Opinión

La pobre Navidad vista por Ciri

Joaquín Patón Pardina | Sábado, 13 de Diciembre del 2025
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Tarareando suavemente un aguilandero  manido por las repeticiones de años y voces, aparece mi colega esta tarde de diciembre a pocas fechas de la Navidad.

No niega el tiempo que vivimos los días de diciembre mediado; ambiente frío a pesar de llamarlo “fresquito”, sereno el aire, la tarde con capa de cielo seminublado, las gentes, acuciadas por la prisa, se lamentan de no  llegar a ningún sitio a tiempo, saludan agitando las manos enguantadas.

Ciri percibe los halos de melancolía difuminados en el ambiente de la cafetería que me han invadido. Se silencia después de los saludos en espera del café y magdalenas.

—Te veo con cara si no triste algo preocupada —comenta el compañero achicando los ojos como para dar más agudeza a su mirada—,  ya estás tardando en compartir lo que te bulle en la sesera.

—Que me da mucha pena la pobre Navidad —le respondo tras unos segundos resumiendo mi estado y sus razones.

Ya conocéis a Ciri y sabéis que es reflexivo y toma en serio las situaciones, antes de ningún comentario lo piensa dos veces. No está muy aclarado y pregunta.

—Que te da pena la Navidad… ¿qué quieres decir con eso? No te comprendo bien. Si es uno de los tiempos más emotivos del año, cuando se junta la familia, se refuerzan los lazos de amigos, la gente parece más alegre. ¿No será que añoras los tiempos infantiles de vacaciones colegiales, mañanas sin madrugar, mantecados, figuritas de mazapán, chocolate calentito, churros? No puedes entristecerte ahora que llega.

—No es eso, compañero. A ver si me aclaro bien y te explico: Imagínate la tienda de un gran supermercado repleta de toda clase de artículos que van desde comida, limpieza, ropa, electrodomésticos, etc. Piensa que avisan por las calles de la ciudad, que a tal hora se abrirán las puertas y cada cual podrá llevarse, sin pagar, lo que quiera, lo necesite o no.

Solo unos segundos de silencio necesita mi amigo para hacerse a la idea.

—Ya está imaginado —responde Ciri con una mueca de preocupación en la cara—, pero no sé a dónde quieres llegar con este ejemplo.

—Fácil, querido amigo. Se te ha representado una marabunta de personas con coches, carritos, bolsas, sacos… En pocas horas del establecimiento no quedan ni las estanterías ¿verdad?

—Sí, así se me ha figurado. Pero continúo sin comprender lo que quieres comunicarme con esta imagen.

—Supón ahora, dilecto Ciri, que ese gran mercado es la Navidad, a ella hemos llegado todos individualmente o en grupos, y hemos extraído lo que más han demandado nuestros intereses egoístas en beneficio de nuestras ingresos económicos, provecho de ascenso personal, vacaciones, una y mil cosas. Lo que en un comienzo era una fiesta religiosa, celebrando el Nacimiento de Jesús ha pasado a ser por miles de razones un negocio mundial imparable. Sin olvidar durante los últimos años las ideologías que se llaman progresistas manipulando las figuras de la representación del belén por “sumo respeto” a los fieles de otras religiones y creencias.

—El ejemplo es muy elocuente. Visto así, debo coincidir contigo aun pecando de desesperanza.

—La situación es más grave si miramos al Cristianismo y muchos de sus representantes jerárquicos y feligreses, parece que todo está cumplido poniendo un “belencito” en los templos y animando a los practicantes del culto a que no olviden ponerlo en las casas sin sustituirlo por el “arbolito”. Junto a eso, están olvidando lo más esencial del aquel Hecho Histórico.

Un silencio aplastante nos abate. Creo que he contagiado a mi amigo con mi situación personal de tristeza, frustración, melancolía, rabia o impotencia. El compañero se mantiene serio, pensante, preocupado, investigando en su mente. A la vez concluye el último bocado de magdalena y el postrero sorbo de café. Me mira afinando la mirada, como he dicho al comienzo.  Me coge el brazo y aprieta, con voz suave dice:

—Ese gran establecimiento del que me has hablado ha quedado vacío después de la tormenta de la multitud, pero ha quedado ahí… Esa Navidad de la que hablas puede estar vacía de su contenido originario y específico en nuestros días. Error sería buscar culpables a los que acusar. Necesario es encontrar soluciones y las tienes delante:

»Un matrimonio pobre en camino, los acompaña un burro…

»Han tenido que dejar su casa y su trabajo…

»Ella embarazada y cumpliéndose el tiempo para dar a luz…

»Nadie los acoge ni siquiera en la posada.

»Se refugian junto a unos animales en una cuadra…

»Allí les nace el Hijo Querido, el que cambiará la Historia de la Humanidad.

No se necesitan más comentarios.

Abrazo fuerte a mi amigo.

Siento que unas lágrimas recorren mi cara y un sollozo me ahoga el habla.

Ciri calla y comparte el momento. 

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