Opinión

No nos engañemos

Ramón Castro Pérez | Lunes, 29 de Diciembre del 2025
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Como todos los años por estas fechas, se habla de pensiones y de la capacidad de la Seguridad Social para pagarlas. La razón es sencilla, pues es ahora cuando se conoce cuánto se van a revalorizar las mismas.

Con las pensiones tenemos un problema consistente en que nunca hemos contado cómo funcionan técnicamente. Es más, la mayoría de nosotros cree otra cosa bien distinta y no nos sacarán de ahí por muchos números que nos presenten. Además, si algo tienen en común quienes viven de la vida política es el acuerdo unánime entre ellos: «las pensiones están garantizadas y el sistema no colapsará». Entonces ¿por qué tanta alarma?

Los números y la técnica

El sistema funciona de la siguiente manera: aquellos que trabajan y las empresas en las que lo hacen ingresan mensualmente, en la Seguridad Social, una cantidad llamada cotización que está relacionada con el sueldo que se cobra. Esta cantidad se destinará, en su mayor parte, a abonar las pensiones de las personas que actualmente están jubiladas. Es, por tanto, un sistema de entradas (cotizantes) y salidas (prestaciones, entre las que destaca la pensión de jubilación).

Mientras las entradas sean suficientes para abonar las salidas, el sistema funcionará perfectamente. Es gestionado por la Seguridad Social y es independiente de otras cuestiones como los impuestos y el gasto en Educación o Sanidad. Sin embargo, las entradas ya no dan para satisfacer las salidas, por lo que existe un déficit. Concretamente, hay que transferir a la Seguridad Social más de 50.000 millones de euros (aproximadamente, la mitad de todo el gasto sanitario público español) cada año para que se puedan pagar las pensiones. Tal cantidad de dinero proviene de los impuestos y debería estar destinada a otras políticas, tan importantes como sanidad, educación o vivienda.

Lo que creemos sobre las pensiones 

La mayoría de nosotros pensamos que la pensión que cobraremos al jubilarnos será parecida a nuestro último sueldo. Lo pensamos porque lo vemos. No nos lo ha dicho nadie ni nos han convencido de ello. En nuestro país, es así. Además, para la gran mayoría, la variable fundamental son los años cotizados y no la cotización. De hecho, sería extraño que alguien conociera la cifra de sus cotizaciones (cuota obrera y patronal) actualizadas. Estas son las grandes verdades a los ojos de la ciudadanía. Nuestra pensión ha de ser similar a lo que ganamos, pues hemos cotizado equis años. Desconocemos la técnica del problema. Nos dijeron que esto era así y no entendemos que lo cambien. Ningún grupo político se atreverá a desmontar esta creencia, alimentada en silencio durante años.

El futuro de nuestras pensiones

Pueden ocurrir múltiples escenarios. El más probable, en virtud de la aritmética política actual, es la continuidad hasta que algo realmente lesivo suceda. Seguiremos asumiendo un coste de oportunidad, cada vez más insoportable e injusto con los jóvenes y senior, desviando miles de millones de euros hacia las pensiones, con servicios públicos esenciales, cada vez más esquilmados y deficientes. En este escenario, cualquier chispa puede provocar un incendio, una confrontación intergeneracional. O, simplemente, la deuda acumulada se tornará en causa de un ajuste «a las bravas» que reduzca las pensiones vía decreto por exigencias de las autoridades fiscales europeas.

Otros escenarios son menos probables. Un acuerdo entre todas las fuerzas políticas y actores sociales que reformen el sistema para lograr que las cotizaciones puedan, por sí solas, sufragar las pensiones. Debería ser escalonado, ajustado a las nuevas cifras de esperanza de vida, sin actualizaciones y con información al detalle sobre lo que cada uno de nosotros lleva cotizado (ingresado en el sistema) y, por tanto, a repartirse entre los años que van desde la jubilación hasta la media esperada de supervivencia.

Como conclusión, sí que debiéramos, la gran mayoría, que «no se puede estar en misa y repicando» y que no es posible contar con menos listas de espera, más personal sanitario, más colegios, menos alumnos por clase, más ayudas a la vivienda y más y mejores pensiones. Es el concepto del coste de oportunidad, algo que la sociedad debe decidir. No nos engañemos. 

Ramón Castro Pérez es profesor de Economía en el IES Fernando de Mena, Socuéllamos.

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