Opinión

Maravillosa vejez

Joaquín Patón Pardina | Sábado, 7 de Septiembre del 2019
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Cuando hablo con otras personas, amigas o no, de los años que vamos teniendo y de que nadie escapa a la vejez,  siempre hay un tono pesimista, muy lógico, por notar en nuestro cuerpo síntomas de decadencia física, alguna rémora dolorosa en piernas, menos resistencia en el trabajo físico, más visitas al médico, etc. Cada quien se conoce y entiende de lo que hablamos.

Sin embargo a pesar de todo, yo soy adicto a la opinión, posiblemente generalizada, de que prefiero llegar a la vejez, a no llegar.

Abordo este tema no por tener “síndrome postvacacional” (ahora se llama así a la gandulería que afecta después de unos días de descanso), sino por haber leído un artículo de Ronald Rolheiser llamado “Una lección al envejecer”, este señor es doctor en Filosofía y en Sagrada Teología, ha sido profesor en varias universidades del mundo y escribe regularmente en el “Catholic Herald”; sus publicaciones se reflejan posteriormente en más de cincuenta periódicos de distintos países.

En tal artículo se evidencia el envejecimiento de cualquier ser habitante del universo, no íbamos los humanos a ser menos. Somos hijos de la madre naturaleza, tan bella y tan fabulosamente desbordante en todos sus aspectos, incluidas las personas. Lecciones de ello nos dan los buenos poetas.

A la vez somos hijos de un tiempo, que transcurre sin paradas ni frenos, por lo tanto, mientras que no ocurra un milagro, seremos como el agua  del río que va a parar a la mar; hace tiempo lo dijo Jorge Manrique.

Pero no, no quiero yo ennegrecer más el tema, todo lo contrario. Siguiendo al teólogo citado, en su artículo hemos de concluir que a la vez que el cuerpo sufre el deterioro físico, el espíritu de la persona, tu espíritu, tu mente, conciencia, sabiduría, el conocimiento producido por la experiencia, es decir, todo eso que no es exclusivamente físico, va creciendo en ti, porque forma parte de tu ser. No somos sólo materialidad tangible por los sentidos. Somos seres disponedores del ámbito material y del no-material, al que los filósofos antiguos griegos llamaban “ALMA”, palabra que tomaron los Santos Padres al comienzo del cristianismo para denominar ese ámbito sobre-tangible o sobrenatural en el sentido de distinto a lo concreto, a lo corpóreo; en multitud de ocasiones antropomorfizado, para la mayor captación de los poco dados a la abstracción. Incluidos los artistas plasmándolo en figuras cuasi angélicas.

A donde quiero llegar es a que te des cuenta que tus años o tu cercanía a la vejez son también un enriquecimiento interno importantísimo , una progresión alcanzada con los años, la experiencia y el esfuerzo por ser mejor,  más perfecto y completo en todos tus dones y carismas. Por tener más años no eres  “inútil”, posiblemente menos eficaz en lo corpóreo, pero infinitamente más completo en tu persona en su totalidad. Es imprescindible tener una visión profunda de las personas más allá de las arrugas naturales.

En las palabras de Rolheiser concreto y apoyo mi opinión: “Además, el peso no sólo afecta a tu cuerpo, empujando las cosas hacia abajo, sino también a tu alma, que es empujada hacia abajo juntamente con el cuerpo, aunque el envejecimiento significa algo muy diferente aquí.  El alma no envejece, madura. Tú puedes permanecer joven de alma mucho tiempo después de que el cuerpo te traicione. Verdaderamente, debemos ser siempre jóvenes de espíritu.

Las almas dirigen la vida diferentemente que los cuerpos, porque los cuerpos están formados para morir finalmente. En todo cuerpo viviente, el principio de vida tiene una estrategia de salida. No tiene tal estrategia en un alma, sólo una estrategia para profundizar, crecer más rico y más configurado. El envejecimiento nos fuerza, generalmente contra nuestra voluntad, a escuchar a nuestra alma más profundamente y más honradamente para extraer de sus pozos más profundos y empezar a hacer la paz con su complejidad, su sombra y sus más profundas proclividades; y el envejecimiento del cuerpo juega el papel clave en esto”.

Utiliza una metáfora de James Hillman: “Los mejores vinos deben ser envejecidos en viejas barricas agrietadas”.

Y continúa Ronald:  Así también para el alma: El proceso de envejecimiento es proyectado por Dios y la naturaleza para obligar al alma, lo quiera o no, a ahondar siempre más profundamente en el misterio de la vida, de la comunidad, de Dios y de sí misma. Nuestras almas no envejecen, como un vino; maduran, y así siempre podemos ser jóvenes de espíritu. Nuestro aliciente, nuestro fuego, nuestro anhelo, nuestro ingenio, nuestra brillantez y nuestro humor no deben oscurecer con la edad; sin duda, deben ser el verdadero color de un alma madura.”

 

Nota: Puede leerse el artículo completo en: https://www.ciudadredonda.org/articulo/una-leccion-al-envejecer

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