Hay motores, de potencias más pequeñas, que no merece la pena reparar”.

La reparación de un motor de cuatro o cinco caballos le puede llevar un día entero porque además de introducir el hilo “hay que meter también unos aislantes  para evitar que haga contacto el cobre con la chapa. Una vez que está terminado se le da una mano de barniz y a la hora de montarlo, a lo mejor, tienes que cambiar rodamientos. Hasta que por fin se termina y compruebas que el motor está preparado para mover una maquinaria y, la verdad, es algo que genera mucha satisfacción”.

A modo de anécdota, Marconi recuerda que  se les llamaba “bobinadores de hueco de escalera porque necesitaban muy poco espacio para bobinar un motor. De hecho, mi padre, desde que se jubiló hasta ahora, tenía el taller en el hueco de la escalera. Y aunque tiene ya 94 años, todavía hay gente que le lleva cosas para que las repare”.

El trabajo ha ido evolucionando con el paso del tiempo. “Antes no había alternadores, lo que había eran dinamos que bobinábamos a mano. Mi padre llegó a Tomelloso en el año 1969 y el primer cliente que tuvo aquí fue Terrazos Ven, poco después la cooperativa Virgen de las Viñas o Vinumar que eran empresas que manejaban motores de 70 y 100 caballos y nos daban mucho trabajo”. De aquel pequeño taller de la calle Orense, la familia Buendía se trasladó a uno de mayores dimensiones en la calle Doña Crisanta, justo donde hoy está Pinturas Serrano.

Nueva etapa con Jacinto Pardo

Al jubilarse el fundador  y producirse la crisis del 94, se disolvió la empresa familiar.  Marconi Buendía llegaría a un acuerdo para trabajar en la empresa de Jacinto Pardo. “Mi padre le vendió la maquinaria específica para bobinar. He tenido suerte, sigo haciendo la misma función que hacía en mi casa y les estoy muy agradecido porque me han dado mucha libertad y confianza”.

Confiesa que ama su trabajo “y no es tan rutinario como lo puede ver alguna gente porque cada motor tiene sus características y todos los días aprendes porque surgen cosas nuevas”. Pero lamenta Marconi que en la provincia se haya ido reduciendo la presencia del oficio. “En la provincia quedaremos nueve o diez bobinadores. Hay pueblos que los que solo queda uno o ninguno. Es un oficio generaciones, que ha pasado de padres a hijos, pero yo no lo podré legar a mi hijo que es ingeniero y  trabaja en una multinacional diseñando puentes. A mí también me hubiera gustado estudiar una ingeniería, pero entonces no todos los hijos de la familia podrían estudiar. De todos modos, estoy muy contento de cómo he podido desarrollar mi vida laboral, con el gran apoyo de Mari Carmen, mi mujer, a la que le estaré eternamente agradecido”.

   


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