Que la vida va en serio, como cantaba Gil de Biedma, uno lo empieza
a comprender tarde. Quien más y quien menos hemos sufrido los, casi siempre
dolorosos, tumbos de la existencia. Esos volantazos del destino que,
inexorablemente, nos alejan de nuestros sueños. Y ese es, a grandes rasgos es
el argumento de “Forever”, el aclamado montaje de Kulunka Teatro que llegaba
este sábado al Marcelo Grande.
Una obra dura, emotiva e intensa sobre la incomunicación,
los estigmas, el fracaso, la frustración… que nos siguió conmoviendo bastante
rato después de haber abandonado la sala. “Forever”, Kulunka Teatro,
recibió una gran ovación (una de las mayores que hemos escuchado últimamente
en el Marcelo Grande), por su manera contenida, elegante, creíble, sincera y
emotiva de contarnos esta historia normal sobre una familia normal.
Teatro sin palabras, almas expuestas
Kulunka nos plantea su teatro recurriendo a las máscaras (inexpresivas),
prescindiendo de las palabras, Y con ese lenguaje, y la indudable maestría de
los actores, nos cuenta la historia de una pareja joven y enamorada que
vive en un hogar corriente. Esperan un hijo que tarda en llegar y cuando
lo hace, tiene una discapacidad.
A partir de ahí, el destino da un volantazo y el
miedo, la pena, la sobreprotección, incluso, minan los sueños y las esperanzas
de la familia. Los personajes van cayendo sin solución, hay bullying, ruptura,
incomunicación… y parece que no hay nada que frene esa imparable caída.
Una tragedia de andar por casa
Edu Cárcamo, José Dault, Garbiñe Insausti e Iñaki Rikarte nos
muestran una tragedia (tragicomedia, a ratos) de andar por casa, que tiene poco
que ver con los grandes dramas clásicos. Lo que cuenta “Forever” nos puede pasar
a cualquiera (si no es que nos ha pasado ya), o a nuestro vecino, o a
nuestro primo.
Es nuestra vida, con sus aciertos y contradicciones,
con sus escenas patéticas que nos arrancan una sonrisa (helada alguna
vez). Aunque las máscaras y la ausencia de diálogo nos permitan alejarnos del
dramatismo y la angustia de los miembros de la familia, la increíble
gestualidad de los actores, su gran trabajo, nos lo remarca en cada escena.
Un escenario que gira como el tiempo
“Forever” transcurre en un escenario giratorio que nos
permite recorrer las tres habitaciones de la casa, incluso el espectador puede
ver dos cuartos a la vez. Se trata de un elemento que potencia la obra y
le da una dimensión muy cinematográfica. Esa escenografía enfatiza el paso del
tiempo, los cambios de los personajes, sus estados de ánimo. Ante la ausencia
de palabras hay símbolos reveladores como el cojín en forma de corazón
que se va marchitando durante toda la obra. O la implacable música que
hace que no nos relajemos durante los 90 minutos de la obra.
Al final, la esperanza aparece tenuemente con un breve
destello. Como decimos, “Forever” recibió una larga y sonora
ovación del público del Marcelo Grande. El periodista abandonó la sala
abatido y conmocionado, pero feliz por haber asistido a un gran espectáculo.
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Domingo, 19 de Octubre del 2025
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