Opinión

Conocer la realidad; para aprender a darnos vida, que sea digna y creativa

Víctor Corcoba Herrero | Domingo, 9 de Noviembre del 2025
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 “Deberíamos ser más corazón que coraza, lo que facilitaría realmente el encuentro y no el encontronazo, porque uno tiene que saber que existe para poder asistir”.

Ningún saber, por mucho conocimiento que vierta, debe caminar solo y sentirse autosuficiente. No hay avance sin comunión con la pluralidad de los saberes; que es, en realidad, lo que contribuye al conocimiento de una naciente erudición universal. Sin duda, el edificio humano debe comenzar por reconstruirse humanamente, promoviendo la decencia y el desarrollo integral de todo ser humano. En efecto, la ciudadanía tiene que ganar confianza, si quiere hacer frente a los retos del futuro, haciendo hincapié en el uso responsable de la sapiencia para el beneficio colectivo; y, en particular, para la erradicación de la pobreza. Al fin y al cabo, lo substancial es bajarse de los pedestales y compartir anhelos en un mundo en continua sucesión de oportunidades para sobrevivir.

Indudablemente, será vigoroso hacer comunidad a la hora de promover el estudio y la difusión de información sobre los vínculos entre el progreso científico/tecnológico y el mantenimiento de la conciliación y la seguridad. Nadie me negará, que es un hecho la rápida transformación de los últimos años, ofreciendo nuevas oportunidades para la experimentación social y económica, pero en la que también se corre el riesgo de exacerbar las desigualdades sociales, al menos que se establezcan ciertas garantías. De ahí, la importancia de comprometernos a trabajar honestamente, sabiendo que cuando se infunde en todos la certeza de hacerlo con honradez, no sólo se halla la verdad, también se encuentra las satisfacción combinada de mejorar la savia que nos ha sido dada.

Conocer los diversos contextos en los que nos movemos es vital; máxime en un momento en el que la inteligencia artificial, en rápida evolución desde el siglo XX, ha variado diversos aspectos de nuestro cosmos. Desde la robótica y la comprensión del lenguaje hasta el análisis predictivo y la modelización climática, esta rama de la informática que se centra en el desarrollo de sistemas informáticos, mejora las actividades de investigación y acelera la innovación en todas las disciplinas. Ahora bien, también acumula riesgos éticos que deben ser justamente tramitados. De lo contrario, esta tecnología acabará siendo manipulada para beneficio personal o corporativo de los poderosos. Tanto es así, que expertos en derechos humanos alertan sobre la privatización de la guerra y la seguridad.

Por tanto, los avances serán humanos en la medida que socialmente nos injerten vigor a todas las personas, sin exclusiones de ningún tipo. No olvidemos jamás, que somos seres pensantes en relación, y que los avances también pueden ser un retroceso y convertirnos en esclavos de nuestro propio invento, puesto que la inteligencia artificial puede conducir a un aislamiento perjudicial. Quizás tengamos que ser más poetas en guardia que nunca. Pensemos que, el cambio de época va con nosotros, lo que nos demanda espacio para la reflexión, puesto que no es fácil buscar la luz del mañana con la luz del hoy. En consecuencia, tal vez deberíamos ser más corazón que coraza, lo que facilitaría realmente el encuentro y no el encontronazo, porque uno tiene que saber que existe para poder asistir.

No obstante, resulta preocupante que el enfoque utilitario e interesado,  continúe subordinándolo todo a los beneficios, dañando el sostenimiento viviente y la dignidad humana, ignorando al mismo tiempo las necesidades de las poblaciones más indigentes que, por lo general, son las menos equipadas por la investigación ilustrada, lo que debe comprometernos profundamente a estar al servicio de una nueva cultura, la del amor de amar amor, con aportaciones serias documentadas, redefiniendo el paradigma científico, a través de la transparencia en la acción, la ética como fundamento de estética humanística, con apertura a la ciencia y la participación inclusiva; y, todo ello, como motor de sostenibilidad y de saludable concordia entre análogos. ¡La paz, por si misma, ya es vida!

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