Una generación preparada como nunca antes. Hablamos de jóvenes con un nivel formativo y académico sin precedentes. Nunca antes una generación había tenido tanto acceso a la educación superior, a los idiomas o a las herramientas digitales. Entre los 14 y los 29 años se concentra una etapa clave. La transición entre la adolescencia y la adultez, cargada de un sinfín de posibilidades pero al mismo tiempo repleta de dudas, inseguridades y desequilibrios.
Dicho de otra forma: Tenemos a la generación más formada de la historia, pero también a la más insegura. La paradoja se resume en un dato alarmante: alrededor del 36% de los jóvenes han sido diagnosticados con algún trastorno psicológico, principalmente ansiedad y depresión.
El origen del término “generación de cristal” es un concepto que no es nuevo. La filósofa española Montserrat Nebrera acuñó en 2012 el término “generación de cristal” para describir a una juventud hiperconectada, dependiente de la inmediatez y con baja tolerancia a la frustración”.
Tarquini reconoce que la etiqueta es polémica, pero advierte que refleja un rasgo común: la dificultad para gestionar las emociones en un mundo cambiante y exigente. “Muchos jóvenes en esta franja de edad que acuden a consulta no han desarrollado todavía las herramientas para afrontar el fracaso, el estrés o la crítica. Y eso los hace especialmente vulnerables”.
La sobreprotección sobre todo en ámbito domestico, es el caldo de cultivo ideal, que genera y refuerza determinados rasgos de identidad. Padres que, con la intención de evitar sufrimientos (a veces necesarios), intervienen constantemente para resolver problemas o allanar el camino de sus hijos, sin ser conscientes de que la evitación a corto plazo se transforma en un problema a medio y largo plazo.
El psicólogo advierte que este estilo educativo, aunque bienintencionado, limita el desarrollo de la autonomía y la resiliencia. “Un buen padre no es quien evita todos los tropiezos, sino quien acompaña cuando ocurren, quien apoya y respalda, quien ayuda a levantarse, aprovechando los tropiezos como oportunidad de aprendizaje y crecimiento. Las dificultades como los contratiempos son necesarios para aprender, el ensayo y error no deja de ser uno de los sistemas de aprendizaje que siempre ha acompañado al crecimiento personal, profesional y emocional .
De ahí una de las consecuencias más evidente e incuestionable: jóvenes que tardan más en independizarse, que atrasan decisiones vitales y que encuentran enormes dificultades al enfrentarse solos a la vida adulta.
Otro de los fenómenos que preocupa es la pérdida progresiva de habilidades comunicativas. El uso intensivo de redes sociales y plataformas de mensajería ha reducido la práctica de la comunicación verbal. La “sociedad muda” y el déficit comunicativo son evidencias diarias que se refuerzan cada día más. Se ha generado un contexto en el que cuesta cada vez más expresar emociones, debatir con argumentos o mantener conversaciones profundas. La falta de comunicación limita la empatía, dificulta la resolución de conflictos y empobrece la vida social. Además, reduce la capacidad de pensamiento crítico, una herramienta indispensable para desenvolverse en un mundo saturado de información.
El acceso a la información nunca fue tan amplio como ahora. Sin embargo, la abundancia no siempre se traduce en calidad. Muchos jóvenes consumen contenidos de manera pasiva, sin filtrarlos ni analizarlos. Cuando no existe un espíritu crítico, la persona se convierte en un receptor pasivo, fácil de manipular por mensajes radicales o poco veraces, advierte el especialista. La falta de autonomía de pensamiento, en este sentido, se convierte en un riesgo social y cultural, cuyas consecuencias son inimaginables y peligrosas.
Otro factor que alimenta la fragilidad emocional es el modelo de éxito que se difunde en redes sociales: la vida perfecta, el cuerpo perfecto, la sonrisa permanente. Un ideal inalcanzable que genera frustración y baja autoestima.
La exaltación del atractivo físico, desligado de la salud real, y la obsesión por el reconocimiento social producen un aumento de la ansiedad y la decepción personal, explica Tarquini. La búsqueda constante de validación externa refuerza la dependencia emocional y la inseguridad. Los números respaldan la alarma. Según diferentes estudios, más de un tercio de los jóvenes sufre ansiedad o depresión. Los trastornos del sueño, la falta de concentración y los episodios de angustia son cada vez más frecuentes.
Frente al diagnóstico de este panorama, Tarquini plantea una serie de propuestas que, más allá de la teoría, buscan aplicarse en el día a día de familias, instituciones y educadores.
En primer lugar, subraya la importancia de fomentar la autonomía personal y de pensamiento. Dar a los jóvenes espacios para equivocarse, aprender de los errores y tomar decisiones responsables. Se trata de generar adultos independientes que puedan navegar en el mar de la vida con seguridad, no sin riesgos, no sin temor, pero si con conocimiento, conscientes de sus propios límites como de sus propias virtudes. No a la merced de los vientos.
La alfabetización emocional, es la piedra angular, el fulcro sobre el cual apoyar el conocimiento. Generar un adecuado coeficiente emocional que vaya de la mano de un coeficiente intelectual es vital para enfrentarse a los desafíos diarios de la vida adulta. Resiliencia, empatía, afectividad y manejo del estrés son competencias tan esenciales como las matemáticas o los idiomas, pero todavía poco trabajadas en los programas educativos.
La sociedad cambia a un ritmo vertiginoso, y con ella las demandas que recaen sobre los jóvenes. Para Tarquini, el reto está en equilibrar la protección con la autonomía, la exigencia con la comprensión, el desarrollo académico con el emocional.
La clave no es eliminar las dificultades, sino dar a los jóvenes las herramientas para enfrentarse a ellas. Aprender a retrasar la recompensa y limitar la frustración. Desarrollar un pensamiento critico que no sea un simple compartir el pensamiento o repetir conductas de otros. Solo así se podrá transformar su fragilidad en fortaleza.
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Domingo, 28 de Septiembre del 2025
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