Fue Felicidad Blanc con sus hijos Panero reunidos a su vera,
con esa voz que tenía de casa encantada, una voz llena de pasado, la que contó
cómo a la camada de cachorros que nació en la Astorga perdida los metió en una
caja y los tiró al río. Matizando, eso sí, que le había hecho un agujerito para
que pudiesen respirar. Quizás por eso su hijo Leopoldo María dijo: "Mi
madre fue la bruja más asquerosa del siglo pero tenía derecho a serlo: mi padre
y yo le hicimos la vida imposible". También contó que lo que nunca le
perdonaría es que, pudiendo ser él hijo de Luis Cernuda, lo fuese de su padre.
Muchas veces me preguntan por qué a tantos periodistas nos seduce El
desencanto, la película que Jaime Chávarri hizo sobre la familia Panero. Por
una razón: porque no terminamos de creernos que es verdad. Como los periodistas
trabajamos con los hechos, nos turba que algo pudiera no haber ocurrido.
También me preguntan muchas veces por qué a tantos periodistas nos seduce de
forma obsesiva El Quijote. Por una razón: porque no terminamos de creernos que
es mentira. Una vez me dijo David Trueba: "Cuando alguien se pregunta si
existe el carácter español, si hay algo que puede servir como paradigma de
nuestra forma de ser, nadie dice Carlos III, Juan de Austria o la duquesa de
Alba. Dice Sancho Panza y Don Quijote de La Mancha. Dos personajes de ficción
que dicen más de nosotros mismos que dos reales. El loco que vive su sueño y el
que tiene los pies en la tierra y te está diciendo que poca broma, que lo que
importa es comerse mañana un cocido y dejarse de hostias". Podemos ser los
dos. Y además de ser esos dos inventados tenemos que ser la hermana de Cernuda
real, a la que el poeta se refiere al final de su biografía: "Alguna vez
me contaron cómo durante la fiesta que siguió a mi bautizo, al arrojar mi padre
desde un balcón al patio lo que allí llamaban ‘pelón’, mis primos y primas se
arrojaron sobre el montón de monedas, mientras mi hermana Ana se quedaba en un
rincón, mirando el espectáculo y sin participar en él. Al preguntarle por qué
no entraba ella también en la refriega, respondió: ‘Estoy esperando a que
acaben’. En su respuesta veo no tanto la tontería inocente como la muestra de
cierta cualidad insobornable, rasgo característico del temperamento familiar,
que también existe en mí. Así, frente a la turbamulta que se precipita a
recoger los dones del mundo, ventajas, fortuna, posición, me quedé siempre a un
lado, no para esperar, como decía mi hermana, a que acabaran, porque sé que
nunca acaban o, si acaban, que nada dejan, sino por respeto a la dignidad del
hombre y por necesidad de mantenerla”. Ese respeto y esa necesidad son los
agujeritos por los que respiramos dentro la caja aunque alguien nos tire río
abajo.
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Domingo, 29 de Agosto del 2021
Sábado, 28 de Agosto del 2021
Lunes, 2 de Septiembre del 2019
Viernes, 19 de Abril del 2024
Viernes, 19 de Abril del 2024