Hace unas días hemos sido testigos de la potente presentación de la nueva imagen turística de Tomelloso, con la difusión de un hermoso vídeo en el que se ensalzan los paisajes, los monumentos, la cultura y los valores emprendedores de nuestra ciudad. Como tifos de eufóricas hinchadas mundialistas, sendas pancartas lucen el nuevo logo turístico colgadas de edificios tan peculiares como el ayuntamiento y el teatro municipal. Todo esto no está mal. De hecho está bastante bien, ya que esta bienintencionada campaña tiene como objetivo declarado la atracción de turistas a nuestra ciudad. Lo curioso de este lavado de cara es el lema tan estrambótico que el ayuntamiento ha elegido para venderse y que lleva utilizando desde hace tiempo. El gancho se titula “Tomelloso, capital de La Mancha”. 

Y uno se pregunta... ¿Era necesario cambiar el lema? ¿No estaba bien aquello de “Posada de Vid y Cultura”? ¿Tenemos que inventarnos una capitalidad que Tomelloso no tiene realmente para atraer más turismo? ¿Somos capital? ¿En serio? ¿Y si preguntamos en otros lugares de La Mancha? ¿Nos confirmarían que estamos en posesión de esa “capitalidad” que conscientemente nos estamos apropiando? Sin lugar a dudas el lema está repleto de buenas intenciones, pero uno piensa que a todas luces la capitalidad que queremos vender no es real. Al menos de momento no lo es. 

Según la RAE, se le llama capital a una población principal que es la cabeza de un estado, provincia o distrito. En el caso de Tomelloso este término únicamente se puede aplicar al partido judicial del que formamos parte junto a Argamasilla de Alba, Socuéllamos y Ruidera. Ampliarlo a toda La Mancha resultaría harto arriesgado, ya que esta por sí sola no tiene unos límites geográficos exactos: Ni es provincia, ni es distrito, ni es nada en términos políticos. La capital es la representación de un territorio en una ciudad. Y no nos engañemos: A día de hoy no nos representamos ni a nosotros mismos. 

Nos definimos como una capital que desde hace ya bastante tiempo es una ciudad en claro declive: Tomelloso ha perdido el 10% de su población en 5 años y la tasa de paro (26,43%) está muy por encima de la media regional (20,7%) y nacional (15,8%), habiendo alcanzado el penoso récord de 34,02% de paro en 2014. Aunque algo se ha mejorado desde entonces, quedan muy atrás los años anteriores a la crisis, en los que la tasa de paro de la población apenas superaba el 10%. Actualmente en nuestra región solo Puertollano (27,69%) y Daimiel (27,56%), con un tamaño más o menos parecido al de Tomelloso tienen el dudoso honor de superarnos en desempleo. Por supuesto ninguna población con un tamaño similar de nuestro entorno —aquel que pretendemos capitalizar— tiene una tasa de paro tan alta como la nuestra. 

Este “pequeño detalle” de la tasa de desempleo, unido a la despoblación y a la carencia histórica de comunicaciones y servicios hacen muy discutible que nuestra afirmación capitalina trascienda al eslogan institucional. Son demasiadas las razones del declive de la ciudad, y evidentemente no somos los culpables de todas ellas —son demasiados los factores externos que influyen en la buena o mala marcha de un pueblo—, pero algo de culpa tenemos los tomelloseros, tanto los responsables de la política municipal en primera instancia como los ciudadanos en última, de las decisiones e indecisiones que han profundizado el hoyo de la crisis en esta ciudad a lo largo de estos últimos años. A la época dorada de crecimiento desmesurado, demente e improvisado le siguieron años de abrupta caída que transformaron a Tomelloso en la capital real de las viviendas vacías de La Mancha, dejando casi desérticos barrios enteros de una ciudad que ha carecido de un plan de ordenación municipal (POM) en vigencia durante 30 años. 

Nos vanagloriamos de la idiosincrasia tomellosera como una singularidad de nuestra sociedad, jactándonos de que Tomelloso se ha hecho grande gracias al esfuerzo individual; pero no nos damos cuenta que esta noble cualidad mal gestionada puede ser letal en nuestros tiempos. En esta ciudad se ha vivido y se ha pecado de individualismo: Durante las últimas décadas se conformó un tejido empresarial formado por un gran numero de pequeñas empresas de capital local —muchas de ellas rígidas y de trasnochada gestión— que fue menguando durante la crisis y cuyos retales subsisten en la actualidad, en competencia con el mundo globalizado. Obviando alguna excepción en el sector primario —en su cénit de empleabilidad— y de alimentación, en Tomelloso no existen prácticamente capitales empresariales foráneos: No hay grandes fábricas, ni gran industria de ningún tipo en la ciudad que transcienda a la local, aun teniendo buena ubicación, buena comunicación por autovía y un flamante polígono industrial vacío en su orilla. Quizás nuestros políticos no hayan podido, sabido o querido atraer inversión externa durante décadas. Esta característica es contraria a cualquier lugar que se quiera hacer llamar capital. 

Aparte de grandes empresas foráneas tampoco hay parada de tren. Es cierto que la hemos reivindicado en repetidas ocasiones, y también es cierto que el hecho de no tener tren no es una razón fulminante para renunciar a nuestra pretendida capitalidad. Lo importante es estar conectado a la red ferroviaria, y desgraciadamente no estamos conectados a ella por transporte público: Nos rasgamos las vestiduras por no tener tren —incluso exigiendo que se nos integre en la económicamente deficitaria red de alta velocidad— cuando en el mismo Término Municipal de Tomelloso existe una estación clausurada a los viajeros hace una década por donde circulan alrededor de 20 trenes de pasajeros al día, hacia destinos como Madrid, Barcelona, Valencia, Sevilla, Alicante, Murcia, Albacete y Ciudad Real entre otros, de la que jamás nos hemos aprovechado. Una estación —la de Río Záncara— que quizás podría haber sido remodelada y conectada por transporte público con el centro de Tomelloso, sin olvidar la reclamación de una conexión ferroviaria plena para la ciudad. En la actualidad esta estación yace entre un cementerio de escombros, surcada por trenes que pasan de largo de nuestra presencia sin darnos servicio. 

El transporte interurbano en Tomelloso se resume al transporte en autobús. Un transporte lánguido en destinos y tortuoso en recorridos: Por ejemplo, para llegar a Valencia o a Alicante en transporte público desde Tomelloso hay que recorrer un incómodo trayecto de casi 5 horas de duración, mientras que el tiempo de viaje en coche particular se reduce a la mitad de tiempo. No hay otra alternativa ya que en la ciudad de Tomelloso no hay estación de tren, aunque si la Estación de Río Záncara estuviera abierta con enlace a Tomelloso en transporte público el tiempo de viaje se reduciría a 3 horas. Este déficit de transporte es aislamiento: Lo contrario a nuestro sueño capitalino. 

Este aislamiento histórico es una de las asignaturas pendientes de Tomelloso si algún día aspira a ser capital de algo. Hay que comprender que no estar conectado a otras personas de otros lugares tanto físicamente, como políticamente, como empresarialmente implica desventaja: La vida en los lugares más aislados es más complicada que en otros. Uno piensa que si estuviéramos mejor comunicados atraeríamos a la ciudad más y mejores profesionales, empresas y servicios. Que aun no siendo una razón determinante, sí que sería muy importante para comenzar a progresar. Podría haber más médicos dispuestos a trabajar en nuestro malogrado hospital, más profesionales cualificados en nuestras empresas, más servicios en nuestra ciudad y mejores condiciones de vida para todos. Para que Tomelloso sea algún día capital de La Mancha todavía queda mucho por hacer desde la política y desde la ciudadanía, pero también es verdad que cualquier buena obra en la vida comienza por las buenas intenciones.