Tebas, la de las siete puertas, es una ciudad maldita.
Cuando casi no se habían inventado los recuerdos, fue escenario de traiciones,
luchas de poder y tajantes y turbadores dilemas morales. La dinastía de los
Labdácidas, la estirpe de Edipo, es la culpable de todos los males de la
ciudad. Con esos mimbres —que forman la urdimbre de Tebanas— regresaba
este sábado Ay Teatro a Tomelloso.
Lo hizo entrelazando con maestría tres tragedias de Sófocles,
Eurípides y Esquilo, con una comedia propia, un guiño directo a Aristófanes.
El público disfrutó de un espectáculo que, como señalan sus creadores, “busca
la esencia poética, musical, coral y activa de los clásicos”; tanto, que no
se oyó ni una mosca en el Teatro Marcelo Grande durante la hora y media de
representación. Y, como no era para menos, el respetable premió a la compañía
con una ovación de gala.
Dramaturgia y dirección con sello propio
Con dramaturgia de Álvaro Tato y dirección y
música de Yayo Cáceres —presente este sábado en Tomelloso—, Tebanas
cautivó al público tomellosero, no tan numeroso como merecía la función.
El montaje nos condujo por los conflictos familiares, las maldiciones, las
luchas fraternales y bélicas de esta estirpe condenada por los dioses, con una
intensidad dramática que se podía cortar.
La puesta en escena resulta innovadora, sencilla pero
efectiva y contundente, con una utilización del espacio especialmente
brillante (magnífica el uso de unas varas), que multiplica la fuerza
simbólica del relato sin necesidad de artificios.
Seis actores y un coro hipnótico
Sobre el escenario, seis actores que lo dieron todo, Mario
García, Mario Salas, Marta Estal, Fran Garzía, Daniel Migueláñez y Cira Ascanio.
Ellos encarnan a Eteocles, Hemón, Plutón, Tiresias, Ismene, Polinices,
Caronte, Creonte, Yocasta o Antígona, y, además, forman el coro tebano,
que con voces acompasadas y salmodias hipnóticas interpela al espectador
y cuestiona las grandes preguntas sobre las que se asienta la convivencia.
La verdad como condena
Edipo busca desesperadamente la verdad sobre el asesino del
rey precedente, Layo, para librar a Tebas de la maldición que se cierne sobre
la ciudad. Aunque esa verdad sea su propia ruina. Después, Eteocles,
hijo de Edipo, defiende Tebas del ataque de su hermano Polinices, en una
guerra a muerte por el poder que no entiende de estirpes ni de lazos de
sangre.
Un respiro cómico desde el inframundo
Pero Ay Teatro sabe medir los tiempos y ofrecer oxígeno al
espectador. El tercer pasaje de Tebanas es “Los sepultureros”,
como indica el programa de mano, “un homenaje a Aristófanes”. Un guiño a
los esclavos de Tebas, a los que no figuran en los libros de historia, a través
de una descacharrante bajada al inframundo.
Un tártaro intolerante en el que ni siquiera se
permite cruzar la laguna Estigia a una patera cargada de “sin papeles”,
conectando el mito clásico con una lectura contemporánea tan irónica como
incómoda.
Antígona o la dignidad frente a la ley
Y, por último, Antígona. La hija de Edipo da
sepultura a su hermano Polinices desafiando la ley de Creonte, nuevo
emperador de Tebas, que ha prohibido el entierro del enemigo. El conflicto
entre la ley del Estado y la ley moral vuelve a golpear con fuerza dos milenios
y medio después.
En definitiva, Tebanas ofrece, con elegancia,
solvencia y mucho teatro, lo mejor de la tragedia clásica, esa que
planteaba —¡y de qué manera!— las grandes cuestiones humanas que siguen
regresando una y otra vez a los escenarios. Como grita Yocasta, “el amor es
el culpable de todo”.
El público, como decíamos, premió a Ay Teatro con una
ovación de gala.
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Domingo, 14 de Diciembre del 2025
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