Mañana 15 de octubre se celebra el Día de la Mujer Rural.
Es una conmemoración reciente, la estableció la ONU en el año 2007 para reconocer
«la contribución decisiva de la muer rural en la promoción del desarrollo
agrícola, la mejora de la seguridad alimentaria y la erradicación de la
pobreza». Ya saben nuestros lectores —como nos recuerda diariamente Ángel
Martín-Fontecha— que “cada día tiene su santo”, esto es, que en cada jornada
hay una o más conmemoraciones.
Pero la del 15 de octubre no la deberíamos dejar pasar como
una conmemoración más en la que se entregan reconocimientos, se hacen
celebraciones y se escriben artículos con más o menos acierto (este mismo es un
ejemplo). La fecha no debería perder el sentido de reivindicación, ni de hacer justicia
con una historia tantas veces ignorada. En Tomelloso, todos lo sabemos, el
campo también ha tenido nombre y rostro de mujer.
Basta recordar aquella portada de Blanco y Negro,
publicada el 26 de septiembre de 1896, que sorprendía al país al afirmar que
Tomelloso era el único lugar de España donde las mujeres llevaban pantalones.
No era un gesto de rebeldía estética, sino la consecuencia lógica de una
realidad, peleaban codo con codo con los hombres en las viñas, en los jaraíces
y en las eras. Trabajaban de sol a sol y al llegar a casa seguían al frente del
cuidado, la comida, los hijos y las cuentas.
Todos recordamos a las terreras (o las lieras), símbolo de Tomelloso,
que moldearon con sus manos firmes y su espalda terca el paisaje humano del
pueblo. Muchas no sabían leer ni escribir, pero entendían de esfuerzo, de
jornadas que empezaban “al verse” y acababan al ocaso. Cargando espuertas y tirando
de la maroma, sostenían la precaria economía de sus hogares (a los que “se
debían” y cuando acababan la jornada laboral les esperaban las “tareas
domésticas”). Eran mujeres con pantalones; de pañuelo, tierra y silencio, cuya
contribución rara vez encontró espacio en los libros, pero sí en la memoria de
cada familia.
Hoy, el testigo lo recogen agricultoras que han cambiado el
pañuelo por el tractor, la hoz por la gestión de explotaciones, cooperativas o
empresas familiares. Mujeres que firman, deciden, planifican y continúan
llevando, además, el peso invisible de los cuidados. Ellas —todos conocemos a
unas cuantas en Tomelloso— simbolizan una lucha que no comenzó ahora, se viene
librando desde que tenemos memoria. No se trata solo de conmemoraciones, insisto,
sino del reconocimiento a una trayectoria que hunde sus raíces en aquellas
mujeres de pantalones remendados y manos agrietadas.
Tomelloso no puede comprenderse sin esa labor silenciosa que
ha tejido economía, familia y tierra al mismo tiempo. Ellas equilibraban la
viña y la cuna, el jornal y el puchero, las cuentas de la cosecha y el cuidado
de los hijos. Trabajaban “a la par”, sí, pero también “además”.
Mañana será el Día de la Mujer Rural. Que no sea una
efeméride hueca. Que sirva para recordar que el campo no solo se siembra con
semillas, también con dignidad, fortaleza y memoria.
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Martes, 7 de Octubre del 2025
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