La evolución de la especie humana es una historia de nunca acabar. Saber lo que sucedió en la Tierra durante el último millón de años se presenta un asunto harto complicado. Las continuas investigaciones van descubriendo y explicando los peldaños en la sucesión de nuestros antepasados más lejanos; el subsuelo y las oquedades, lugares donde nuestros ancestros vivían, guardan el secreto del día a día en siglos anteriores. Cuanto más profunda es la excavación en el subsuelo mayor resulta la importancia de los hallazgos. Hemos de agradecer a los muchos científicos que viven dedicados a esta pacientísima y de averiguar cómo fuimos y saber por qué somos así.
Consultando nuestro ancestral árbol genealógico podemos observar dos cuestiones. La primera, el hecho de descender de unos seres con nombres muy difíciles de pronunciar no porque se llamaran así entre ellos, cosa que por otra parte ignoramos, sino porque los restos hallados hasta ahora lo han sido en lugares que nos son lejanos y extraños. Nos hubiera resultado mucho más familiar que nuestros “tatarabuelos” en vez de “Homo Heidelbergensis, Neandertal o Cro-magnón” se hubieran llamado “Homo Fontanosas o Montiel” por ejemplo; pero no sé qué sucede para que todos los descubrimientos antropológicos sucedan por ahí muy lejos. La segunda cuestión radica en que en la evolución de las especies, cada cierto tiempo se descubren restos de “homos” que si bien definen mejor la cadena sucesoria, complican más la explicación de nuestros orígenes sobre todo los homínidos; el origen de los primates hace unos cinco millones de años por ejemplo, sigue siendo una incógnita.
Se habla en estos días del mapa genético del “Homo Neandertal”. Según el descubrimiento realizado en una cueva de Asturias estos “homos” considerados ajenos a nuestra especie resultan ser ahora familiares lejanos; comparten con nosotros, los “Homos Sapiens Sapiens”, el cuatro por ciento del genoma, convirtiéndose en algo así como tíos abuelos, no “carnales” pero tíos al fin y al cabo. Este hallazgo confirma la hipótesis de un cruce en algún momento de nuestra historia entre homos cromañones y neandertales. Una hibridación acaecida hace unos cincuenta mil años en el sur de Europa, probablemente donde hoy está situada la península de Arabia por un encuentro de los homo sapiens provenientes del norte de África y los neandertales provenientes de Europa, algo así como cuando los extremeños llegaron a América pero con mayores diferencias genéticas entre ambos.
Se podrá tomar a broma lo que digo pero llegados a este punto de la investigación no es ninguna impropiedad decir que todos deberíamos llevar como apellidos Cromañón Neandertal, al menos de momento que dentro de unos años a lo mejor tenemos otros. Lo que sí parece claro es que al final va a resultar cierto eso de que todos los humanos somos “hermanos de cromañones y neandertales” que es decir algo así como de los mismos padres y madres ancestrales. Que los apellidos que ahora llevamos puestos resultan tener mucho menos abolengo y sobre todo pedigrí.
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Sábado, 3 de Mayo del 2025
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