Aprovecho la oportunidad
que me dan para comentarte unos asuntos que tienes en tu mente. En esta especie
de carta que te dedico desde mi sencillez de seguir siendo estudiante, aunque
ya fuera del instituto y de la universidad.
Nervios, madrugadas, libros, falta de apetito, apuntes, cabreos, ordenador,
corrector, bolígrafos, lapiceros,
cuadernos, gomas de borrar, trasnochadas, mal genio, risas dislocadas, horas
sin dormir, manos temblorosas.
Todo eso y más se repite
en muchas casas, en todos los colegios, institutos y universidades.
Han llegado los tiempos
(últimos días de mayo, junio y primeros de julio) de los exámenes y de recoger
el fruto de lo trabajado durante el curso. Es el “dies irae” de los
estudiantes.
Hay que hacer oídos sordos
a los tópicos, cuando las malas bocas desacreditan la labor de tantos niños,
niñas, jóvenes y no tan jóvenes con las trasnochadas frases: “Se van al parque en vez de entrar a clase”.
“Menuda vida se pegan los estudiantes”.
“El
fin de semana para los estudiantes comienza el jueves” y demás lindezas de algunas gentes con poco freno en la
lengua.
Hay, por supuesto, quienes
aprovechando la libertad que da el estar fuera de la casa familiar se dedican a
la buena vida y vivir alegremente a costa de los demás. Igual ocurre en
cualquier otro segmento de la sociedad. Siempre encontraremos al “avispado cara
dura” aprovechándose del esfuerzo de sus congéneres.
Me apoyo en la experiencia
que tengo como estudiante y como docente. Proclamo hoy desde estas sencillas
letras mi admiración y mi apoyo incondicional tanto a los alumnos como a profesores. Y desde luego a las familias que
con su dedicación, dinero y vida ayudan a sus hijos e hijas en esta labor que,
desde luego, siempre es muy trabajosa y de infinito sacrificio.
Cualquier trabajo a
desempeñar en la vida es duro y necesita muchas fuerzas físicas y voluntad
férrea. El de estudiar no es menos
costoso, ni menos dificultoso.
Cuando llegan estos meses
o la cercanía de exámenes o evaluaciones no existen fines de semana para el
descanso, y los puentes , que tanto babean envidiosos otros, al estudiante le sirven para ponerse al día y
dedicar unas horas más a la asignatura que no se da bien, a repasar los apuntes
y completarlos con la ayuda de algún amigo. A preparar los esquemas para el
examen de la próxima semana. A tanta tarea como siempre hay pendiente.
Quiero que se reconozca la
soledad del cuarto de estudio con la silla y la mesa delante, con el cansancio
en los ojos y los callos en los dedos de tanto escribir, del dolor de espalda y
la sensación de “tener el culo hecho una
tabla” en argot coloquial.
La sensación de pensar que
se es una carga en la familia, donde los demás aportan dinero y tú sólo sabes gastarlo
en libros y material de estudio, en viajes y matrículas de la universidad. La sensación de sentirse parásito de una
familia que te quiere hasta el infinito, es muy dolorosa.
De cómo se comen los minutos
y segundos antes de entrar en el aula para el examen, con una sensación de
vacío y angustia en el estómago. Con el sobresalto de pensar, que no te acuerdas
de nada de lo que has estudiado. Con el temblor en las manos y la sequedad de
boca. Con el miedo a hacer el ridículo y
dejar el folio en blanco, porque te has bloqueado.
De sentirse hundido,
porque después de tanto estudio, tanta preocupación, tanta dedicación, el
examen ha salido hecho una mierda. Tantos días asistiendo a clase, tantos
trabajos limpios y bien preparados y ahora todo aparece como un fracaso.
Pero lo normal, lo
habitual es que el trabajo, la dedicación, el esfuerzo siempre dan resultados
positivos. Siempre te van a llevar al triunfo. Las horas dedicadas, la memoria
trabajada, la inteligencia ejercitada, antes o después te van a dar los frutos
que esperabas. Esto es completamente cierto.
Y una cosa que no debes
olvidar: La nota final no es lo más importante. Se trata de un número que un profesor
va a poner en tu expediente; intentará (en la mayoría de los casos, no en todos),
que esa cifra sea justa, aunque no siempre va a acertar. Ese número no va en tu
vida. Quien pone las cifras en la vida eres tú mismo, querido estudiante. Sólo
tú conoces tu trabajo y tus fatigas.
Por eso desde aquí y con
todas mis fuerzas te digo:
¡ÁNIMO,
TÚ PUEDES CONSEGUIR LAS METAS QUE SUEÑES!
Un Abrazo en la soledad del estudio de tu amigo.
Joaquín.
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Viernes, 30 de Mayo del 2025
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Viernes, 30 de Mayo del 2025