“¡Si mi alma
lo llega a saber!” Decía mi madre cuando se lamentaba. ¿Qué sabían nuestras
almas de aquello que les iba a doler? ¡A doler tanto y a tantos!
Solamente
recuerdo apenas un interruptor, que no crees que se va a apagar por tanto
tiempo, cerrar la puerta con llave, sin saber de la otra llave y de lo que está
abriendo…
Recuerdo las
caras de esos días, las caras tridimensionales y con tanta dimensión.
Debieron
mirar atrás aquel día en la huida y se convirtieron en estatuas animadas que encerradas
en una caja de cristal, sin olor, sin calor, sin mí, permanecieron mirándome,
esperando todas estas mañanas inventadas.
Mis dedos
tocan todo lo que ordena mi vida ahora, cuando miro me muestra a golpe de palabras mágicas y
con unos caracteres a veces de mal carácter, todo aquello que me separaba de
ti, todo lo que me ordena, o me desordena ordenándome y encerrándome, pero me
cuelo yo también a través de este espejo para verte.
Seguís
encerrados aún para mí, mis amigos de cristal, mis interlocutores de estos días.
Ahora,
escondidas entre carpetas de mi escritorio vuestras palabras, vuestras cartas sin
sello que me llegaban durante este tiempo cuarentón y encanecido…me recuerdan
que ya apenas nos queda tiempo para despedirnos de nuevo, para apagar esa luz
que nos abría cada mañana una nueva conversación.
Cuando leo
vuestros diarios, me cuelo en un retazo de vuestra alma, y ella tampoco sabía,
pues estaba aprendiendo su lección, lo que iba conocer, y aprendo de vosotros, de
vuestras vidas que me muestran lo que nunca yo os había enseñado.
Para esta
sesión, me gustaría dejar la métrica por un metro de poema, cambiando los
sujetos de la oración por una oración a los sujetos, y pensar en las manos que
ya no se tocan, porque ahora no toca tocarse, pienso en las manos del pequeño,
que cuando se apagó la última luz ya no le tocó volver o en aquel que en estos
cambios le tocó el de su voz, para esconderse y que no le reconozcan todavía.
La métrica
que nos medía el desaliento, cuenta ahora las silabas de las palabras que nos
escribiremos, de las cartas sin sello que nos mandaremos para esta despedida,
cartas que se abrirán sin abrecartas, solo con rasgar el sobre de mi pantalla
de cristal.
Cuando se
bajó la última persiana y se dejó allí la última tiza las imágenes se vinieron
conmigo siguiéndome hasta mi escondite,
y ahora que mientras escribo no me ven, y antes de encender de nuevo la luz o
subir la persiana, te lo diré, no sea que la emoción me delate y se sepa que he
aprendido a mirarles por mi ventana de cristal. Aunque ya solo nos quede poner
nota a nuestra accidental, visual y epistolar relación de compañeros en estos
días separados por un tiempo complicado y cómplice, abriré una vez más la
transparencia de mi pantalla, para decirte que yo siempre estaré detrás.
A mis alumn@s y compañer@s
en esta nueva relación de EDUCACIÓN en la que se han visto envuelt@s con mi admiración y agradecimiento.
María Encarna Cabañas
Onsurbe.
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Sábado, 21 de Diciembre del 2024
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