Opinión

Querido estudiante

Joaquín Patón Pardina | Sábado, 26 de Mayo del 2018
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Aprovecho la oportunidad que me dan para comentarte unos asuntos que tienes en tu mente. En esta especie de carta que te dedico desde mi sencillez de seguir siendo estudiante, aunque ya fuera del instituto y de la universidad.

Nervios, madrugadas, libros,  falta de apetito, apuntes, cabreos, ordenador,  corrector, bolígrafos, lapiceros, cuadernos, gomas de borrar, trasnochadas, mal genio, risas dislocadas, horas sin dormir, manos temblorosas.

Todo eso y más se repite en muchas casas, en todos los colegios, institutos y universidades.

Han llegado los tiempos (últimos días de mayo, junio y primeros de julio) de los exámenes y de recoger el fruto de lo trabajado durante el curso. Es el “dies irae” de los estudiantes.

Hay que hacer oídos sordos a los tópicos, cuando las malas bocas desacreditan la labor de tantos niños, niñas, jóvenes y no tan jóvenes con las trasnochadas frases: “Se van al parque en vez de entrar a clase”. “Menuda vida se pegan los estudiantes”.  “El fin de semana para los estudiantes comienza el jueves” y demás lindezas  de algunas gentes con poco freno en la lengua.

Hay, por supuesto, quienes aprovechando la libertad que da el estar fuera de la casa familiar se dedican a la buena vida y vivir alegremente a costa de los demás. Igual ocurre en cualquier otro segmento de la sociedad. Siempre encontraremos al “avispado cara dura” aprovechándose del esfuerzo de sus congéneres.

Me apoyo en la experiencia que tengo como estudiante y como docente. Proclamo hoy desde estas sencillas letras mi admiración y mi apoyo incondicional tanto a los alumnos como a  profesores. Y desde luego a las familias que con su dedicación, dinero y vida ayudan a sus hijos e hijas en esta labor que, desde luego, siempre es muy trabajosa y de infinito sacrificio.

Cualquier trabajo a desempeñar en la vida es duro y necesita muchas fuerzas físicas y voluntad férrea. El de estudiar no es menos  costoso,  ni menos dificultoso.

Cuando llegan estos meses o la cercanía de exámenes o evaluaciones no existen fines de semana para el descanso, y los puentes , que tanto babean envidiosos otros,  al estudiante le sirven para ponerse al día y dedicar unas horas más a la asignatura que no se da bien, a repasar los apuntes y completarlos con la ayuda de algún amigo. A preparar los esquemas para el examen de la próxima semana. A tanta tarea como siempre hay pendiente.

Quiero que se reconozca la soledad del cuarto de estudio con la silla y la mesa delante, con el cansancio en los ojos y los callos en los dedos de tanto escribir, del dolor de espalda y la sensación de “tener el culo hecho una tabla” en argot coloquial. 

La sensación de pensar que se es una carga en la familia, donde los demás aportan dinero y tú sólo sabes gastarlo en libros y material de estudio, en viajes y matrículas de la universidad.  La sensación de sentirse parásito de una familia que te quiere hasta el infinito, es muy dolorosa.

De cómo se comen los minutos y segundos antes de entrar en el aula para el examen, con una sensación de vacío y angustia en el estómago. Con el sobresalto de pensar, que no te acuerdas de nada de lo que has estudiado. Con el temblor en las manos y la sequedad de boca.  Con el miedo a hacer el ridículo y dejar el folio en blanco, porque te has bloqueado.

De sentirse hundido, porque después de tanto estudio, tanta preocupación, tanta dedicación, el examen ha salido hecho una mierda. Tantos días asistiendo a clase, tantos trabajos limpios y bien preparados y ahora todo aparece como un fracaso.

Pero lo normal, lo habitual es que el trabajo, la dedicación, el esfuerzo siempre dan resultados positivos. Siempre te van a llevar al triunfo. Las horas dedicadas, la memoria trabajada, la inteligencia ejercitada, antes o después te van a dar los frutos que esperabas. Esto es completamente cierto.

Y una cosa que no debes olvidar: La nota final no es lo más importante. Se trata de un número que un profesor va a poner en tu expediente; intentará (en la mayoría de los casos, no en todos), que esa cifra sea justa, aunque no siempre va a acertar. Ese número no va en tu vida. Quien pone las cifras en la vida eres tú mismo, querido estudiante. Sólo tú conoces tu trabajo y tus fatigas.

Por eso desde aquí y con todas mis fuerzas te digo:

¡ÁNIMO, TÚ PUEDES CONSEGUIR LAS METAS QUE SUEÑES!

Un Abrazo en la soledad del estudio de tu amigo.

Joaquín.

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