“Está visto que precisamos una intensa y
larga corriente de vida interior, que acreciente una creatividad continua, al
menos para reparar nuestros mares interiores, que aletean en el desconsuelo más
cruel”.
En un mundo global como el presente, totalmente roto, las
actitudes rígidas suscitan aún más incomprensión y sufrimiento, lo que nos
requiere extender la mano y entrar en diálogo, al menos para acercar posturas y
encontrar soluciones a conflictos absurdos y tensiones dañosas. Sin duda, será
saludable para toda la humanidad, comenzar por fortalecer la protección de las
sociedades contra el virus del odio y la venganza. La apuesta por un cultivo de
concordia y no violencia, debe ser una de nuestras prioridades, así como la
educación en derechos humanos y una ética gobernanza. De lo contrario, nos
hundiremos en enfrentamientos, que lo único que nos llevan es a romper vínculos
sistémicos y a la destrucción total.
Desde luego, es deber de todo ciudadano ante el resurgir de
la intolerancia, ayudar a construir horizontes armónicos que nos fraternicen.
Ahora bien, sin una base moral objetiva, ni siquiera la democracia puede
afianzar un orden sólido. En consecuencia, es vital educar en la verdad y
favorecer la mediación, dondequiera que haya sido afectada, que es lo que nos
hace repensar sobre tantas contrariedades vertidas, no favoreciendo la
prevención del extremismo violento. Indudablemente, hemos de proveer y prever,
valores y principios, al menos para que cesen los hechos crueles y podamos
recorrer el camino del amor y de la justicia para todos. Que nuestra buena
disposición nos ayude a transitar, con perseverancia y paciencia, será una virtuosa
orientación y contribuirá a mejorar las atmósferas.
Sea como fuere, necesitamos, hoy más que nunca, de ese aire
positivo de amor que todo lo tolera y que jamás se irrita por nada. Fruto de
esta sublime consideración es el aprecio, la aceptación y el respeto hacia todo
proceder, en su forma de ser y en su manera de actuar. Claro está que somos
distintos por naturaleza y, tan solo el soplo condescendiente, puede garantizar
la supervivencia de comunidades mixtas en todas las regiones del planeta. Al
fin y al cabo, como hijos del amor que somos, nuestras fibras más intimas han
sido creadas para amarnos entre sí y darnos vida unos a otros. Por esta razón,
viendo cómo se suceden nuevas contiendas, con la complicidad o indiferencia,
podemos pensar que el gremio mundial ha perdido la vena humana, es decir, el
propio corazón.
Está visto que precisamos una intensa y larga corriente de
vida interior, que acreciente una creatividad continua, al menos para reparar
nuestros mares interiores, que aletean en el desconsuelo más cruel. Hoy todo se
compra y se vende, cuando lo importante es donarse y cuidar juntos de nuestra
casa común, cada día más fragmentada y con una conflictiva ciudadanía. Sólo con
acciones fuertes y conjuntas, ejercitando la tolerancia se destronará de
nuestros pasos el egoísmo deshumanizante que nos pervierte la esencia, de forma
irresponsable y mezquina. Nos corresponde, por tanto, avivar el aguante en
nuestras organizaciones; por ser éste, no simplemente un preciado arranque,
sino además una necesidad para el acuerdo, que es lo que facilita el progreso
de los pueblos.
Por supuesto, todos estamos llenos de miserias, debilidades
y errores; para ello, sólo hay que adentrarse en uno mismo y verse. En efecto,
si nos examinásemos mar adentro, veríamos que la comprensión y compasión hacia
nuestros análogos, es de hecho un estado mental, un discernimiento y una
obligación. Démonos cuenta de que todos vamos en el mismo barco; y que,
nuestras diferencias, son una parte constitutiva de la universalidad de cultos
y culturas. Aprender a vivir juntos en paz, a través de la educación para la
ciudadanía global, es un modo de advertir el discurso de antipatía y rencor,
que nos impide disfrutar de la existencia y hermanarnos. Lo sustancial es morar
como estrellas lumínicas celestes y no morir como siluetas oscuras sin alma. ¡Complaciente
propósito!, pues.
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Jueves, 13 de Noviembre del 2025
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