Me llegó, hace unos días, un nuevo libro de Valentín
Arteaga, uno de los poetas castellano manchegos más reconocidos. Creador de
revistas, de actividades culturales, ejerció como sacerdote en Tomelloso, donde
dejó un grato recuerdo. Luego estuvo en Torrejón de Ardoz y en Madrid. Siempre
vida religiosa y pasión por la poesía. Un buen número de libros y de premios.
Precisamente, con motivo de estos galardones, su obra Arde el sol como un
templo resultó ganadora del premio Perfecto Sulleiro, siendo publicada en la
colección Colmena y pozo, de la editorial Certamen, que presidía Juan González
Escribano, un notable escritor y poeta nacido en Alcubillas, un pueblo de
nuestra provincia de Ciudad Real, situado en el histórico Campo de Montiel. De
la colección Colmena y pozo, creada en recuerdo de Juan Alcaide era yo su
director.
Valentín Arteaga es hijo de padres criptanenses y en la
hermosa villa de los molinos transcurrió toda su infancia, hasta que la
vocación religiosa y literaria terminaron por irrumpir en su corazón. Ciudad
Real, Mahón y Roma fueron la cuna de su formación teológica. El joven Valentín
Arteaga fue madurando en manos de grandes maestros hasta convertirse él en uno
de ellos. Y muchas lecturas que también le valieron para el futuro poeta que
comenzaba a ser . Estoy seguro que le impresionaron las palabras de Rainer
María Rilke, las de Las cartas a un joven poeta: “Si su vida cotidiana le
parece pobre, no se queje de ella; quéjese de usted mismo”. La vida y la
religión, o sea, la religión de la vida.
Este nuevo libro de Valentín Arteaga, ilustrado por
Francisco J. Rodríguez Díaz está prologado por Antonia Cortés, más un epílogo
de Ana López-Casero Beltrán, buenas conocedoras del poeta de Campo de Criptana.
La primera, bajo el título de La ciudad del poeta niño, nos lleva al mundo de
la infancia del autor: “¿son tus penas las distancias, este tiempo que pasa sin
detenerse? O quizá ¿ese pensamiento que echas a la fontana de Trevi para ver si
es posible volver a la inocencia?” Por su parte, Ana López – Casero Beltrán
escribe: “Querido Valentín, gracias por regalarnos tu reflexión sincera que
acompañada de la belleza de tu lenguaje y de tu extraordinaria espiritualidad
convierten la lectura de este libro en “un paraje de oración”, de encuentro con
uno mismo y con Dios”.
Reflexión, infancia, belleza del lenguaje, descripción de
lugares fundamentales de la Roma eterna que Valentín Arteaga ha conocido y
amado durante los años que allí ha vivido, primero como estudiante y luego en
su función de miembro de la Orden de Clérigos Regulares Teatinos, donde ha
realizado una meritísima labor al servicio de la Curia General de la Orden. El
propio Valentín Arteaga fija los cánones de la vida y de su poética: “Quienes
no se hagan niños”, dice recordando palabras evangélicas, “no entrarán en el
Reino de los Cielos”, o esta otra definición del ser humano: “Triste cosa,
desde luego, que caigamos a veces en la tentación de querer ser adultos y ser
tratados como tales”.
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Martes, 23 de Abril del 2024
Miércoles, 24 de Abril del 2024
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