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Un viaje por mi Tierra. La ruta del Quijote en el siglo XXI

José Manuel Ruiz Gutiérrez | Martes, 18 de Noviembre del 2025
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El profesor y psicólogo Bernardo Fernández-Pacheco Villegas acaba de publicar Un viaje por mi Tierra. La ruta del Quijote en el siglo XXI, una obra que recorre 28 pueblos manchegos con mirada literaria y vital. Presentado en Argamasilla de Alba ante un auditorio lleno, el libro se convierte en un homenaje al Quijote y en una invitación a redescubrir la Mancha con calma, memoria y emoción.

"El que lee mucho y anda mucho, ve mucho y sabe mucho", dijo nuestro insigne escritor D. Miguel de Cervantes Saavedra con la intención de decirnos que “el viajar” es como el comer. Pero en este caso, alimentando nuestra sabiduría.

Este otoño el profesor, psicólogo y educador Bernardo Fernández-Pacheco nos ha traído bajo el brazo un magnífico regalo en forma de libro del que muy gustosamente quiero hacer una breve reseña para dar a conocer a nuestros lectores de La Voz de Tomelloso.

Recientemente, el pasado 17 de octubre, a las 20 horas, en el salón de actos del Centro Cultural Casa Medrano de Argamasilla de Alba, con un lleno total de público, se presentaba este libro con la presencia de Tomás Fernández Arroyo-Tébar, abogado, amigo del autor y padrino de la presentación, Pilar Serrano de Menchén presidenta de la asociación Académicos de la Argamasilla y numeraria de la Academia de Ciencias Sociales y Humanidades de CLM, prologuista del libro y María José Díaz Carretón Concejala de Cultura del Ayuntamiento de Argamasilla de Alba. El acto resultó ameno, ilustrativo y amable, tanto por parte del padrino como por el resto de los acompañantes de la mesa.

Comenzó el acto con una presentación fotográfica acompañada de una inspiradora música en la que se mostraron fotos de cada uno de los lugares incluidos en la ruta recogida en el libro. Merece mi admiración  la magnífica presentación que glosó Tomás Fernández sobre la obra en la que demostró un amplio conocimiento de la obra literaria cervantina y del libro motivo de la presentación. Anotó anécdotas del propio Bernardo, autor y amigo, con el que en su juventud fue compañero de aventuras teatrales en el conocido grupo de teatro Lazarillo de Manzanares.

Después de la intervención de los miembros de la mesa, tomó finalmente la palabra el  propio Bernardo que explicó al auditorio, con gracejo y sabiduría, muchas anécdotas de la novela Don Quijote de la Mancha y hasta se atrevió, con buen talante y gracejo, a retar al público a responder algunas preguntas con el fin de averiguar cuantos, de los que allí nos encontrábamos, habíamos leído el Quijote y cuantos de nosotros deberíamos repasarlo o leerlo por primera vez. Del experimento quedó demostrado, lamentablemente, lo poco que se lee esta genial novela de Don Quijote de la Mancha en nuestra tierra.

El libro que nos ocupa, en mi opinión, es una valiosa aportación al inmenso catálogo de publicaciones relacionadas con la gloriosa y mundialmente conocida novela Don Quijote de la Mancha. Creo que, con mucho acierto, el autor nos invita y acompaña a recorrer la ruta que, siempre supuestamente, debió seguir el caballero de la triste figura, en la geografía manchega retratada en aquel inmortal libro que vio la luz  un 16 de enero de 1605. 

Veintiocho pueblos en la ruta

Si no he contado mal, son veintiocho los pueblos que Bernardo integra en su ruta. A lo largo del recorrido, de cada uno de estos, cuenta de cada uno hechos históricos, arquitectura, personajes ilustres, costumbres, comidas, folclore, etc., usando una cuidada prosa bien escrita que denota su buen manejo del lenguaje así como sus amplios conocimientos sobre paisajes y paisanajes manchegos. Es por ello por lo que debo decir en honor a la verdad que es un libro de viajes muy bien escrito y del que doy fe que a nadie dejará indiferente.

En su libro, Bernardo nos desvela interesantes polémicas  referidas al análisis del Quijote en lo que se refiere a la demanda de paternidad sobre los hechos y lugares novelados. Esta no es sino la eterna quimera que los estudiosos y no estudiosos promueven en aras de “acercar protagonismo a sus pueblos” con fines espurios y poco confesables. Mientras D. Miguel seguramente se ríe desde allá en donde fuera su espíritu a parar después de su muerte.

Los caminos de antaño, ahora son autovías, las ventas de entonces, montones de ruinas y la memoria de la historia queda relegada en un rincón ante la imposición de la modernidad. Leyendo el libro, cae uno en la cuenta de la manera en que atravesamos los paisajes en estos tiempos; la velocidad de nuestros medios de transporte nos separa del paisaje de una forma grosera. ¿Quién se detiene a admirar el escudo blasonado de una antigua casa? ¿Quién cruza los atrios de tantas y tantas iglesias que se reparten en el territorio de nuestra mancha? ¿Quién interroga al paisano que toma el sol en la plaza? ¿Quién demanda comidas manchegas en los restaurantes de paredes plastificadas que pueblan nuestra geografía? ¿Quién identifica una humilde hierba o arbusto en medio del campo? ¿Quién se sienta a escuchar a las aves silvestres cuando celebran sus ritos? Pocos lo hacen como Bernardo. Por eso, también he leído con gusto su libro,  porque esta obra se convierte en un documental literario de nuestra tierra: La Mancha. Tierra de paso, apenas blasonada por la ausencia de la nobleza, poblada de hombres y mujeres arraigados en el paisaje,  una tierra sobre la que Cervantes siembra “la locura de un loco que estaba cuerdo”, de un transeúnte que dejó escrita en el paisaje la epopeya más maravillosa de un ser humano: La defensa de la razón, la honestidad y  la generosidad. Así es como nos enseñó Cervantes a recorrer el paisaje, así es como Bernardo lo hace en su libro.

En mi opinión, Bernardo nos regala con este libro, un buen consejo: Conocer tu tierra te permitirá amarla más. Este viaje, bien podría ser un viaje iniciático al centro mismo de la espiritualidad, a la búsqueda de razones para no dejarnos matar por este ansia de consumir que nos embarga. Nos invita a detenernos y sentir la naturaleza, percibir la caricia del viento mientras recorremos el camino, contar las humildes piedras que permanecen olvidadas en las orillas y cunetas, rescatar la necesidad de una conciencia renovada con el deseo de ser paisaje dentro del paisaje, de sentir el latir del tiempo en las costuras de nuestra existencia. 

Me permito, para ir terminando, unas palabras que dedica Sancho a su Señor con la intención de animarle a vivir  y a seguir abrazando la aventura: -¡Ay! -respondió Sancho, llorando-: no se muera vuestra merced, señor mío, sino tome mi consejo y viva muchos años, porque la mayor locura que puede hacer un hombre en esta vida es dejarse morir, sin más ni más, sin que nadie le mate, ni otras manos le acaben que las de la melancolía. Mire no sea perezoso, sino levántese desa cama, y vámonos al campo vestidos de pastores..(parte II, capítulo LXXIV) -extraído de la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes-. ¡Qué buen psicólogo era Cervantes! Poniendo en los labios de Sancho,  hombre de pocas letras y muchos conocimientos, un consejo que me gustaría regalarle a todos ustedes y brindárselo a mi amigo Bernardo, contestando a su invitación de leer el Quijote.

Termino este artículo con una reseña sobre una palabra que ha llamado mi atención. Se trata de la última palabra del libro de Bernardo “VALE”. Creo que como buen conocedor y admirador de la obra ha querido terminar justamente con la misma palabra que acaba la novela de Cervantes. Es un guiño que me conmueve y aplaudo. La palabra «vale» proviene del verbo latino «valere», que significa «estar bien» o «ser fuerte». En español antiguo, se utilizaba como una forma de despedida, similar a «que te vaya bien». De hecho, en algunos textos medievales se pueden encontrar frases como «Vale, amigo», equivalente a «Cuídate». Este es un significado de los muchos otros que podría tener. Se lo preguntaré a Bernardo, para que me explique el especial sentido por el que la pone.


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