Opinión

¡Felices Pascuas, Feliz Pascua!

José Vicente Cepeda Plaza | Lunes, 15 de Diciembre del 2025
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En los últimos años los católicos recibimos la Navidad con algún que otro sobresalto, no precisamente gratificante. Este año la noticia a destacar es la aprobación de la orden por la que la Consejería de Educación de la Junta de Comunidades de Castilla La Mancha, en el calendario escolar para el próximo curso, sustituye la Navidad y Semana Santa por los denominados periodos de “Descanso primer trimestre” y “Descanso segundo trimestre”, que van del 22 de diciembre hasta el 6 de enero y del 30 de marzo al 6 de abril.

Con la llegada de la Revolución Francesa, inspirada por la Ilustración, se impulsó la idea de que todo lo que no se pueda razonar debe ser rechazado por falso e inútil. De la mano de los pensadores Voltaire y Rousseau en el llamado “Siglo de las Luces” surgió el laicismo, en el que se suplanta a Dios de la conciencia de los hombres para ser el Estado la propia conciencia. Ese hostigamiento al cristianismo trescientos años después siguen siendo un objetivo inquebrantable para los continuadores de la Ilustración.

El sistema educativo ha sido y sigue siendo el centro del tablero de ajedrez para la clase política: aquel que lo domina termina imponiéndose, en este caso en las conciencias y formas de entender la vida de las generaciones futuras. De ahí que la aprobación de ordenes como la de Consejería citada no sea un hecho aislado, sino que está enfocada a fomentar el laicismo; es decir, rechazar toda referencia a Dios.

Ante esta situación y estrategia claramente anticatólica, ¿qué podemos hacer los seguidores de Cristo? Volvemos a la historia. En el periodo revolucionario francés en la región de La Vendée, surgió un movimiento de católicos que bajo el lema Dieu et le Roi (Dios y el Rey) se convirtió en una rebeldía contrarrevolucionaria. Tres años de represión fueron necesarios para eliminar a los insurgentes con el resultado de 200.000 católicos franceses asesinados en beneficio de la Liberté, Egalité y Fraternité. Aparentemente una derrota, pero enriquecedora para quienes la fe es el eje de sus vidas.

Nada más lejos de la realidad incitar a los católicos a rebelarse con el poder establecido imitando el levantamiento de La Vendée; tampoco me veo con capacidad de encabezar un movimiento insurgente. La idea es otra. Según el último barómetro del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) de abril de este año, un 55,4% de la población se declara católica. Algo más de 27.000.000 de españoles. Si la mayor revolución que ha conocido la historia se originó con doce discípulos alrededor de un Maestro, y trajo unas consecuencias para el mundo hasta el punto de crear una nueva era (antes y después del Nacimiento de Cristo), ¿no será que los que nos llamamos discípulos contemporáneos del mismo Maestro estaremos con nuestros silencios, comodidades, y diría que hasta cobardías, haciendo fácil el juego a quienes quieren desterrar las raíces de una cultura y una civilización predominantemente cristiana, máxime en un país como España que tanto contribuyó a extender el cristianismo?

Nadie deberíamos eludir responsabilidades. La fe no es para esconderla, sino para transmitirla, así se enriquece y enriquece. Y cuantas mayores responsabilidades políticas y públicas se asumen, más implicación debería mostrarse porque si la sociedad necesita referentes, los católicos, que formamos parte de ella, también. Por eso asumo las palabras que pronunció el presidente del gobierno regional manchego, Emiliano García-Page en la presentación del libro Los primados de Toledo, en septiembre de 2021. «Una parte sustancial del Estado, para aquellos que no quieran reconocerlo o respetarlo, la conforman las creencias religiosas. Es absurdo omitir que la más mayoritaria es la católica y cualquiera que se plantee gobernar en España sin reconocer la importancia que tiene hoy, tiene discapacidad para el gobierno». Han pasado algunos años, pero  no está de más recordar palabras para que si el viento se las llevó, una nueva brisa pueda traerlas. Cada momento, cada situación, es propicia para una determinación.

Estamos a las puertas de la Navidad. Un tiempo cargado de esperanza y ¿de compromiso? Compromiso sí, esta debería ser la aptitud. Podríamos preguntarnos delante de los belenes que hemos vuelto a instalar un año más en nuestras casas:¿estará el Hijo de Dios contento con mi contribución a propagar la religión del amor que trajo al mundo? De lo contrario, vamos camino de convertirnos los católicos en unos topos a los que hace referencia Irene González, en su libro Salvar Europa: “A diferencia de los topos, los seres humanos no estamos hechos en la oscuridad del engaño, nuestro hábitat natural es la luz. Al impedir que el hombre conozca a Dios, es incapaz de reconocerse a sí mismo”.

Una aclaración al titular de este artículo. No es que felicite la Navidad doblemente; es que hago dos felicitaciones:  Felices Pascuas es para el tiempo inminente de la Navidad. Y feliz Pascua para el tiempo que empieza el Domingo de Resurrección, terminada la Semana Santa. Es una manera de contrarrestar el silencio a la Navidad y a la Semana Santa, que para el próximo curso el gobierno castellano manchego ha decidido implantar en los colegios.

José Vte. Cepeda Plaza

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